Un día lluvioso en Nueva York, entretenimiento de calidad
Si bien Woody Allen ha sido objeto de polémica y no es considerado precisamente un ser de luz, su peculiar estilo de comedia se convirtió en una exitosa fórmula en cada una de sus películas. Astutamente, lo ha aplicado en toda su filmografía. Y su nuevo largometraje, A rainy day in New York, no es la excepción.
Se trata sobre Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning), una joven pareja de estudiantes provenientes de acaudaladas familias que viajan al corazón de Nueva York (ciudad natal de él) porque a ella le asignan como trabajo escolar, para la gaceta de la universidad, ir a entrevistar a Roland Pollard (Liev Schreiber), un prestigioso director de cine.
Ambos planean aprovechar el viaje para disfrutar de un fin de semana romántico en la gran manzana, pero sus planes se verán frustrados porque -citando a Gatsby- “la ciudad tiene su propia agenda”. Sumado a esto, sucederá un tormentoso encuentro con Chan (Selena Gómez), una especie de antagonista del pasado, y deberá mantenerse escondido de su madre, quien justo ese fin de semana llevará a cabo una pretenciosa, aburrida y detestable fiesta llena de esnobs.
Es una serie de enredos y malentendidos que funcionan como el motor que da buen ritmo e intriga a la historia, que por momentos bien podría reducirse a anécdotas o chismes de sobremesa. Esto se puede apreciar sobre todo por el sketch del eterno colaborador de Pollard, Ted Davidoff (Jude Law), pero es precisamente esa simple premisa, no exenta de algunas sorpresas, la que logra una buena película.
Por otro lado, cada personaje es una extraña fusión entre sátira y cliché del papel que interpretan. El joven rebelde burgués, la estudiante de periodismo 100 % “reporfan” de cine, la brutalmente honesta muchachita rica que rompe con el estereotipo de su clase acomodada, los cineastas en constante crisis existencial, que en repetidas ocasiones rebasan la línea entre el acoso y la seducción, y el histrión casanova (por momentos también acosador), con un estilo de vida despreocupado y siempre bajo los reflectores.
En ese sentido, los dos protagonistas destacan entre el elenco. Chalamet, ideal para el papel que interpreta, tal como todos hubiéramos imaginado a ese personaje.
Fanning, por su parte, hace una genial interpretación y queda perfecta en los momentos que es enaltecida desde la fotografía y la iluminación para que el espectador comparta esa visión angelical que tienen de ella los «atormentados» Polland y Davidoff.
También, muchos de los encuadres se asemejan a cómo se construyen las escenas en una obra teatral. El ritmo de los diálogos, los silencios y el remate para cerrar el chiste.
Es una comedia 100 % estadounidense, con escenografías que dan identidad a los protagonistas del filme, pertenecientes a la clase privilegiada e intelectual de la gran ciudad. Pero están agobiados por problemas que no distinguen clases sociales: rechazos, engaños y secretos familiares.
Aunque el avance lineal de la narrativa y los excesivos diálogos llevan inevitablemente a algunos momentos de tedio, cada episodio de la cinta se construye con efectivos prólogos, clímax y desenlaces.
Sumado a ello, la lluvia juega un papel fundamental para dar fuerza a las desventuras de los personajes.
En conclusión, es una película sobre el romance, el dinero y los anhelos de cualquier ser humano, sin importar su procedencia o su clase social. Desarrollada durante una tarde de imprevistos en una metrópoli grande y chica a la vez, que como ya se dijo, cuenta con cada uno de los elementos en la “fórmula Woody Allen” y logra su cometido: entretener y ya.