“Ya no estoy aquí”, la añoranza y el vacío de una identidad
El ser humano muchas veces necesita pertenecer a un grupo con el cual identificarse, sentirse protegido y comprendido. La vestimenta, el gusto musical y hasta la zona geográfica son claves para ello. Estos factores incluso determinan la familia que uno elige y no en la que uno nace, como Ya no estoy aquí (2019) lo demuestra.
Ulises es un joven cuya vida gira en torno a Kolombia, un movimiento cultural en Monterrey, México, que tiene a la cumbia como pilar. Así es como él y sus amigos se refugian en la música ante la violencia y la inseguridad. Sin embargo, cuando el muchacho recibe una amenaza de muerte por parte de un cártel, se ve forzado a huir a los EE. UU.
Dirigida por Fernando Frías, Ya no estoy aquí es la cinta mexicana en boga gracias a su denuncia social y política. Aunque como todo producto que se vuelve trending topic, no ha estado exenta de críticas positivas y negativas.
Parte de la negatividad es porque parece tener una trama que no lleva a ningún lado. En primera instancia, únicamente se ve a un protagonista que no deja moraleja ni evolución a pesar de sus experiencias vividas.
No obstante, más que un viaje de epifanías, el filme es un retrato de la realidad que viven las minorías dentro de otras minorías. Es decir, tras huir de México, Ulises se ve apartado de la sociedad, pero también de sus congéneres debido a sus gustos musicales y a su aspecto físico.
En pocas palabras, su identidad es lo único que lo acerca a los suyos, pero que también lo aleja de los demás.
Por esta razón, además de verlo pelear por entender un nuevo lenguaje y por encontrar un sustento económico, somos testigos de su soledad. Así, las cumbias se muestran como su único lazo para conectarse a la distancia con sus amigos y con su tierra.
Y si se toma en cuenta que al apartarse de los suyos no lo hace para buscar un futuro mejor, sino para salvar su vida, entonces el golpe es más duro al despegarse de sus raíces para no ser asesinado.
En cuanto a la violencia y a la inseguridad que se vive en Monterrey y en otras partes de México, aquí se exponen al mostrar zonas de bajos recursos dominadas por células criminales.
Asimismo, estos paisajes urbanos representan muy bien las zonas en las que Kolombia tiene presencia; la mayoría de ellas focos de inseguridad y de marginación.
Por ello, aunque sin profundizar en esto, se dejan ver los métodos que el narco usa para reclamar territorios y para mantener a raya a sus habitantes.
Desgraciadamente, una de las mayores flaquezas del metraje es que profundiza muy poco acerca de la cumbia y de otros elementos de esta tribu.
Pero como dijimos, más que un producto moralizante, Ya no estoy aquí funciona como un retrato de las dificultades por las que pasan los migrantes. A la par, deja al descubierto el poco conocimiento que la sociedad tiene hacia esta subcultura, así como su estigmatización.