«The Beatles: Get Back»: entre música, amor y desgaste
No hay nada sobre The Beatles que no esté dicho ya. Su incalculable aporte en la música popular ha calado profundamente en diversas generaciones incluyendo a quien les escribe. Desde que los descubrí a los nueve años, su música es parte de la banda sonora de mi vida. He escuchado toda su discografía, tengo algunos de sus álbumes en vinilo, fui a ver a Paul McCartney en concierto y por supuesto que he visto todas sus películas. ¿Mi banda favorita? Puede ser, aunque creo que a estas alturas para mí es algo ya más allá de esa etiqueta.
Todas las películas de The Beatles al día de hoy se pueden encontrar en buena calidad, todas salvo una. En 1970 se estrena Let It Be, documental dirigido por Michael Lindsay-Hogg que muestra los últimos días de la banda entre ensayos, grabaciones y culminando con el mítico concierto en la azotea. La cinta nunca tuvo un lanzamiento oficial en formato casero, pudiéndose encontrar solo copias no oficiales en pésima calidad. Versión que vi durante muchos años como parte de mis fascinación por el grupo.
No sería hasta el 2019 que se anunciaría que Peter Jackson (director de la trilogía de Lord Of The Rings) rescataría no solo lo visto en la película, sino muchas horas más de metraje inédito que permaneció guardado y sería remasterizado en la mejor calidad posible. Lo que se pensó que sería oslo un largometraje documental acabó transformándose en una miniserie de tres capítulos estrenada recientemente. En esta épica de casi ocho horas se fue testigo de conversaciones de todo tono, versiones primarias de canciones y lo más importante: el triste ocaso de una banda que sentía ya no poder continuar.
The Beatles: Get Back es, en esencia, una historia de amor. Cuatro amigos cuya pasión por hacer música juntos los llevó a la cima del mundo y cuya permanencia ahí empezó a marcar sus diferencias. La llama del amor se irá apagando y cada uno toma una posición sobre si mantenerla viva o apagarla lo antes posible. Las puertas al lado más vulnerable de la banda son abiertas e incluso sabiendo el resultado, el trayecto no deja de estar lleno de emociones.
En un punto de la tercera parte, Lindsay-Hogg expresa su preocupación al sentir que lo que ha grabado no tiene una narrativa. Ahí es que Peter Jackson, cincuenta y dos años después, le da una mano. El neozelandés ha hilado todo de un modo que parezca una gran historia contada en tres actos. Un grupo de protagonistas que tienen un objetivo, con obstáculos a superar y personajes secundarios que harán que se cumpla o que se dificulte. Una realidad tan sorprendente no solo por superar a la ficción, sino por ser la realidad que cualquiera podría afrontar.
Cuando se trata de artistas de un calibre como ellos, tranquilamente se puede mitificar lo que es el proceso creativo. No obstante, a medida que todo avanza, se nota que la dinámica de The Beatles como banda no era tan distinta a la de alguna otra agrupación que podría haber. Es una desmitificación que muestra a un McCartney perfeccionista, un Lennon suelto de huesos que gustaba divertirse con su música, un Harrison siempre presto tanto a los aportes como a los reclamos cuando era pertinente hacerlos y un Starr que simplemente gustaba pasar el rato con sus amigos. Todo aquel que ha estado en una banda de rock conoce esas actitudes y es sencillo empatizar con uno u otro.
A todo esto, incluso habiendo tantos elogios más que le pueda sacar, hay un gran y obvio problema y es que no es algo que se podría recomendar tan abiertamente. Get Back pone a prueba constantemente la paciencia del espectador y solo quien sea muy fanático saldría airoso. No está hecho para un disfrute masivo (cosa curiosa que lo distribuya Disney) y me apena, ya que me encantaría que todo el mundo lo disfrute tanto como quienes gustamos del grupo lo hemos hecho.
En conclusión, con Get Back no hay tanto una opinión concreta por mi parte, solo sensaciones. Es un viaje en el que el tiempo es ese enemigo implacable que marchita todo a su paso. La impotencia de que sea irremediable una solución dejando a la banda más grande de la historia mirando con cierto recelo su crepúsculo estando conscientes del legado que dejan detrás que tendrá que continuar por rutas separadas. Me reí, me conmoví, me preocupé y por supuesto disfruté de tan bella música. Gracias Peter Jackson por este maravilloso regalo.