“Otis: deseos oscuros”, asesinar también puede ser divertido
En diversas películas, sin importar el género ni la trama, llega a suceder que el malo de la historia tiene más peso y carisma que el mismo protagonista; tal es el caso de Hannibal Lecter, quien con su erudición y exquisito paladar ha cautivado a miles. Sin embargo, es más raro cuando el espectador cambia el amor por odio -y viceversa- hacia todos los personajes de la historia conforme ésta avanza, esto lo ejemplifica Otis (Otis: deseos oscuros, 2008), divertida y curiosa cinta del director Tony Krantz sobre un pervertido asesino serial.
Otis (Bostin Christopher) es un hombre obsesionado con la típica y cliché vida juvenil académica de los EU; él sólo desea ser el jugador más valioso del equipo de fútbol americano, tener por novia a la porrista más atractiva de la escuela e ir con ella al baile de graduación. Sólo hay un problema: él tiene 40 años de edad y es incapaz de sostener una relación sana con cualquier persona, así que su única opción es secuestrar a jóvenes rubias para cumplir sus perversas fantasías.
Aunque esta es una cinta más sobre asesinos seriales, resulta un producto más fresco ya que no es una película para nada seria, sino que es una mezcla entre crimen y humor. Esto provoca que se mire más como una comedia negra gracias a las situaciones y diálogos tan peculiares que maneja. De igual forma resulta ser una crítica a la sociedad y a los filmes cuya trama se enfoca en los asesinos seriales, pues además de hacer alusión al morbo con el que los noticieros presentan los crímenes más ruines, también juega con los estereotipos de la unión familiar y los hombres trastornados.
Uno de estos estereotipo es la familia de Riley (Ashley Johnson), una joven atractiva e hija modelo de todo matrimonio: dulce, bien portada, con buenas calificaciones y… sí, virginal. Tampoco falta el hermano rebelde y los padres que, aunque en ocasiones tienen peleas, están enamorados hasta los huesos.
El segundo cliché es el de los asesinos seriales representados en la figura de Otis, un hombre sumiso, sádico, reprimido sexualmente y hasta con un leve retraso mental; es decir, en él se encuentran casi todos los elementos característicos de muchos psicópatas conocidos en la vida real y en el cine.
Otis demuestra todos estos puntos luego de secuestrar a Riley para cumplir aquellas fantasías de secundaria y universidad que le fueron prohibidas. Sin embargo, el giro que da la película es que no se enfoca en el sadismo ni las torturas, sino en mostrar las situaciones desde otro punto de vista.
Nos referimos a que toda la cinta resulta ser una muy buena comedia al estar repleta de un humor negro por parte de todos y cada uno de los personajes, sobre todo la madre de Riley y un peculiar policía al que se termina amando u odiando. Otra cosa diferente que tiene es el hecho de que tras el escape de la joven, su familia decide tomar la justicia por su propia mano, lo que nos adentra en una especie de parodia de The last house on the left (La última casa a la izquierda, 1972); sin embargo, cuando la venganza parece consumada la historia da un brutal pero cómico giro de tuerca en el que, sí, entramos a otro cliché más del tipo “la presa se convierte en cazador”.
Otis es entretenida y bastante ligera –además de contar con un soundtrack muy a los 70’s y 80’s, pero muy forzado al momento de incluir las canciones en la historia-, motivo por el que quizá no guste tanto a aquellos que esperan una obra más estructurada y contada al estilo de “Zodiaco”, pero vaya que les provocará algunas risas.