Todavía hay lugar para Chaplin en la era atómica: a 129 años de su nacimiento

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El día de hoy se cumplen 129 años del nacimiento de la estrella más alta en la historia del cine; en palabras del director René Clair, el regalo más bello que nos ha dado el séptimo arte: Charlie Chaplin.

Conocido por personificar un extraño personaje anónimo, nombrado sólo como The Tramp, que significa en español algo así como “El vago”: un pequeño hombre con pantalones bombachos, pero saco apretado; sombrero pequeño, pero zapatos grandes; fue mucho más que un actor de comedia: Chaplin no sólo actuaba en sus filmes, sino que los dirigía, los producía, los escribía y compañía la música. Fue un mamut cinematográfico que dejó tras de sí casi un centenar de filmes que marcaron la historia del arte, y fundaron la industria como la conocemos hoy.

Chaplin fue la primera estrella internacional de Hollywood, y el arquitecto de toda su maquinaria. Gracias a su incalculable contribución al oficio y al arte de hacer películas, pocos años antes de su muerte fue galardonado con el Óscar, en medio de una ovación de doce minutos: la más larga en la historia de la Academia; con la medalla de Comandante de la Legión de Honor del Festival de Cannes, y con el Premio Especial del Festival de Cine de Venecia. Para recordarlo a fondo en su 129 cumpleaños, hemos preparado la siguiente semblanza.

Aunque no existe un acta oficial de su nacimiento, se sabe que Charles Spencer Chaplin nació una mañana del 16 de abril de 1889, al sur de Londres, Inglaterra. Sus padres, Charles y Hannah Chaplin, se habían casado cuatro años antes, y mantenían un hogar con sumas precariedades, pero que estaba muy cerca del mundo del entretenimiento: ambos trabajaban en el teatro de la ciudad como entertainers.

La pobreza en la que vivían, obligó a los padres del pequeño a mandarlo a trabajar a la edad de siete años; su vida, a partir de entonces, sería una larga lucha por la sobrevivencia, ya que su madre enferma como estaba, no captaba ingresos, y su padre, para entonces un alcohólico, tampoco.

Hacia 1898, cuando Charles tenía nueve años, su madre fue internada en el asilo mental de Cane Hill, de donde saldría esporádicamente para morir años después por demencia producto de una infección de sífilis. El padre de Charles murió poco después por una cirrosis severa. Para entonces, Charles tenía 14 años y había vivido erráticamente en internados y otras instituciones de cuidado infantil, pero ya se había fincado un trabajo formal como actor de teatro.

Según sus propias palabras, había sido su madre la que lo había imbuido con la idea de que él tenía talento para la actuación; su experiencia como bailarín de la Eight Lancashire Lads le había dado la confianza suficiente para debutar con un pequeño papel en la obra de Sherlock Holmes, entre 1903 y 1904. Para entonces Chaplin ya había abandonado la escuela y se mantenía con pequeños empleos que iban desde obrero hasta enfermero, experiencias que después decantaría en sus películas.

Hasta el final de esa década, Chaplin se dedicaría a pequeños papeles en obras cómicas de teatro, y para sus 18 años ya era un actor medianamente cotizado en el circuito. Su primer protagónico, que le valió mucha atención de la prensa, se dio en 1910, con la obra Jimmy the Fearless, de la prestigiosa compañía de Fred Karno; y de hecho fue Karno el que llevó a Chaplin por primera vez a Estados Unidos, en un tour de 24 meses a través del circuito de vodevil.

El éxito de ese tour lo llevó a un segundo viaje que duraría al menos otro año, pero Chaplin se quedó otros treinta, pues recibió un contrato de 150 dólares a la semana (hoy serían unos 3000) de la New York Motion Picture Company, con la que empezaría su carrera cinematográfica. Se trataba de pequeñas películas que producía Mack Sennett, y en las que Chaplin aparecía en pequeños papeles.

Fotograma de Making a Living (1914).

Pero estas primeras películas fueron el semillero de “El vago”, pues fue ahí en donde Chaplin lo concibió por primera vez. En su autobiografía, el propio Chaplin lo dice así: “yo quería que todo en él fuera una contradicción: zapatos grandes, sombrero chico; pantalones enormes, saco apretado. Cuando escogí el atuendo no sabía quién era el personaje, pero cuando me puse la ropa empecé a concebirlo. Y cuando salí a filmar nació por fin”.

Ese debut fue Making a Living (1914) que Chaplin detestó, al igual que todas las películas que hizo con la New York Motion Picture Company: la falta de control que tenía sobre su personaje y el resto del filme volvía loco a Chaplin, lo que le provocaba severas peleas con sus compañeros. En 1914, Sennett le dio la oportunidad de dirigir su primera película, a cambio de un contrato de 1000 dólares semanales, y la obligación de producir una película a la semana.

Ese sería el debut de Chaplin como director: Caught in the Rain, de 1914, que fue un éxito de la audiencia. Ese periodo sería muy fructífero para Chaplin quien rápidamente se convertía en una estrella de la comedia americana. Para el año siguiente, el inglés se había asegurado un nuevo contrato de 1250 dólares semanales con la Essanay Film Manufacturing Company of Chicago, con la que produciría catorce películas.

Hacía 1915 Chaplin ya era todo un fenómeno cultural. Se vendían juguetes y todo tipo de productos con su principal caracterización: la de El vago, que fascinaba a las audiencias en filmes como A night out, The Champion, The tramp, y The Bank, todas bajo la Essanay, y dirigidas por Chaplin. Hacia el final de ese año, perfectamente consciente de su fama, el inglés exigió un contrato de 10,000 dólares a la semana, que la Essanay no pudo cubrir.

Recibió ofertas de estudios como Universal, Fox, o Vitagraph, pero finalmente firmó, por ocho filmes, con la Mutual Film Corporation. Para entonces, Chaplin quería tener absoluto control sobre sus filmes, y exigía la mayor cantidad de tiempo para cada uno de ellos. Bajo estas condiciones, un Chaplin de 26 años que ya era de las personas mejor pagadas en todo el mundo, produjo cuatro filmes, que están considerados dentro de los mejores: Easy Street, The Cure, The Immigrant, y The Adventurer (1917).

Después de su paso por la Mutual Film Corporation, para Chaplin el principal objetivo era conseguir la total independencia, no sólo económica, sino creativa; y después de considerar todas las ofertas, firmó un contrato con el First National Exhibitors’ Circuit para producir ocho películas, la primera de las cuales, estrenada en abril de 1918 (hace 100 años) fue la primera gran producción en la historia: un filme de un millón de dólares: A dog’s life, con la que Chaplin consolidó a su personaje como un payaso triste.

Este sería el pico de su carrera: con toda la independencia económica y creativa, filmando desde su estudio en el Sunset Boulevard, Chaplin produjo las que serían sus películas más celebradas: Shoulder Arms (1918), Sunnyside (1919), y desde luego The kid (1921). Ésta última sería uno de los grandes fenómenos culturales de su tiempo: fue un éxito instantáneo y se estrenó en 50 países.

El siguiente paso de Chaplin, ya como un productor independiente, fue incierto: decidió grabar una comedia romántica sobre el destino imposible de dos amantes, con la que entonces era su esposa, Edna Purviance, como protagonista. Él no aparecería en ninguna parte de la película. Fue A Woman of Paris (1923) que resultó un fracaso de la taquilla: a la gente parecía no interesarle un film de Chaplin sin Chaplin.

Por tanto, su siguiente producción tendría que ser una épica: la más grande y costosa para el joven cineasta (superó el millón de dólares) hablamos de A Gold Rush (1925) que se convirtió en un hito: recaudó 5 millones de dólares, algo inaudito para la época, y consolidó a Chaplin como uno de los grandes actos entretenimiento de esa era.

Antes de colapsar bajo el peso de la fama y el constante acoso de los tabloides por sus constantes y escandalosos divorcios, Chaplin pudo dejar otras tres películas esenciales para la historia: The Circus (1928), que marcó el trance entre el cine mudo y el cine sonorizado, que sería en última instancia la debacle de Chaplin; City Lights (1931), quizá su pieza mejor recordada, y Modern Times (1936), con la que Chaplin empezó a incomodar a su audiencia americana debido a su creciente politización.

El contacto que Chaplin tenía con pensadores de izquierda, y con el comunismo reinante entonces, alarmaba a su audiencia y a las autoridades norteamericanas. Hacia 1941, un año después de que estrenara The Great Dictator, nominada a los premios de la Academia para Mejor Película, Mejor Actor y Mejor guion original, el titular del FBI, J. Edgar Hoover, había lanzado una investigación abierta contra Chaplin: lo querían fuera del país, lo consideraban peligroso.

Estos dos sucesos, la entrada del cine sonorizado y su creciente politización, serían el fin de su carrera. En 1942 emprendió lo que sería uno de sus últimos filmes: Monsieur Verdoux, una comedia negra sobre un banquero francés. El filme se estrenó finalmente en 1947, y fue bien recibido en Europa, y completamente boicoteado en los Estados Unidos. Para ese año, Chaplin era enemigo público número 1, y las autoridades buscaban deportarlo. Dejó los Estados Unidos poco después.

Sus trabajos finales, la autobiográfica Limelight (1951) y A King in New York (1954) fueron modestamente recibidos en Europa, y tardaron hasta 20 años en estrenarse en los Estados Unidos. Para entonces Chaplin vivía en Suiza con su esposa Oona O’Neill, y había vendido todas sus propiedades americanas.

Aunque Chaplin se mantuvo activo hasta el final de sus días: filmó su última película con Universal Pictures, a todo color, A Countess from Hong Kong (1967), protagonizada por Sophia Loren y Marlon Brando, solo para encontrar el fracaso económico y crítico. Nunca pudo regresar a la silla que ocupó décadas antes. En 1972, poco antes de su muerte, la Academia estadounidense, buscando redimir sus culpas, otorgó el premio honorario a Chaplin.

Murió en 1977, después largas caídas en su salud, en su casa de Suiza un 25 de diciembre de 1977. Estaba rodeado de su familia. El legado que quedó tras él, no obstante, sigue vivo e intocado; y en días como éstos, en los que las potencias se alinean hacia un nuevo conflicto bélico planetario, sus filmes hablan con una renovada voz, pues todavía hay espacio en este mundo para el pequeño Chaplin.