«Christine», el primer amor siempre será el primer automóvil
«No hay mejor olor en este mundo que el de un auto nuevo…excepto, tal vez, el de un coño». La anterior es una frase que seguramente cualquier fanático de Stephen King recordará pero que, sólo aquellos que hayan dejado cuerpo y alma para comprar y reparar su primer auto comprenderán en su totalidad. Y es que a veces el esfuerzo, el orgullo y la satisfacción que representa ser el dueño de un carro propio puede ser tan grande que la relación entre máquina y conductor llega a ser algo parecido al amor, tal y como nos lo demuestra la cinta Christine (1983), del director John Carpenter.
Arnie Cunningham (Keith Gordon) es un muchacho enclenque, sin gracia alguna, y lo que vendría siendo un nerd entre los nerds. Afortunadamente tiene a Dennis (John Stockwell), su mejor amigo desde la infancia y quién trata de defenderlo de los brabucones de su escuela, sin embargo, a la vida de Arnie también llegará una chica que le dará la fuerza suficiente para enfrentar al mundo; su nombre: Christine, un automovil Plymouth Fury dispuesta a vengarse de todos aquellos que han hecho daño a su amado Arnie.
Está película basada en la novela de Stephen King es una de las más interesantes que se han llevado a la pantalla grande de la mano de Carpenter, pues sin duda alguna no es muy común ver/leer una historia de terror donde el asesino sea un automóvil; sin embargo, para comprenderla mejor es necesario separar la adaptación de la obra original para evitar tantas comparaciones, algo difícil de conseguir pero no imposible. Y es que si bien la cinta se olvida de demasiados elementos importantes del relato en papel, no por esto deja de ser entretenida.
Para comenzar diremos que la historia se desarrolla a un buen ritmo, pues no pierde tiempo en mostrarnos la personalidad introvertida de Arnie, un joven de preparatoria que es reprimido en su casa y en su escuela tanto por su físico como por su carácter. Basta con mirar los primeros 15 minutos de la película para que ya estemos viendo a este muchacho ser maltratado por Buddy (William Ostrander) y sus compinches, quienes se encargan de hacerle la vida imposible en clases.
Así, luego de una disputa en donde el líder de los brabucones es expulsado del colegio, Arnie y Dennis regresan a casa en el auto de este último, pero en el camino se cruzan con un destartalado (casi hecho chatarra) Plymouth modelo 58, del cual Arnie queda enamorado a primera vista y decide comprárselo inmediatamente a George LeBay (Roberts Blossom), hermano del anterior propietario del coche.
La compra del Plymouth traerá varios cambios en la personalidad del muchacho, pues luego de haber comprado el auto…o mejor dicho, a Christine, no sólo comienza a ganar confianza en sí mismo e incluso su aspecto físico comienza a mejorar, sino que pondrá cuerpo y alma en restaurarla sin importar lo que cueste, hecho que lo meterá en varios problemas tanto con sus padres como con Will Darnell (Robert Prosky), el dueño de un taller que obtiene ingresos extra mediante actividades ilegales, por lo que utiliza a Arnie para que le ayude con esto si es que el joven quiere seguir teniendo un sitio en su taller para arreglar y resguardar a su chica motorizada.
Sin embargo, los problemas comienzan la noche en que Buddy y sus secuaces destruyen a Christine hasta dejarla aún en peores condiciones de las que estaba cuando Arnie la miró por primera vez. Por fortuna para los maleantes, el joven Cunningham es un muchacho “incapaz” de vengarse, pero no Christine; ella es una furia sobre cuatro ruedas dispuesta a comenzar una brutal masacre contra quienes le han hecho daño pero, más aún, contra todo aquel que trate de entrometerse entre su amor y el de Arnie.
Como dijimos, la cinta es un producto bastante interesante debido a su peculiar trama, pues resulta una obra que por increíble que parezca logra causar un gran terror mediante sus dos protagonistas: Arnie y Christine. Esto lo consigue gracias a que, a pesar de que la interpretación de Keith Gordon no es un trabajo extraordinario como un joven nerd, la actuación (sí, la actuación) de Christine como un automóvil poseído es grandiosa, por lo que ver a estos dos juntos llevar a cabo su venganza es algo increíble.
Y es que conforme la historia avanza, el espectador poco a poco se va dando cuenta que Christine no es un simple coche, sino una chica como cualquiera otra que siente amor pero también celos, sólo que con la diferencia de que ella es capaz de asesinar a quien represente un peligro en su «noviazgo». Asimismo, aunque el personaje de Arnie poco a poco va teniendo una evolución que lo hace pasar de un chico tímido a un hombre sin escrúpulos capaz de golpear a su propio padre, éste no causa el mismo temor que sí ocasiona el Plymouth, sobre todo porque la brutalidad con la que el automóvil lleva a cabo sus asesinatos es tal, que fácilmente podría ser comparada con cualquier otro psicópata de algún slasher.
Además, tomando en cuenta que Christine es un ser prácticamente indestructible -lo cual queda claro en las escenas en donde el auto se regenera por sí mismo– añaden a la historia un buen toque de terror, pues no sólo se nos presenta una historia que casi roza lo fantástico, sino una película que nos enseña que hasta lo más cotidiano como lo es tener un auto puede llegar a ser digno de un relato de horror cuando se sabe contar.
Hasta aquí todo va bien con la película cuando se la mira separada de la adaptación, pero decae demasiado cuando se le compara con la novela, ya que no sólo omiten a un personaje tan importante como lo es Roland LeBay (el dueño original de Christine) para sustituirlo por su hermano George, sino que se eliminan demasiadas cosas respecto a la transformación de Arnie de un debilucho a un completo patán, dejando de lado un sinfín de peleas familiares pero, más aún, relegando totalmente la relación entre Arnie y su novia Leigh (Alexandra Paul), quien tiene un gran peso como victima en el relato pero que en la película apenas si se le toma en cuenta.
No obstante el mayor error de la adaptación de Carpenter es no haberle otorgado a Christine el trasfondo que merecía, pues se olvidó totalmente de contar el oscuro pasado que tiene este auto, el cual está repleto de sufrimiento y muerte y que responde a la pregunta de por qué y cómo es que el Plymouth terminó siendo poseído, lo que, por supuesto, no se dice en la cinta. Asimismo, otro punto en contra es la ligereza con la cual presenta varios de los asesinatos, ya que si bien en el filme hay un par de ellos que se destacan por su brutalidad, en la novela todas las muertes, sin excepción, son mucho más sádicas y explícitas.
Por último, aunque el final de la película es entretenido y por momentos lleno de tensión, tampoco logra captar todo el suspenso que King relató en las páginas de la novela. Sin embargo y como mencionamos en un inicio, para disfrutarla mejor es necesario separar las diferencias del libro con el metraje.
Aun así Christine es, como dijimos, una obra entretenida gracias a su atrevimiento de contar una historia que incluso podría parecer ridícula y que, en cambio, termina por ser una buena cinta de terror; después de todo, y por muchas que sean las diferencias con la novela, ¿a quién se le habría ocurrido que un automóvil fuera capaz de cobrar vida y convertirse en un despiadado asesino?