7 películas del visionario director Park Chan-wook
Un cineasta puede sorprendernos momentáneamente, pero sólo un autor en toda regla puede hacer que nuestras convicciones morales tambaleen. Un visionario puede ofrecer nuevas directrices en la industria cinematográfica, pero la vocación absoluta de experimentar es la única que transforma la memoria colectiva del público y su cultura.
Park Chan-wook es epítome de esa genialidad y dueño indiscutible de un estilo ecléctico e irascible que no llega a ser burdo. Es el responsable de orquestar películas con una alta calidad audiovisual y con una violencia intencionalmente trabajada hasta el colmo de la estética.
Desde el 2000, el surcoreano se ha ganado un lugar en el podio del Asian Extreme y ha incomodado a la crítica, a la audiencia general y a sus seguidores más fieles por todas las razones correctas. Este prestigio, sin embargo, viene de un crecimiento digno de destacarse y que no estuvo exento de fracasos como Moon is the sun’s dream (Daleun… haega kkuneun kkum, 1992) y Threesome (Saminjo, 1997).
Sin duda, Park ha ganado su prestigio con perseverancia, demostrándole al mundo que el séptimo arte surcoreano tiene mucho que contar. Para honrar su trayectoria y celebrar su cumpleaños número 55, enlistamos las producciones que le han convertido en uno de los directores asiáticos más impactantes de todos los tiempos.
Sympathy for Mr. Vengeance, 2002
La primera entrega de la Trilogía de la venganza, a diferencia de sus sucesoras, nos engaña con su aparente parsimonia. Provoca que generemos expectativas que no estarán a la altura de los golpes que realmente nos dará.
El la cinta conocemos a Ryu, un sordomudo que busca desesperadamente una elevada suma de dinero para poder costear el trasplante de riñón que su hermana necesita con urgencia. En el frenesí por encontrar una salida, resulta estafado por traficantes de órganos y forzado a recurrir a una extrema solución: secuestrar a la hija de su exjefe para pedir un rescate que solvente la operación que salvará a su familiar.
El desolador panorama que presenciaremos en la casi hora y media que dura el largometraje, no obstante, no consiguió el reconocimiento que merecía hasta que Oldboy (2003) deslumbró a la taquilla creando un antes y un después en el cine oriental.
Oldboy, 2003
Las imágenes creadas por Park conmocionan en una era en que el exceso de violencia nos ha deshumanizado. Esto es posible porque sus filmes entregan mucho más de lo quitan en cuanto a los sentimientos del espectador. Si nos muestra a un personaje desvalido y nos hace rogar por una resolución positiva para él/ella, se hace cargo y nos regala una catarsis superior que el gore. Si hace que el personaje logre su meta, luego nos recordará sin gentileza que nada es gratis (ni siquiera cuando parezca que realmente lo merecemos sin dar nada a cambio).
Por eso no es extraño que el martirio que vive Oh Dae-su —interpretado por el icónico Choi Min-sik —y el desarrollo de sus circunstancias nos revuelvan el estómago y la mente. Tras ser secuestrado durante 15 años, el protagonista nos arrastra a una vorágine de culpa, ira y hambre de venganza hasta encontrar el terrible motivo por el que estuvo privado de libertad.
Con este, su título emblemático por excelencia, Park nos mostró escenas que aún nos dan escalofríos. ¿Cómo olvidar el pulpo vivo de la cena, el martillo apunto de dar un feroz golpe y ese final que nos descolocó a todos?
Sympathy for Lady Vengeance, 2005
Dejando atrás lo fascinantemente grotesca que resultó Oldboy, esta última entrega de la trilogía destaca por su desarrollo metódico y elegante. Aquí vemos una variación respecto a las entregas anteriores: la venganza no es personal, sino que compartida. Un fin que consume y reclama por una justicia que es canalizada a través de Lee Geum-ja, una mujer encarcelada por un crimen que no cometió.
La protagonista se declara culpable del asesinato de un niño para poder proteger a su hija. En su tiempo como reclusa planea la venganza del real responsable, desquite que culminará en una devastadora secuencia en que un grupo de víctimas torturará al victimario.
Pero después de conseguir lo que tanto anheló, ¿por qué sentimos un vacío? La película no tiene esperanza. Por el contrario, nos reitera que lo más visceral no es la redención de Geum-ja, sino que los niveles de agresión a los que es capaz de llegar el ser humano. Y aún más preocupante: el escaso límite que existe entre lo justificable y lo condenable.
I am a cyborg, but that’s ok, 2006
¿Qué hacer después de la Trilogía de la venganza? ¿Cómo superar la impronta de Park y qué esperar de lo que vendrá en la lista?
Tratándose de él, no podía ser menos que un cambio drástico. Una vuelta en 360 de género y de método para calar en nuestras emociones. Ese es el núcleo de esta nostálgica comedia romántica. El cineasta se arriesgó a un suicidio profesional y salió airoso, callando a todos los escépticos de sus recursos narrativos.
En un relato ambiguo y que revela la infinita imaginación del director, conoceremos a una paciente psiquiátrica que cree ser una robot de combate, y al particular chico que se enamora de ella, un desadaptado que asegura poder robar el alma de otros. ¿El encanto de dicha unión? La forma fantástica y cuidada en que se tratan sus trastornos.
Thirst, 2009
Aún en la veta fantástica, Park regresa con su versión de una criatura mitológica ya sobre explotada artísticamente: el vampiro. Por medio de fotogramas que crean una atmósfera que perturba, nos habla sobre un sacerdote que enfrentará un trágico porvenir luego de contraer una enfermedad en África, lugar que visita para encontrar la cura de un virus letal que aqueja a la población.
Aunque no pareciera un guión original, su realización significó el Gran Premio del Jurado de Cannes para el surcoreano, gracias a su fórmula con un comienzo tremendamente intelectual y prometedor, que va desenvolviéndose en un caos de sexo, muerte y desenfreno.
Para esta entrega, de todos modos, la crítica está dividida. Muchos la consideran un largometraje agotador y pretencioso; para otros resulta un híbrido seductor que sirve de bálsamo ante los clichés de lo prohibido.
Stoker, 2013
Pocas veces se ha retratado un despertar sexual de forma tan perversa como en Stoker, el debut hollywoodense de Chan-wook. La transición hacia la adultez de India —la protagonista —, estará cargada de un nihilismo siniestro que será alimentado por su tío Charlie, quien decide quedarse una temporada en su casa tras la muerte del padre de ella.
Con su exhaustivo afán por la fotografía exquisita, Park nos asfixia en un invernadero de tensión y erotismo, en que la lujuria por la sangre dejará clara lo retorcida que es la naturaleza humana y, también, que existen cosas que sólo la familia puede comprender.
The Handmaiden, 2016
Como se puede inferir de los exponentes arriba, la atención de Park aquí se centra en el sexo más que en la violencia explícita (lo que no quiere decir que la depravación disminuya). O, en otras palabras, en la pornografía con sentido. Una pieza meticulosa que narra los sórdidos instintos del hombre y la mujer, sin importar que su base esté en extremos como el amor y la codicia.
En esta fábula encontramos a la carterista Sook-hee, encargada de manipular a la heredera de una enorme fortuna, Hideko, para convencerla de que se case con su empleador, el conde Fujiwara. ¿El objetivo? Después de consumar el matrimonio, juntos internarán a la víctima en un psiquiátrico para repartirse su fortuna. ¿La vuelta de trama? A través de tres partes que dividen la cinta descubriremos qué ocurre cuando los sentimientos obstaculizan los planes y cómo la traición está a la vuelta de la esquina.
Bonus: Join Security Area, 2000
Con un compás intrigante y un erudito uso del flashback, el cineasta explora con JSA el delicado tema de la frontera acorazada —la DMZ —entre las dos Coreas. En este thriller dramático, nos cuenta el hallazgo de los cadáveres de dos soldados norcoreanos presuntamente asesinados por un oponente surcoreano. Para encontrar al verdadero culpable, la Mayor Sophie E. Jean es asignada al caso por el Departamento de Inteligencia Militar suizo. El misterio está en que el arma del soldado sólo tiene capacidad para 15 balas y en la escena del crimen se encontraron 16.
El valor agregado de este largometraje es un tópico inusual en la trayectoria del director: la amistad. Y ésta es presentada con su estampa distintiva de hacernos sufrir y disfrutar a partes iguales.
Si una cualidad se debe enmarcar de Park Chan-wook es que no nos brinda nada en bandeja. No sin una consecuencia que nos haga analizar sus historias minutos, días y hasta años después conocerlas. Esto, llevándonos a reflexionar sobre cuánto remeció nuestra perspectiva del mundo psicológica, filosófica y dramáticamente.
El real significado de su obra no termina cuando apagamos el televisor o cuando nos levantamos de nuestra butaca. Al revés, ahí es cuando apenas comienza.