“Oldboy”, ríe y el mundo reirá contigo, llora y llorarás solo
La venganza es un plato que se sirve frío…pero que sabe muy bien. Y es que sin importar lo que nos hagan ni todo el daño que nos hayan infligido, a veces la mejor opción no es el perdón ni mucho menos el olvido; no, sino hacer valer la antiquísima regla del ojo por ojo y diente por diente. A fin de cuentas, se dice por ahí que la piedad es para los débiles, y uno de los ejemplos más claros sobre esto nos lo da la cinta Oldboy (2003), del director Chan-Wook Park.
Oh Dae‑su (Choi Min Sik) es un hombre que por alguna extraña y misteriosa razón ha sido encerrado en un calabozo durante quince años. Un día, sin mayores explicaciones es liberado en la azotea de un edificio, a partir de ese momento comenzará una serie de investigaciones que lo llevan a dar con su captor y así descubrir el porqué de que fuera encerrado durante tanto tiempo; sin embargo, en su vida se cruzará la joven Mi-do (Kang Hye‑jung), una mujer que lo ayudará en su camino de venganza pero que, a la vez, se convertirá en su mayor debilidad.
La película de principio a fin es una obra maestra sobre la venganza, pues desde un inicio se nos presenta el rostro lleno de ira y locura de Oh Dae‑su, a quien vemos sujetando a un hombre por su corbata para evitar que éste caiga por un edificio. Y aunque con esto se nos da a entender que es el mismo Dae-su quien está intentando matar al desafortunado sujeto, la trama retrocede 15 años atrás para explicarnos lo que estamos mirando.
La verdadera historia comienza con este retroceso, cuando se nos muestra a un Oh Dae‑su totalmente ebrio e impertinente dentro de una estación policiaca el día en que su hija cumple años. Y aunque es liberado gracias a la intervención de un amigo, apenas salen a la calle el protagonista desaparece misteriosamente en un abrir y cerrar de ojos. Todo indica que ha sido secuestrado pero, ¿por qué y por quién?
Sin darnos una explicación ni un contexto previo, la siguiente toma que vemos es a Oh Dae-su dentro de una habitación que sirve de calabozo, donde el mismo protagonista nos narrará los terribles eventos que tuvo que soportar dentro de esas cuatro paredes durante 15 años, mismo tiempo en el que fue drogado, hipnotizado y torturado psicológicamente sin un motivo aparente. Por supuesto, Dae-su aprovechó los días para entrenar su cuerpo y estar listo para asesinar a quien le haya hecho eso, una vez logre escapar de allí.
Lo que nuestro protagonista no sabe es que la libertad es lo peor que le podrá suceder en la vida, aún más que todos los tormentos que tuvo que soportar dentro de su celda-habitación. Y es que apenas es liberado sin explicarse el por qué estuvo encerrado, Dae-su comienza una serie de investigaciones para dar con su captor, mismas pesquisas que lo llevarán a conocer a Mi-do, una mujer que quedará cautivada con su historia y quien lo ayudará a vengarse.
No obstante, la cinta comienza a tomar tintes turbios cuando el hombre se da cuenta de que quizá nada de lo que ocurre -ni siquiera los avances que tiene en sus descubrimientos- sean logros propios, sino que todo podría ser parte de un plan y nada está echado al azar, pues se percatará de que tanto los eventos como las personas que se cruzan en su camino pueden ser sólo engranes de una perversa maquinaria cuyo combustible es la venganza.
La cinta bien podría haberse convertido en una historia de amor entre el protagonista y Mi-do, sin embargo, los secretos que se nos van revelando durante la trama ocasionan que el suspenso crezca con cada minuto, pues a pesar de que Dae-su llega a conocer a su captor y tiene la oportunidad de asesinarlo y cumplir su venganza, éste prefiere dejarlo vivir con tal de continuar con sus investigaciones y descubrir la razón por la que lo encerró; decisión que le costará no sólo su integridad física sino también mental, pues lo que descubrirá al final del camino transformará lo que pudo haber sido un tierno romance en una completa tragedia.
Ahora bien, además de increíbles y retorcidos giros de tuerca en la historia, así como de una excelente trama llena de emoción y suspenso, Oldboy nos regala diversas secuencias por demás emocionantes, tal y como lo es un plano secuencia durante una pelea a cuchillos y martillos que fácilmente puede pasar a la posteridad como una de las mejores escenas del celuloide. Más importante aún, es que la película nos enseña que la venganza y la piedad efectivamente son para los débiles, aunque esto signifique echar a perder toda una vida con tal de saciar una sed que sólo se puede apagar con sangre.