“El hoyo”, la terrible avaricia y el egoísmo del ser humano

- Por

El ser humano, como animal que es, tiene el instinto de sobrevivir a costa de todo, pero en un mundo que se rige por la supremacía de los más poderosos, la supervivencia se consigue a costa del egoísmo, la avaricia y el más mínimo sentimiento de poder. Para darnos un ejemplo de esto, llega El Hoyo, la cinta de ficción ganadora en el Festival de Sitges.

Un hombre despierta en el piso 48 de un edificio subterráneo. Su compañero de encierro le explica que están en un lugar donde cada mes despertarán en un piso diferente y, conforme más abajo estén, más difícil será conseguir comida de los niveles superiores. Ambos deberán hacer lo posible por seguir con vida, desde luchar contra la locura hasta aceptar el canibalismo.

El hoyo

El director Galder Gaztelu-Urrutia nos presenta una magnífica película distópica, donde a pesar de estar situada en un futuro tal vez no muy próximo pero tampoco tan alejado, enseña que la rapiña y la voracidad humana (tanto alimenticia como social) serán las mismas sin importar la época.

¿Lo mejor de todo? Lo expone a través del uso de pocos escenarios y usando la comida como el principal motivo de discordia y de nseñanza.

Así, veremos cómo Goreng (Iván Massagué) se encuentra recluido en una especie de prisión subterránea, donde cada mes es puesto en una “celda” diferente y con un compañero nuevo. No obstante, a pesar de que cada uno de los personajes tiene una personalidad que va de lo psicópata a lo comprensivo, cada uno muestra su verdadera forma de ser cuando la comida llega a su piso en menores cantidades que en la de los niveles superiores.

El hoyo. Fuente: Cinemanía

Esto da como resultado una excelente crítica que deja al descubierto el terrible egoísmo y la voracidad del ser humano, donde no importa el bienestar de los demás, sino el de uno mismo.

El hoyo deja en claro que lo importante en este mundo es “joder para no ser jodido”, denigrar y maltratar a aquellos que están por debajo nuestro (en peores situaciones socioeconómicas) solo porque podemos hacerlo, o bien, porque vivimos bajo la regla del “si yo ya sufrí, los demás también deben sufrir”.

Esto lo representa al mostrarnos cómo los prisioneros de los niveles superiores (que tienen la oportunidad de devorar antes que todos la comida que deseen) prefieren llenarse hasta el hartazgo en vez de racionar el alimento para los pisos inferiores.

El hoyo
El hoyo. Fuente: SER

Asimismo, los pisos de más abajo no solo hacen lo mismo, sino que no conformes con ello prefieren “cagar y vomitar” sobre el alimento antes que permitir que los que siguen lo disfruten.

Esto provoca que el protagonista y los demás personajes poco a poco sucumban al egoísmo y a la locura, “gozando” cuando se encuentran en los niveles superiores, pero aceptando el asesinato, la mutilación y el canibalismo cuando están en los inferiores.

Qué mejor ejemplo, entonces, para demostrar que la estirpe humana ―o gran parte de ella― prefiere sufrir y hacer sufrir a los demás antes que unificarse, apoyarse y escuchar razones.

El hoyo. Fuente: QCine

El hoyo también muestra a quienes prefieren ayudar y razonar, pero dejando en claro que por lo general son quienes más sufren y menos reciben en el proceso de conseguir un cambio para todos.

Por esta razón, este trabajo de Gaztelu-Urrutia resulta una maravilla cinematográfica, pero una cruda y cruel metáfora del mundo.