“Overlord”, entre zombies y soldados nazis mutantes
Grande fue la sorpresa cuando hace ya algunos meses se supo que J.J. Abrams había filmado en secreto Overlord (2018), la cual, “oficialmente” sería la cuarta entrega de la saga Cloverfield. Lo raro es que cuando esto se dio a conocer no se sabía casi nada sobre la tercera parte de la franquicia, es decir, God Particle (aún sin fecha de lanzamiento), por lo que resultaba sospechoso la realización de una nueva secuela sin que antes se estrenara su antecesora; sin embargo, tiempo después se declaró que Overlord fue dirigida por Julius Avery (con Abrams sólo como productor) y sería una cinta independiente del universo Cloverfield.
Este filme presenta la historia de un batallón bélico estadounidense durante la segunda guerra mundial, el cual tiene como misión destruir una torre de control para que sus barcos y aviones puedan desembarcar en territorio nazi. Sin embargo, lo que los soldados encuentran en las profundidades del lugar es una zona donde la raza aria lleva a cabo terribles experimentos en humanos con tal de crear un ejército inmortal.
Wyatt Russel protagoniza esta película dando vida al capitán Ford, quien debe comandar al grupo de soldados encargados de la misión que dará pie al llamado Desembarco de Normandía. Sin embargo, en esta ocasión no vemos nada cercano al Día D presentado en cintas como Dunkerque (2017) o The Darkest Hour (2017), pues aquí no hay negociaciones políticas ni conquistas de playas. En cambio, lo que la película presenta es una mezcla entre una ligera película de terror del género zombie con elementos nazis y, por supuesto, uno que otro científico loco que busca crear vida eterna…o al menos al soldado eterno.
Aunque en un principio Overlord se muestra como un filme más de guerra en la que debemos ver a un grupo de soldados cumplir su misión y nada más que su misión, poco a poco la trama va presentando elementos que hacen que la historia pase de un escenario bélico a uno totalmente desconocido y siniestro. Sin embargo, es precisamente este factor el que ocasiona que la cinta se sienta como un producto que no pertenece a un género ni a otro; pero vayamos por partes.
En un inicio se nos muestra un escenario lleno de adrenalina entre aviones explotando y, literalmente, fuego en el cielo, lo que daría a entender que las casi dos horas de duración de la película estarán llenas de acción. Sin embargo esto no es así, lo cual si bien no es malo, ocasiona que el ritmo de la trama decaiga poco a poco hasta que llega el momento en que parece que nada interesante está sucediendo, o al menos nada diferente a otras películas bélicas.
Esto ocurre porque poco más de la mitad del metraje se enfoca en la misión del pelotón, así que lo que se mira durante todo este tiempo no es sino la planeación que los soldados realiza para destruir la torre de control enemiga. Por supuesto, en su camino se encuentran tanto con aliados franceses como con enemigos nazis, así que lo interesante es ver las relaciones que forman con los primeros para no ser descubiertos y asesinados por los segundos; y aunque todo lo que sucede en este tiempo es entretenido hasta cierto punto, también se genera la sensación de estar viendo la secuencia inicial de Inglourious Basterds (2009), de Quentin Tarantino, -aquella en donde Shosanna y su familia están escondidos en el sótano para no ser capturados por Landa- sólo que estirada al máximo.
Hablando del grupo de soldados americanos, ocurre algo bastante curioso con ellos, pues si bien son comandados por Wyatt, este personaje no tiene tanto protagonismo debido a que la película se toma su tiempo para darle un espacio considerable por separado en pantalla a todos los miembros de este batallón, lo que ocasiona que ninguno de ellos sobresalga entre los demás (al menos no antes del final de la cinta), dando así un buen equilibrio para conocerlos pero sin enfocarse estrictamente sobre alguno. Asimismo, entre ellos se presenta una camaradería que da pie a varias partes de humor tanto voluntario como involuntario; aunque claro, sin llegar a las exageraciones que Shane Black cometió con sus propios soldados en The Predator (2018).
En cuanto a la fortaleza de Overlord, ésta llega cuando ha pasado un poco más de la mitad de la cinta, justo cuando uno se pregunta “¿Dónde están los zombies-súper soldados que el tráiler tanto prometió?”, ya que estos aparecen poco a poco: primero mediante la muestra de una serie de atroces e inconcebibles experimentos con cadáveres, y finalmente en el clímax de la historia. Sin embargo, no está de más decir que estos personajes no pueden catalogarse como zombies al 100%, pues aunque algunos son cadáveres reanimados, no cuentan con las características de los no muertos clásicos (ya saben: caminar lento, devoradores de carne humana, faltos de razón, etc.), así que se les podría catalogar mejor como “soldados mutantes” dignos de ser creaciones del Dr. Frankesntein.
Más importante aún es que sin contar con una excesiva cantidad de escenas gore ni de muertos vivientes, hacía el final de la película la trama poco a poco adquiere tintes de terror, aunque más que un terror anímico termina por ser uno visual, pues si bien la cinta no genera miedo alguno, sí es interesante ver las mutaciones que los experimentos nazis generan sobre los cuerpos en los que prueban sus químicos. Así, por fortuna el final del metraje resulta bastante entretenido, pues termina por ser una mezcla de acción-terror llena de explosiones y peleas entre humanos y no muertos, que a fin de cuentas la película se trata de esto y nada más.
En resumen, aunque tal vez Overlord no llegue a ser una cinta que sea recordada durante mucho tiempo, termina por cumplir su objetivo que no era otro más que el de presentar masacres entre soldados y “zombies”. Y es que a pesar de que poco más de la mitad de la cinta puede sentirse un tanto lenta, por fortuna sus momentos finales están llenos de emoción; aunque para aquellos que deseen ver un poco más de protagonismo por parte de soldados-nazis-mutantes, puede que Frankenstein’s Army (2013) sea una mejor opción para ver.