“La casa de Jack”, un contemplativo y psicópata Lars Von Trier
Tendencioso y presuntuoso para algunos, sublime y admirable para otros, pero para nadie es indiferente el hombre llamado Lars Von Trier, quien desde el famoso «Dogma» ha dejado en claro que no está aquí para complacer, mucho menos para ser comprendido ni entendido, sino simplemente para hacer cine a su estilo y nada más, sin importar lo que se diga para bien o para mal. Ahora, este director está de regreso con La casa de Jack (The House That Jack Built, 2018), una película de terror psicológico que simple y sencillamente manda todo al diablo.
Jack (Matt Dillon) es un hombre obsesivo compulsivo cuyo mayor sueño es construir su casa perfecta gracias a una gran herencia que recibió. Sin embargo, como todo humano tiene un pequeño y oscuro secreto: es un imparable asesino en serie con una fijación especial por la tortura física y psicológica contra las mujeres.
El pretencioso asesino
Lars Von Trier llega con esta cinta que podría ser considerada como una obra controversial y pretenciosa pero, al mismo tiempo, genial y pulcra. Esto sucede porque equilibra bastante bien ambos aspectos, sin embargo vayamos por partes.
Con el paso de los años hay quienes tachan a Von Trier de ser un hombre pretencioso que sólo busca aderezar sus historias valiéndose de ritmos lentos en su trama y secuencias llenas de simbolismos que a veces pueden sentirse un tanto inconexas entre ellas y cuyas escenas explícitas no carecen de contenidos sangrientos y sexuales. Ahora, por fortuna para sus devotos más fieles y quizá para desagrado de sus detractores, La casa de Jack es una más de estas cintas.
La historia de Jack –interpretado de forma magistral por un increíble Matt Dillon– se cuenta de forma anacrónica y cíclica al estar dividida en seis historias diferentes, donde vemos a este hombre asesinar principalmente a mujeres en cinco de ellos. Asimismo, en cada uno de estos segmentos se nos explica un poco mejor la vida de este psicópata, presentándonos desde breves recuerdos de su infancia hasta sus relaciones personales y amorosas.
Lo interesante, por supuesto y como habíamos dicho antes, es que esto ocurre en medio de simbolismos y secuencias muy al estilo de Von Trier. De esta forma el cineasta se vale del dialogo entre Jack y un misteriosos hombre llamado Verge (Bruno Ganz) para contarnos mejor los motivos que el psicópata tiene para asesinar; sin embargo, la conversación entre estos dos personajes en todo momento ocurre en una voz en off, pues no es sino hasta el final de la cinta que los vemos interactuar de forma directa y cuya historia mostrada a manera de un epílogo conforma el sexto segmento de la cinta.
La charla entre estos dos hombres representa la parte reflexiva de la película, pues mediante su conversación Von Trier recalca el hecho de que hasta el asesinato y la violencia están dotados de belleza y arte. En la película esto se muestra a través de la banda sonora y algunas cuantas secuencias de bellas artes que aparecen de forma fugaz; así, la mitad de la música se presenta mediante varios videos y audios de Glenn Gould –uno de los pianistas más importantes de este siglo- cuyas interpretaciones se escuchan en las partes más contemplativas de la cinta; asimismo hay breves clips en los que se aprecian pinturas de William Blake y otros cuadros que hacen alusión a lo divino, lo sublime y hasta a la cacería, en referencia al narcisismo de Jack, quien sólo ve a los hombres y mujeres como meras presas.
El sádico y pervertido psicópata
Si esta película funciona es en gran parte por Matt Dillon, quien nos entrega una de sus mejores interpretaciones y consiguiendo así dotar a esta historia de un bien logrado terror psicológico. Por ello dejemos de lado todo simbolismo y significados para enfocarnos en la parte cruel.
Jack es un asesino en serie como cualquier otro, pues no sólo cumple todos los parámetros para ello, sino que al igual que estos personajes suele matar a sus víctimas de una forma brutal pero, también, gusta de coleccionar ciertos trofeos que le recuerden sus crímenes. Asimismo es un individuo bastante peligroso debido a que elige a sus víctimas al azar y de forma indiscriminada, aunque si bien asesina tanto a hombres como a mujeres, ciertamente se ensaña de una forma mucho más cruel con estas últimas.
Asimismo el actuar y la forma de comportarse de su personaje fácilmente recuerdan a otros asesinos seriales de la vida real, pues termina por ser un hombre carismático pero a la vez dominante al más puro estilo Ted Bundy, así como con aires de superioridad cual Zodiaco pero, además, con un gran sadismo que le permite cercenar cuerpos como todo un Jack el destripador.
Sin embargo uno de los elementos más curiosos es su personalidad, ya que además de ser un psicópata, es también un maniático que sufre de un trastorno obsesivo compulsivo y una vez que le quita la vida a sus víctimas, debe limpiar una y otra vez la escena del crimen, con tal de no dejar rastros, lo cual puede ser tanto gracioso como estresante para espectador.
De esta manera Lars Von Trier logra crear una cinta bastante equilibrada al contar una historia muy a su estilo llena de simbolismos pero mezclándola con una trama muy acorde al cine de terror psicológico actual. Es por esto que a pesar de que la historia pudiera sentirse bastante lenta gracias a su extensa duración, no se percibe como una obra incomprensible ni densa, por lo que aquellos que no gusten de la brutalidad de Jack podrán enfocarse más en el significado de las referencias artísticas, mientras que quienes prefieran no dar tanta importancia a esto, bien pueden entretenerse con la parte psicológica y brutal del asesino.
Por último es importante resaltar el hecho de que en esta cinta nadie saldrá bien librado, pues niños, hombres, mujeres, ancianos y hasta animales saldrán lastimados, lo que podría percibirse como la forma en que este director deja en claro que en estos tiempos tan políticamente correctos, a veces lo mejor es mandar todo y a todos al diablo.