“Dumbo”, la verdadera historia llena de desamor, alcoholismo y maltrato
En 1942, Walt Disney llevó al cine la adaptación de Dumbo, la historia de un tierno bebé elefante quien, gracias a sus enormes orejas y su entrañable inocencia, logró conquistar el corazón del espectador. Sin embargo, pese a ser una película infantil también fue capaz de perturbar a más de uno –sobre todo por aquellos elefantes rosas- y, aun así, estamos seguros que ni todo el miedo ni todo el cariño del espectador es capaz de imaginar el horror que se esconde tras la verdadera historia de este pequeño paquidermo.
Aunque ficción, la historia que presenta Walt Disney no es muy diferente a lo que sucedió en la realidad, pues de hecho podríamos decir que se trata de la versión “infantil” de un cuento que nunca se le diría a un niño antes de dormir, o de una anécdota que tampoco se le contaría a alguien con un corazón lo suficientemente sensible como para no soportar el sufrimiento animal. Así que tomen esto como advertencia para lo que están a punto de leer.
La tragedia comenzó en 1862, cuando un pequeño elefante con apenas dos años y medio de edad fue capturado –después de ver cómo su madre fue asesinada, según se dice- por un grupo de cazadores en Abisinia, África, quienes lo bautizaron como Jumbo para posteriormente trasladarlo a París, una ciudad de la cual no pudo disfrutar (como cualquier otra cosa a lo largo de su vida) debido a que inmediatamente fue canjeado por un rinoceronte en un zoológico de Londres en 1865.
El dueño del zoo era Abraham Bartlett, un hombre que vio en Jumbo una mina de marfil, pues a pesar de las advertencias que le hicieron sobre los elefantes africanos, los cuales tenían como mayores características su enorme tamaño y su temperamento violento, decidió quedarse con el pequeño animal. Asimismo la ambición de Bartlett fue tanta que decidió tentar a la muerte, pues si bien las palabras que este personaje usó para describir al elefante es que “Nunca había andado por los caminos de Dios una criatura más deplorable y enferma”, el destino quiso ser cruel y decidió que la muerte del paquidermo no llegaría tan pronto.
Afortunadamente para Jumbo en su vida se cruzó un hombre que sería su único y verdadero amigo, Matthew Scott, su cuidador. Sin embargo y como toda relación amistosa, sobre todo aquellas que se dan entre un hombre y un animal indefenso, el cariño que surgió de dicha relación fue tan fuerte y puro como lastimero y fatal, pues el amor de Jumbo hacia Scott creció tanto que no sólo era incapaz de mantenerse alejado de éste, sino que el elefante incluso rechazó la convivencia con una hembra de su especie con tal de mantenerse junto a Scott.
Después de todo no era raro que entre ellos brotara un cariño tan grande, pues de acuerdo con los testimonios, tanto hombre como elefante no sólo durmieron juntos durante meses, haciéndose compañía uno al otro en sus frías noches, sino que ambos estaban conectados por una poderosa cadena unida con eslabones de soledad, la cual los unía de una forma que, aunque llena de buenas intenciones, terminó en grandes heridas y sufrimientos para el pobre Jumbo.
Y si bien este sufrimiento comenzó cuando el elefante era apenas un cachorro, no fue sino hasta que comenzó a ser la atracción principal del zoológico que las cosas empeoraron, pues durante los 15 años que fue obligado a trabajar en Regent’s Park tuvo que soportar –literalmente- el peso de cientos y cientos de niños (entre los que se incluyó un joven Winston Churchill) que hacían largas filas esperando su turno para pasear sobre su lomo. Sin embargo, ya sea por el calor humano o simplemente por ganarse un premio, Jumbo pareció nunca quejarse de esto gracias a que era recompensado con una gran cantidad de pasteles, una dulce dieta que lo ayudaba a soportar la amargura de su vida.
Sin embargo, para 1880, cuando el elefante tenía casi 20 años de edad, comenzó a comportarse de una manera por demás violenta, haciendo grandes destrozos y alejando a todo mundo excepto a su cuidador favorito. Ahora, si bien todos veían que Jumbo se calmaba rápidamente con la presencia de Scott, lo que no conocían era que este último tenía un truco especial para calmarlo, y no, no eran cariños ni buenos tratos, sino embriagarlo con whisky hasta que el pobre animal terminaba totalmente ebrio.
Llegado a este punto cabe mencionar que tras la muerte del animal, arqueólogos analizaron sus restos, percatándose que los arranques de furia que el elefante tenía se debían a su alimentación con pasteles, pues le causaron un daño irreparable a su dentadura, tendiendo que soportar terribles dolores que no podía comunicar.
Lo peor de todo es que no sólo los pasteles fueron los causantes de sus males, sino que según los mismos arqueólogos, el peso que Jumbo tuvo que cargar diariamente durante años terminó por afectar sus articulaciones, lo cual debió causarle un dolor inimaginable. Para darse una mejor idea de esto, mientras Jumbo tenía sólo 20 años, su esqueleto era el de un elefante no menor a los 50 años de edad.
Ahora, lo que han leído hasta ahora sólo es la primera parte de la pobre vida de este mamífero, pues con tal de librarse de él antes de que causará daño a alguien, Barteltt vendió a Jumbo al empresario circense P.T. Barnum, estadounidense que ofreció por el animal 20 mil libras esterlinas.
Así, al llegar a los EEUU y cual si de un King Kong se tratara, Jumbo se convirtió en una gran atracción, sobre todo por su gran altura comparada con la de otros de su especie, llegando a medir más de tres metros. Sin embargo, los más optimistas afirman que el traslado a Norteamérica fue lo mejor que le pudo pasar al elefante, pues si bien continuaba siendo explotado, al menos ahora realizaba viajes por todo el país en compañía de otros paquidermos, quienes fueron lo más cercano a una familia para él. Es decir, Jumbo continuaba sufriendo, sí, pero ya no lo hacía en soledad.
Por desgracia esta compañía no le sirvió durante mucho tiempo –aunque en sus circunstancias cabría preguntarse si lo siguiente en verdad fue una desgracia-, ya que la vida del elefante terminó como comenzó: llena de dolor, tragedia y explotación.
Cabe mencionar que existen dos versiones sobre la muerte de Jumbo, aunque de cualquier forma ninguna de las dos es feliz:
La tragedia culminó de una manera horrible en 1885, en Saint Thomas, cuando el circo estaba listo para partir a su siguiente destino. En las jaulas casi todos los animales estaban ya encerrados, sólo faltaba la gran estrella Jumbo y un bebé elefante de nombre Tom Thumb, sin embargo, cuando estaban a punto de subir al vagón, una locomotora fuera de control se apresuró hacía el pequeño Tom, quien hubiera muerto de no ser porque el coloso Jumbo se interpuso con su gran cuerpo entre éste y el tren, sacrificando su vida con tal de que el más joven viviera.
Sin embargo la otra versión cuenta que la muerte de Jumbo no tuvo nada de heroica ni mucho menos de romántica, pues se afirma que no hubo ningún sacrificio ni tampoco otro elefante bebé, pero sí otro ferrocarril que no pudo detener su marcha cuando el gran animal estaba a punto de subir a su tren, impactándole de una forma tan brutal que le generó una hemorragia interna, siendo esto la causa de la muerte del coloso.
Y aunque el sufrimiento de Jumbo terminó a los 24 años, no así su explotación, ya que tras su fallecimiento el empresario Barnum decidió sacar provecho de sus restos, así que vendió los enormes huesos del paquidermo a Richard Thomas, arqueólogo de la Universidad de Leicester en el Reino Unido. De igual forma decidió disecar el cadáver, exhibiéndolo en cada lugar al que el circo llegaba y, donde a todo aquel que estuviera dispuesto a pagar unas cuantas monedas, le contaba la leyenda del animal que sacrificó su vida en un último acto de amor por otro de su especie.
La historia de este elefante llegaría años más tarde a los oídos de Helen Aberson, quien en 1939 escribió “Dumbo”, un cuento infantil que a pesar de no contar con un gran éxito comercial llamó la atención de Walt Disney, cuyo estudio llevó la vida del animal en 1941 a la película animada que ya todos conocemos.
La verdadera historia de Jumbo puede conocerse mejor en el documental de la BBC Attenborugh and the Giant Elephant (2017).