“La cura siniestra”, una atroz medicina para un alma podrida
No importa qué tan rico o pobre se sea ni a qué raza se pertenezca, al final podríamos decir que el bienestar más básico del hombre se resume a una palabra: salud. Así, bien se podría ser el mendigo más saludable o el millonario más frágil y enfermizo; alguien cuyo peor malestar es sólo un resfriado o un desdichado con una enfermedad terminal; al último las dudas son las mismas: ¿cuánto estamos dispuestos a pagar para mantenernos sanos? ¿Cuál es el precio de una vida eterna? ¿Vale la pena el sacrificio? Gore Verbiski nos da una cruda respuesta en La cura siniestra (A Cure for Wellness, 2016), donde nos enseña que a veces el remedio es peor que la enfermedad.
Lockhart (Dane DeHaan) es un joven y ambicioso corredor de bolsa de Wall Street que debe viajar a los Alpes suizos para traer de vuelta a un importante socio, quien ha decido pasar una larga estancia en un placentero spa. Sin embargo, cuando llega al lugar se percata que por alguna extraña razón los clientes se niegan a irse, además de que parecen estar obsesionados con los siniestros métodos de relajación del balneario.
Verbinski se vale de una premisa tan simple como lo es el hecho de que el dinero no lo es todo en esta vida, para contar una historia llena de misterio, fantasía y terror con tal de realizar una interesante crítica a la ambición, el egoísmo y la obsesión con la vida eterna o, mejor dicho, del miedo a la muerte.
Así, en un inicio la cinta nos cuenta las intenciones de un grupo de empresarios que, cual caníbales con traje y corbata, sólo les importa devorar económica y anímicamente a todo aquel que puedan exprimirle hasta el último centavo, por lo que encomiendan a Lockhart, uno de los suyos, a traer de vuelta a como dé lugar al CEO de la empresa, cuya firma hace falta para completar un negocio multimillonario.
Hasta este punto la trama pareciera no tener nada fuera de lo común, pues a fin de cuentas vemos a hombres de negocios hacer lo que mejor saben, aunque este escenario cambia muy pronto cuando el protagonista llega a las inmediaciones del spa donde está “recluido” el CEO de la compañía. Además, de forma muy temprana la historia deja en claro que dentro de aquellas paredes se oculta un terrible mal, pues se remarca muy bien que el joven empresario no sólo no es bienvenido en aquel sitio, sino que incluso todos los campesinos de los alrededores se comportan sumamente misteriosos, cual si ocultaran algo por demás turbio.
Sin embargo el comportamiento de los aldeanos no es nada comparado con el de los pacientes, los enfermeros y los doctores del psiquiátrico, pues si bien antes mencionamos que se trataba de un spa exclusivo para gente millonaria, tan sólo bastan unos cuantos segundos para percatarse que dicho sitio pareciera ser más una institución mental que un lugar destinado al descanso.
Esto se debe tanto a los ancianos allí recluidos como a sus terapeutas, pues tanto los unos como los otros se comportan de maneras en extremo misteriosas, principalmente una frágil paciente llamada Hanna (Mia Goth) y el director de la institución, Volmer (Jason Isaacs). Ahora bien, son estos dos personajes junto con el de Lockhart los que hacen que la trama funcione, pues es gracias a la interacción entre los tres que los misterios se revelan poco a poco.
No obstante debemos decir que si bien el desarrollo es interesante y atrapa fácilmente al espectador, por momentos es bastante difícil mantener la atención debido a sus dos horas y media de duración. Sin embargo, no por ello estamos diciendo que la historia sea pesada o aburrida, sino más bien temblorosa al contar con varios altibajos en su ritmo, ya que por momentos atrapa de lleno al espectador, pero por otros lo pierde totalmente.
Vayamos a lo primero. La cura siniestra es una obra que genera una emocionante intriga debido a la forma de mantener oculto el secreto principal de la historia, lo cual consigue gracias a Lockhart y Hanna, quienes lentamente descubren el verdadero objetivo de los drásticos métodos de relajación que se usan en el lugar.
Asimismo, tanto la fotografía de la película como las locaciones de ésta ayudan a generar una atmósfera de gran tensión y terror no sólo por la soledad que transmiten, sino por el ambiente claustrofóbico y mal sano –casi despreciable– que expiden. Claro, si a esto sumamos el violento comportamiento de los terapeutas y del director del spa, al igual que la forma sumisa de ser de los pacientes, es fácil sentir una gran sensación de impotencia y desesperación durante varios momentos, más no en toda la película.
Por desgracia esto último ocurre no sólo por su larga duración, como dijimos antes, sino porque una vez que se dan los elementos suficientes para descifrar los enigmas que guardan el spa y sus residentes, la historia decae demasiado debido a que aporta muy pocos giros que causen la sorpresa necesaria para mantener la atención del espectador, echando por la borda la tensión y el misterio que había generado hasta entonces.
Además, si bien tiene la buena fortuna de crear una interesante evolución en sus personajes, a quienes poco a poco vemos descender en la locura, por otro lado las revelaciones más importantes podrían parecer demasiado simples a comparación de lo que se esperaba de ellas, pues aunque la mayor parte de la cinta se percibe como una obra de terror que oscila entre lo psicológico y lo sobrenatural, daría la impresión de que el desenlace pertenece más al terreno de la fantasía, por lo que si bien el final no es del todo malo, sí resulta un tanto insatisfactorio.
Aun así, y aunque predecibles, los mayores secretos a los que nos referimos están envueltos con un halo de incomodidad que da como resultado una historia lo bastante siniestra, quizá no para aterrorizar a cualquiera, pero sí para que aquellos que gustan de las tramas retorcidas se sientan un tanto incómodos gracias a los escenarios claustrofóbicos e insalubres pero, sobre todo, porque algunas escenas resultan ser lo bastante explícitas como para quedarse grabadas durante mucho tiempo en la memoria de los amantes de lo perturbador.