“Jacob’s Ladder”, un descenso por la locura, las alucinaciones y el infierno
Aunque el cine nos ha demostrado el horror de la guerra y si bien muchas veces nos deja fascinados con cintas como Apocalypse Now (1979) o Full Metal Jacket (1987), ¿cuántos de nosotros hemos experimentado el terror y la violencia de la misa en carne propia y no ya tras una pantalla? Tal vez pocos, o seguramente ninguno, y aun así el celuloide es capaz de transmitirnos la tristeza, la desolación, la repulsión e incluso la locura que ésta genera en quienes la han sobrevivido, y quizá el mejor ejemplo de esto último es Jacob’s Ladder (1990), del director Adrian Lyne.
Jacob (Tim Robbins) es un veterano de guerra de Vietnam que ha regresado a su país para olvidarse de los horrores vividos en combate y poder llevar una vida normal. Sin embargo, a pesar de su matrimonio destruido y su inestabilidad emocional, la peor secuela que deberá enfrentar es un gran estrés postraumático que lo hará experimentar aterradoras alucinaciones que pondrán en riesgo su razonamiento entre la fantasía y la realidad.
Con una premisa tan cruda y pesimista como lo es el horror y el dolor que genera el estrés postraumático, el director Adrian Lyne logró crear una de las mejores películas de terror psicológico con la guerra como trasfondo. Es por ello que el miedo que la cinta genera se enfoca en dañar la parte anímica del espectador más que impactarlo visualmente, lo cual consigue de manera brillante mediante las alucinaciones de su protagonista.
Sin embargo la película no se olvida de la parte visceral, pues desde su inicio y durante algunas secuencias a manera de flashbacks retoma bastante bien la brutalidad, el sadismo y las torturas a las que son expuestos los soldados partícipes en guerras.
No obstante y aunque algunas de estas escenas contienen una mínima cantidad de gore, su objetivo no es regalar un baño de sangre y carne como muchas otras cintas de terror, sino que se vale de estos recursos para dar una mejor idea de los factores que generaron grandes traumas al personaje de Jacob.
Dichos traumas se presentan a manera de alucinaciones que rozan lo fantasmal e incluso lo diabólico, pues si bien en distintos momentos de la cinta se puede apreciar al protagonista ser torturado por visiones de extrañas criaturas que parecieran ser espectros, por otros se asemejan ligeramente a los seres creados por Clive Barker en su Hellraiser (1987), pero sin llegar al sadismo, sino limitándose únicamente a lo pesadillezco.
Por otro lado las alucinaciones no se limitan ni se enfocan a estos espectros, sino también a situaciones que sirven como un ir y venir entre el pasado y el presente de Jacob, lo que a su vez sirve para explicar algunos otros pesares que rodean su vida, dejándonos ver que su infierno no comenzó propiamente en Vietnam, sino desde mucho antes.
Este ir y venir entre los recuerdos de Jacob y sus alucinaciones dan pie a que la historia presente diversos plot twists que surgen a raíz de su locura, por lo que la trama se cubre bajo un gran misterio conforme se plantea si lo que el protagonista experimenta es real o son meras jugarretas de su imaginación.
El punto fuerte de la historia es que esto último se torna cada vez más difícil de descifrar toda vez que también se da pie a teorías conspiratorias en la trama; por ello mientras el espectador tiene motivos para sospechar que todo lo visto sólo se trata de la locura del personaje, también se le otorgan elementos para sospechar que lo que este último dice y ve es totalmente verídico y que incluso su locura surge a raíz de un oscuro secreto todavía más perturbador.
Esto da pie a que la película concluya con una gran revelación que si bien podría percibirse un tanto exagerada después de todo lo visto, no por ello es menos siniestra ni descabellada, pues la explicación final provoca que todo lo ocurrido en la cinta se torne coherente.
En resumen, Jacob’s Ladder es una película que de gran manera nos enseña los horrores y miedos a los que deben enfrentarse aquellos que por fortuna o por desgracia sobrevivieron a un gran shock en sus vidas, lo que consigue mediante un terror psicológico que se aleja de lo visceral para enfocarse en lo anímico, logrando así crear una obra tan cruda y a la vez tan directa como muy pocas consiguen serlo.