«Lux Aeterna»: Infierno en el rodaje
“El show debe continuar” es algo que escuchamos siempre, un eslogan que parece repetirse por inercia pero que en la filmación de una película se vuelve palpable.
Lo vimos hace unas décadas en La noche americana de François Truffaut , donde a pesar de los problemas de los actores, no se debía parar. Ahora nuevamente una película francesa, Lux Aeterna de Gaspar Noe, nos muestra el estrés que sufre el equipo técnico en un rodaje.
Basta ver el prólogo de la película donde Noe coloca una escena de Dies Rae (1943) de Carl Theodor Dreyer y el momento donde una anciana bruja es lanzada desde lo alto a la hoguera. Para dicha escena, la actriz tuvo que estar atada por dos horas, para que la incomodidad de la actriz se refleje en el rostro insano del personaje. Algo muy similar hizo Stanley Kubrick en The Shining, presionando a Shelley Duvall para que su personaje luzca más atormentado.
Lux Aeterna nos cuenta los pormenores del rodaje de una película sobre la quema de brujas, casi como un falso documental. Claramente vemos una estructura de dos partes. En la primera vemos a Béatrice Dalle (Betty Blue/À l’intérieur) y Charlotte Gainsbourg, interpretándose a ellas mismas, directora y actriz principal de dicha película. Mientras esperan que inicie la filmación, cuentan viejas anécdotas de rodajes, de lo mal que la pasaron y de la incomodidad de algunas escenas, como que un actor te eyacule en la pierna o que un director te obligue a desnudarte. Todo esto editado con una Split Screen (pantalla partida).
A minutos de comenzar la filmación, se inicia el descontrol. Ellas son acosadas por un novel cineasta que quiere a Charlotte en su Opera Prima. Un periodista interroga a Beatrice para tener la primicia de esta producción. Una preocupante llamada de la hija de Charlotte que la deja intranquila. Un inoportuno fotógrafo persigue a Beatrice. Etc. Lo que generará un sentimiento de claustrofobia y asfixia en ellas.
Comienza el infierno en el rodaje
En la segunda parte ya estamos en el rodaje. Vemos a Charlotte en la hoguera, junto a otras dos actrices, mientras una multitud aclama su ejecución. De pronto se encienden unas luces estroboscópicas junto a un sonido ensordecedor, y el caos se desata. El equipo técnico y el reparto lucen confundidos, nadie sabe lo que pasa. Vemos a Beatrice pidiendo que corten, y al director de fotografía haciendo caso omiso, que sigue filmando.
El director franco-argentino nos vuelve a traer un experimento audiovisual, donde nos muestra la desesperación y estrés de todos los involucrados en un rodaje. Tal vez como un grito de auxilio o un llamado de atención a quienes no comprenden lo complicado que resulta, como diciendo “Ahora ya sabes, no me jodas cuando estoy filmando”. Pero además incluye al espectador en esta experiencia, transmitiéndole un tormento visual, provocando incluso malestar físico en la audiencia, por el efecto de las luces, que fácilmente podrían causar vómitos, mareos y hasta epilepsia.
El fin justifica los medios, dijo al inicio Beatrice. Y tal vez sí, conociendo el cine de Gaspar Noe, donde esta vez se aleja de lo convencional, de lo ya escrito o de lo que se supone sea una película, rompiendo toda estructura, incluso sin un final claro, para darnos una experiencia sensorial, más cercana al cine experimental.
Lux Aeterna nos muestra en su primera parte un interesante guion, unos diálogos tan bien escritos que hasta podría parecer improvisado. Y en su segunda parte, una lluvia de sensaciones, pensando más en la reacción que en la creación, en el impacto antes que en la historia, lo que fácilmente podría ser acusado de pretencioso. La intención de Noe es clara, mostrarnos la incomodidad ajena y luego causándonosla, pero esta vez no de forma natural con una historia como Irreversible, sino de manera más forzada y artificiosa.