Climax: la peor y más hipnótica de las pesadillas

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El cine, en su raíz, no es otra cosa que movimiento. Dejemos de lado por un momento lo narrativo y vayamos al porqué de este arte. El objetivo no era otro que llevar la fotografía un paso más allá: qué pasaría si pudiéramos capturar la continuidad, el flujo, en lugar de un instante. Muybridge demostró que un caballo a galope deja sus cuatro patas en suspensión, es cierto, pero a veces nos olvidamos de que ese no fue su único interés. Además de animales (de todo tipo), el pionero siempre demostró una fascinación por el movimiento humano. Comenzó grabando breves caminatas, pero pronto vio el atractivo de algo más dinámico: el baile. Desde simples meneos a funciones más artísticas. El motor que movió su trabajo fue la curiosidad, hay poca duda, más allá de crear una enciclopedia del movimiento animal. Sin embargo, hay algo común en todos esos retratos humanos: la sensación de playfulness (jugueteo, a falta de una palabra mejor). 140 y tantos años más tarde, tenía que ser Gaspar Noé el que volviera a recordarnos el sustrato del medio.

Fuente: climax-lefilm.com

El peculiar cineasta argentino-francés que nos superó con Enter the Void (2009) y nos traumatizó con Irréversible (2002), nos vuelve a dejar en shock, creando (de nuevo) otro género cinematográfico: musical de terror o thriller musical, o algo semejante. La cinta ya ha pasado por festivales tan potentes como Toronto o Cannes, u otros menores pero más focalizados como Sitges, y parece haber funcionado bien en ambos ambientes. La premisa es bien sencilla: a mediados de los años 90, un grupo de 20 jóvenes bailarines se apuntan a un ensayo intensivo con una coreógrafa reconocida. Al acabar el curso, lo celebran con una fiesta privada. Tras la diversión inicial, se dan cuenta de que alguien ha puesto droga en las bebidas, pero ya han ingerido una cantidad importante. Sus cuerpos empiezan a no responder y sus mentes se ven arrastradas a un túnel psicodélico tan disfrutable como perturbador.

Clímax es un viaje sensorial dividido en dos segmentos opuestos. Comienza con una serie de entrevistas a todos y cada uno de los bailarines, estáticas y con estilo noventero. Es un inicio denso y se alarga más de la cuenta, pero es una manera eficiente de darnos motivaciones y personalidades entre tanto rostro desconocido, por lo que no molesta en exceso; además, Gaspar Noé pocas veces es amable. La segunda parte y la que llena casi todo el metraje es la fiesta: híper dinámica (en secuencia) y, gradualmente, de celebración a pesadilla; de coreografías a contorsiones imposibles; de la humanidad a la indecencia, a la naturaleza más primaria, al puro instinto.

Fuente: telerama.fr

La fiesta se inaugura con una baile noventero hipnótico a ritmo de Supernature, de Cerrone. Quizá mi parte favorita, aunque tengo muchas. Es un plano secuencia, como todo, pero en lugar de seguir a los personajes, este deambula entre el picado y el cenital, moviendo la cámara lo justo y necesario para dejar respirar el movimiento interno, la coreografía grupal. Es un inicio que planta un reparto de bailarines profesionales que quitan el hipo. Si son capaces de todo eso estando sobrios, qué harán al perder control. Ese juego con las expectativas está en cada peldaño que bajamos: ese “y ahora qué” retumba en nuestra cabeza sin tregua.

Tras ese momento de disfrute, la fiesta se empieza a transformar, poco a poco, en lo más parecido a una de esas pesadillas en las que tu cuerpo actúa por su cuenta y no hay manera de desviarlo del precipicio. Las situaciones se vuelven más surrealistas, más caóticas, más demenciales, mientras la cámara persiste en secuencia bailando con un personaje y otro, la música retumbando y la iluminación retratando más y más el peor de los delirios. Y no para. Es una caída libre a la que saltamos sin paracaídas. Pasamos al puro descontrol del cuerpo, a las paranoias de mentes trastornadas. Sigue in crescendo. Y entonces llega al clímax de Climax: giramos sobre nuestro propio eje y el universo se pone del revés, entre gritos y auxilios, trasladándonos a otra realidad que no puede ser otra cosa que el mismo infierno. De repente, silencio. Pasamos a la calma, a la resaca incalculable. Luz natural. Vemos a los policías desconcertados, contemplando a un puñado de jóvenes durmiendo plácidamente en el suelo. Angelitos.

Fuente: climax-lefilm.com

Me gustaría ver cómo sería la reacción de Muybridge ante Clímax. Tengo claras tres cosas: una, quedaría hipnotizado; dos, cogería apuntes imposibles para su atlas del movimiento animal; tres: no terminaría de verla.