El retrato más humano de Van Gogh a manos de Willem Dafoe
El séptimo arte no es ajeno a la figura de Van Gogh. Errático, incomprendido y una eterna fuente de estudio para la humanidad, el artista ha sido retratado en múltiples producciones como Sed de vivir (Lust for Life, 1956), Vida y muerte de Van Gogh (Vincent, 1987), Van Gogh (1991), Van Gogh: pintado con palabras (Van Gogh: Painted with Words, 2010) y Loving Vincent (2017).
Con tantas perspectivas que construyen la vida del entrañable post-impresionista holandés, existe la incertidumbre de si realmente son necesarias más películas sobre él. Si no se ha reciclado hasta el cansancio el relato de sus desgracias, las reflexiones sobre lo subestimado que fue o la apreciación de cada pincelada que transformó numerosos canvas en un arte único.
La crítica, hasta el momento, cree que la visión del director (y también pintor) Julian Schnabel expresa quién fue Vincent con un nuevo concepto y, no sólo eso, sino que su filme logra ser una dedicatoria de un virtuoso a otro, una experiencia que ofrece al público un viaje más allá de una línea de eventos cronológicos o una biografía sin alma.
Van Gogh en la puerta de la eternidad (Van Gogh, At Eternity’s Gate, 2018) narra los últimos días del pintor en la ciudad provenzal de Arles, tras escapar del bullicio frenético de París por recomendación del mejor amigo que luego le abandonaría, Paul Gauguin.
En dicha zona al sur de Francia se trazará el desenlace de su vida, momento donde fue más prolífico al crear alrededor de 70 pinturas en tan sólo 80 días. En medio de su tormento, su abrumador carácter, el vaivén de su locura y la desesperación de no ver una retroalimentación de sus esfuerzos, se armará el legado del que disfrutamos en la actualidad y que sólo fue apreciado con la altura de miras que merecía después de su muerte.
Sin embargo, la increíble estética, cautivador enfoque y sólido guión, sólo ven su máximo esplendor a manos del emblemático Willem Dafoe (Anticristo, 2009; La última tentación de Cristo, 1988; Spiderman, 2002), quien obtuvo una nominación a los Globos de Oro por su interpretación, la cual ha sido ovacionada y también premiada en el Festival de Cine de Venecia a Mejor Actor.
Es a través del profesional que la cinta puede abrazar el aspecto más humano de Van Gogh y la lucha contra sus problemas mentales, los cuales terminaron consumiéndolo junto a sus miserables condiciones de vida.
La complejidad del holandés es personificada por Dafoe sin pretensión o artificios, un trabajo que logró practicando él mismo la pintura para comprender las visiones que el ícono histórico experimentaba. Trabajo complementado con la investigación de Schnabel para construir su producción, al recurrir a las cartas que intercambiaban Vicent y su hermano Theo en la época.
El mismo actor declaró a Deadline Hollywood que “la película no es sobre explicar quién era (Van Gogh), o decirle a la gente quién es, porque no lo sabemos. Lo que sí sabemos, es que al mirar sus pinturas, pintamos. Vamos a lugares donde estuvo, leemos sus letras y escribimos, a veces, cosas basadas en lo histórico. Otras, las inventamos. Nosotros habitamos en esas cosas y, ojalá, nuestra imaginación dé la talla sobre qué estaba pensando y cómo fue su vida. Es nuestro Van Gogh y, con suerte, puede ser el Van Gogh de todos. Sin embargo, no es el Van Gogh histórico. Es similar a cuando interpreté a Jesús en La última tentación: lo último que pensé fue ‘estoy interpretando a Jesús’”.
Entre su elenco, el largometraje contará además con Mads Mikkelsen, Oscar Isaac y Rupert Friend. Su estreno se espera este 17 de enero en Perú y se extenderá hasta marzo en distintas salas internacionales.