“Pastorela”, una infernal e ingeniosa comedia mexicana
Para muchos, el diablo es el personaje más vil, perverso y grotesco que puede existir; para otros, es un ser incomprendido, lleno de conocimiento y capaz de otorgar nuevas visiones a la razón humana. Sin embargo, el director Emilio Portes nos enseña con Pastorela (2011) que, ante todo, Satanás es divertido, adorable y berrinchudo.
Jesús (Joaquín Cosío) es un agente de la policía mexicana comprometido con su trabajo pero, más aún, con ser el diablito de su pastorela vecinal, un personaje que interpreta año tras año. Sin embargo, cuando un nuevo sacerdote llega a la colonia y nombra a Vulmaro (Eduardo España) como el nuevo Satán, comenzará una infernal y pícara lucha entre estos tres hombres.
Recientemente, Emilio Portes nos entregó una de las mejores películas de terror de los últimos años: Belzebuth (2017). Aunque, hay que decirlo, con Pastorela ya se había introducido en el tema del satanismo y de las posesiones. La diferencia es que mientras que en la primera aborda una trama 100 % sobrenatural, en la segunda esto es solo un pretexto para dar paso a una gran e ingeniosa comedia.
Esto último lo logra a través de personajes entrañables que hacen gala de un increíble encanto y personalidad, sobre todo porque cada uno de ellos debe enfrentarse a situaciones en extremo inverosímiles pero comiquísimas. Así se crea un humor que, por momentos, es pícaro pero también inocente.
A fin de cuentas, qué hay más gracioso (y absurdo) que un par de hombres adultos disputándose la vida por interpretar al diablo de la pastorela. Si a esto le agregamos un sacerdote experto en exorcismos, entonces tenemos los ingredientes perfectos para una catástrofe.
La primera parte de la película nos presenta un tierno humor mediante Jesús, quien a pesar de ser un sujeto duro, fuerte y curtido por el violento mundo del crimen y de la corrupción, su vida se desmorona al no poder interpretar al diablito. En el otro extremo, tenemos al padre Edmudo Posadas (Carlos Cobos), hombre que, aunque pequeño y regordete, tiene una enorme fortaleza espiritual y una increíble fuerza de voluntad.
Esto provoca que ambos sean protagonistas de altercados, increíbles peleas, malentendidos y una sarta de groserías y majaderías que son los principales pilares de esta comedia. No obstante, aquí el lenguaje altisonante está empleado de forma impecable, haciendo que todos los conflictos luzcan naturales y cómicos.
Por este motivo, los momentos finales de Pastorela llegan a tornarse muy exagerados, pero realmente acordes con la trama. Y es que si bien su historia no parece más que “una simple pelea de vecindad”, a lo largo del filme también hay situaciones que poco a poco colocan a la película en un terreno sobrenatural.
Lo increíble es que el paso de las risas a la fantasía no afecta en nada la solidez del filme, sobre todo porque en ningún momento intenta ser serio, sino simplemente hacer reír al espectador.
Gracias a esto, el desenlace de Pastorela no es más que la gran conclusión de una historia emocionante, llena de intriga y de grandes risas que la convierten en una de las mejores comedias mexicanas.