It comes at night: proteger a la familia a costa de todo
Trey Edward Shults, quien sacudiera a la crítica especializada en 2015 con su opera prima Krisha, filme ganador del Gran Premio del Jurado en Cannes y del Premio de la Audiencia en el festival de cine SXSW, volvió a la carga el año pasado con It Comes at Night (Viene de noche 2017). La película de terror psicológico se estrenó en el Overlook Film Festival, evento itinerante que celebra al cine de horror, celebrado el año pasado en Oregon, en el hotel donde Kubrick filmó El resplandor.
Escrita por el mismo Edward Shults y protagonizada por Joel Edgerton, Christopher Abbott, Carmen Ejogo, Kelvin Harrison Jr. y Riley Keough, It Comes at Night relata una historia ambientada en un mundo post-apocalíptico en el que una familia superviviente deberá enfrentar la llegada de presencias externas que supondrán un cuestionamiento a su manera de continuar con vida.
Fuente: chrisheffernan.com
Crítica vs audiencia: otro round más
Existen las películas que gustan a todos, esas que público y crítica sitúan en la cima; las que enloquecen a los festivales y críticos, pero no tocan al espectador ordinario y, por último, las que se convierte en fenómeno mediático, secuestrando el corazón de la audiencia, mas llevando la condena de la crítica a cuestas. Debo admitir que, en los casos de opinión dividida, suelo ponerme del lado de la crítica (muchas de las películas que disfruto son, según el pensamiento “normal”, desagradables y los críticos suelen valorarlas más), pero en este que presento hoy me siento más de parte de la audiencia.
Hay que tener cuidado de engañarnos con las cifras económicas. Si bien It Comes at Night recaudó varias veces su propio presupuesto (que en realidad fue limitado), la valoración general del público es bastante dura con ella, siendo la crítica la que se ha encargado de defenderla. Presento las estadísticas: mientras que los “Top Critics” dan al filme una validación del 88% con una calificación promedio de 7.4 sobre 10, el “Audience Score” le otorga solamente un 44% y un 2.7 de 5. El fenómeno se repite en otros sitios como IMDb, en el que la calificación de los usuarios apenas sobrepasa el 6; Google, donde sólo el 45% indica que le gustó; o los casos contrastantes de Metacritic y CinemaScore: mientras que en el primero la película tiene una puntuación de 78 de 100, lo que indica «críticas generalmente favorables», la audiencia encuestadas por el segundo dio al largometraje una calificación promedio de «D» en una escala de A+ a F.
Esa discrepancia entre la opinión “pública” y la opinión “especializada”es uno de los fenómenos del cine, y en general de las artes, que más llama mi atención. Se me ocurren diversas formas de afrontar el problema: desde una teoría de relevancia que analice los elementos que llaman la atención de una u otra, hasta un enfoque sociocultural que desarticule la valoración con base en filtros geográficos, culturales o políticos. En este caso en particular, y según mi propia experiencia del visionado de la cinta, lo haré considerando la influencia que puede tener la generación de expectativas, mal que nos aqueja en diferentes ámbitos de nuestras vidas y que puede convertir cada suceso en algo “insuficiente”.
Entre la expectativa y la pretención
Un profesor en la carrera de letras promulgaba el acercamiento totalmente desprejuiciado a la obra de arte. Para él lo idóneo era experimentar por primera vez un texto, o cualquier situación en la vida, sin una disposición particular, ni una opinión o idea previa. Aunque la idea de partir en blanco a la percepción de la obra tiene su encanto, mi gusto por la investigación me hace recelar de su postura y la sociedad globalizada de la “hiper comunicación” me convence de que es imposible.
En un tiempo en el que un argumento relevante de una película o serie puede ser revelado en forma de meme, es muy extraño ir al cine y ver un filme del que lo desconoces todo. Ciertamente uno puede ver una película sin haber escuchado comentarios o visto antes el trailer o spoilers; pero, en la mayoría de los casos, conoces el cartel promocional que te arroja los nombres del director o los actores (si ninguno es muy popular, puedes esperar anuncios tipo: “De los productores de: …”, “Producción de Netflix”, “De los creadores de: … o “Ganadora del -inserte su festival independiente favorito”) y el título de la obra, del cual es imposible desentenderse. La idea de acercarse sin prejuicios es irrealizable porque las palabras que leemos en el título llevan consigo los significados que ha recogido a lo largo de los años.
Lo anterior implica que la expectativa en la experiencia de percibir arte es ineludible. A eso añadiría que cuando no existe expectativa no suele haber acercamiento. Cuando no espero nada de una película, por lo general no la veo y es más común que compre un libro con buenas referencias que uno desconocido. Como yo, la mayoría de las personas rara vez apuestan por algo que “no les llama la atención”. En la actualidad existen tantos productos de consumo que la mayoría nos volvemos selectivos, especializándonos en nuestro propio gusto: por eso Netflix “personaliza” las recomendaciones a partir de lo que ya has visto.
Aplicado al caso de la película (parecía que me iba por otro lado), creo muy probable que me hubiera gustado o impresionado un tanto más sin la existencia de la expectativa o el prejuicio. Digo esto porque no creo que It Comes at Night sea mala del todo, el apartado técnico no está mal y la fotografía es digna de aplausos, pero cuando terminó me quedé con la impresión de que me habían vendido mucho más. Situación análoga perfecta: las bellísimas hamburguesas de los anuncios de McDonalds vs el producto real (quizá exagero, pero así me sentí).
Al margen del sentido despectivo que damos al adjetivo pretencioso, el término es como una moneda que presenta dos rostro, uno por lado: éxito y fracaso. Cuando la obra pretenciosa se concreta positivamente, el adjetivo describe la magnitud del logro, pero si el acto pretencioso culmina en sombra de lo pretendido, refiere su mediocridad. Shults, que comenzó a escribir la película como forma de terapia tras la muerte de su padre, cita como referencias las películas Night of the Living Dead y The Shining, así como el cine de Paul Thomas Anderson y John Cassavetes .
Con ese mismo nivel de pretensión, la película se vendió por todos los medios. Aunque normalmente soy receloso de los halagos, especialmente con el cine de terror (cada año aparecen varias películas que se autodenominan «la más aterradora de la historia»), en esta ocasión me predispuse para algo único y me quedó el filme. Imagino que la discrepancia entre el buen nivel de audiencia y las malas calificaciones de la misma se deben a que muchos como yo se sentaron frente a It Comes at Night en espera de una experiencia impresionante. Ciertamente esta nociva estrategia de mercado, que consiste en inflar hasta lo gigantesco obras que tan sólo “no están mal”, no es nueva, pero es evidente su proliferación actual, que suele ir ligada a la explotación de la nostalgia: cuando una nueva película causa impresiones favorables de inmediato aparecen comparaciones del tipo “la nueva Taxi Driver”, “la nueva Trainspotting”, “la nueva El padrino”; lo mismo si un director genial sale a escena lo llaman «el nuevo Kubrick», «el nuevo Lynch», etc.
La familia y los límites morales
Paul vive con su familia en la protección de su hogar, mientras que el mundo está desolado por una amenaza desconocida. La rutina trazada para lograr la supervivencia se pone a prueba cuando otra familia desesperada acude en busca de refugio. Aunque ambas familias se esfuerzan por convivir, la paranoia y la desconfianza viven en el corazón de un hombre capaz de lo que sea por proteger a su familia.
Pese a que parece existir una enfermedad que convierte en una especie de zombis a los que mueren, el monstruo de la película no es corpóreo: el fantasma de It Comes at Night es el de la deshumanización que asalta a Travis mientras sueña. A ello se suman los temas del extranjero (el intruso desconocido que obliga a replantearse los valores, certezas y acciones) y de la familia.
Desde su notable opera prima, Shults gusta de establecer una contraposición entre la familia: al mismo tiempo necesaria y dañina. La más grande de las imposiciones, el núcleo esencial de organización del ser humano, la familia puede ser el filo ardiente de la espada o el agua fresca del arroyo. La ironía y contradicción que siembra el director es que para que Paul proteja a su familia, lo que lo convierte en humano, debe ser capaz de realizar actos inhumanos.
El director nos plantea la pregunta: ¿Hasta dónde eres capaz de llegar para proteger a tu familia?» y lo hace con toda la solemnidad de quien presenta algo “original”y “fresco” por establecer la película en una situación límite que obliga a revaluar los preceptos morales en un relativo vacío de información. Y yo me pregunto si alguien le puede prestar por favor una de las “chorrocientas” temporadas de The Walking Dead que, aunque de un género y formato distinto, corre el riesgo de llevar la idea más lejos.
Resumo y concluyo. Cuando termines de ver It Comes at Night probablemente te preguntes ¿qué es lo que viene? no porque la cinta no lo diga, sino porque no existe “eso”. Pueden sugerir relaciones entre lo que viene con la enfermedad que parece asolar el mundo, los sueños de Travis, la deshumanización o las personas que llegan, pero la obra es ambigua y su dimensión simbólica es poco potente. It Comes at Night acierta en la presentación de los personajes y en la creación del entorno, pero resulta ser más ruido que nueces y se queda muy por encima de la premisa; proyecto pretencioso que no ha dado la talla.