Las 5 escenas más polémicas de Lars von Trier
El Anti-cristo del cine lo hace de nuevo. El polemico Lars von Trier y su genio estético y sonoro tienen el costo ritual de ser -en términos livianos- controversiales. Mucho han hablado detractores, fundamentalistas y evangelizados del demencial danés del Dogma 95. Acusaciones inapropiadas más y mutilaciones femeninas genitales en sus películas menos, podemos sacar en limpio una sola cosa: von Trier es un tan talentoso como border psicótico. Su creación pasionaria es pura dinamita de libertad expresiva que, nos guste o (mayormente) no nos guste, precisa de sexo explícito, violencia hardcore, cámaras al hombro, hiperrealismo, sufrimiento al extremo, automutiliación, apología al nazismo, masturbaciones varias, y crudeza revolucionaria para contarse a sí misma. El placer de sentirse escandalizado y el arrojo creativo -además de un indudable talento dramático- bien valía la provocación.
Así y todo, nuestro amor tiene un límite. El más masturbatorio de los provocateurs escandinavos está, de momento, enterrado en denuncias de acoso sexual. La más resonante (y una de las más recientes) es el descargo que la cantante islandesa Björk -que protagonizó la excelsa Bailarina en la Oscuridad– publicó hace sólo dos meses en su red social. La acusación, que incluye desde manipularla desde su posición de director hasta acoso físico y emocional, tuvo su eco con una renovada batería de alegatos en contra de von Trier y Zentropa, la productora que fundó en 1992 junto a Peter Aalbæk Jensen. Hace solo un mes atrás, el diario danés Politiken publicó una investigación que incluyó las denuncias de nueve empleadas que acusaron a Aalbæk Jensen de «acoso sexual, degradación y bullying” trabajando en la productora. Si bien (aún) no apuntaban contra el director, el segundero de la bomba de tiempo von Trier ya había empezado su cuenta regresiva.
The Dark Side of Zentropa’s Provocative Workplace Culture | The New Yorker https://t.co/gq1YNcCcGz
— martin krasnik (@mkrasnik) December 20, 2017
La explosión se detonó con nuevas denuncias de la escritora Anne Mette Lundtofte, que detalla los «ritos de Zentropa» y la profunda degradación profesional que experimentó. De acuerdo a su relato, la iniciación para entrar en contacto con la productora incluía «pararse desnudo frente a Aalbæk Jensen y von Trier«. Lundtofte incluso detalla que los fundadores de Zentropa obligaron a los críticos en Cannes a nadar desnudos para conseguir una entrevista con Nicole Kidman -protagonista de Dogville en ese momento. Y si bien la empresa publicó una declaración oficial asegurando que trabajarían en implementar nuevas políticas para mejorar el ambiente laboral, el daño parecería estar hecho.
¿Somos lo que creamos?
Una delgada línea separa a la provocación del onanismo: la de la responsabilidad creativa y el sentido del arte. Las abyectas acusaciones contra von Trier borrarían ese límite y el férreo compromiso de von Trier de poner nuestra mirada sobre lo incómodo, lo desagradable, lo morboso y lo sexual -como ya vimos en la descontrolada A Serbian Film– deja de sentirse legítimo. El esqueleto que sostenía la necesidad narrativa de escandalizar se fractura ante esta nueva información y no existe legítima defensa contra los abusadores y acosadores sexuales. Así y todo, revisamos las magnas y polémicas escenas que le dieron a Lars su marca registrada mientras nos preguntamos -cada vez más profundamente- si von Trier no se parece más a sus creaciones de lo que parecía.
‘Antichrist’ y la automutilación
No apta para cardíacos: Antichrist es la oda a un director volviéndose loco. Ya arranca con un disparo de sexo explícito y real (sí, penetración real) y la muerte (no tan real, esperamos) de un niño que cae de una ventana abierta y se catapulta a la nieve debajo. La petite mort del orgasmo y la muerte del infante marca el tono fatal de Antichrist desde la escena inicial del metraje. Plagados de culpa, sus padres Él (que es Willem Dafoe) y Ella (que es Charlotte Gainsbourg) escapan al Edén –una cabaña en el medio del bosque. Y todo espirala fuera de control. Amén de la acertada metáfora de la humanidad y su expulsión del Paraíso con el pecado de Adán y Eva y las preguntas ancestrales que evoca, la película abandona las sutilezas cuando Dafoe termina impotente y Gainsbourg derrapa y corta sus genitales con un par de tijeras (además del pene de Dafoe, con el que se masturba). La leyenda dice que la gente en Cannes se desmayó en este momento. La película es perturbadora en muchos, muchísimos niveles, pero esa escena definitivamente se lleva las palmas. Antichrist es pura transgresión en cada escena: su violencia es tan excesiva como bella. Su salvaje estética erótica nos saca del voyeurismo pasivo y nos arroja a un grito, un llanto que consume todo. Misógina, gráfica, agresiva contra el cuerpo, mística, fatalista, misteriosa, abusiva, von Trier expone todos los demonios internos de la pareja. Un trip desesperante.
‘Manderlay’ y la matanza animal
Con toda justicia, la escena de la segunda parte de la trilogía norteamericana quedó en el piso de la sala de edición. Pero, así y todo, fue suficiente para que John C. Reiley abandonara la producción: hay sufrimientos que el arte no amerita y la petición de Lars von Trier de que participara de la matanza de un burro en vivo fue el punto final para el actor. Zeljko Ivanek llenó los zapatos de Riley y, de acuerdo a los reportes del set, hasta se comió el burro (al igual que Danny Glover, Lauren Bacall y Willem Dafoe, que protagonizan el film sobre el encuentro de Grace con una plantación explotada y sus esclavos y que deben matar al animal para comer). El productor de la película aseguró que el animal -que era viejo y no se esperaba que viviera demasiado tiempo más- fue ultimado por un veterinario fuera de cámaras, de acuerdo con las leyes suecas donde rodaron la película. Sin la escena en la versión final, es imposible de saber… Pero algo nos hace creer que es posible. Así y todo, la revisita al tropos del racismo y las contradicciones de un imposible proceso de liberación inducido desde arriba después de Dogville son profundamente filosóficas. La violencia, en este caso, es más emocional y presenta a una dictadora al borde del mal. Interesante esfuerzo para describir la democracia norteamericana.
‘Nymphomaniac I’ (y ‘Los Idiotas’) y la penetración gráfica
De todas las cosas escandalizadoras, esta verdaderamente es la menos mala. Nymphomaniac está cargada de sexo hardcore y explícitas penetraciones de varios tipos (¿qué esperábamos con ese título?): así que no se trata solo de una escena provocadora, sino de toda una película altamente polémica. De hecho, von Trier aboga en pos del sexo real en pantalla desde Los Idiotas y, en esta ocasión, aborda el desarrollo de la sexualidad femenina desde la infancia (sí, el nacimiento) hasta la mediana edad. Ninfómana Parte I es un capricho sexual, un rizoma que va para atrás y adelante en el tiempo de la historia de Joe con todo y sus acrobacias tántricas del cuerpo. Hay penes, hay vaginas, hay semen, hay sexo oral, hay penetración explícita, pero así y todo, el tono es liviano y -gracias a la magia del CGI y de los dobles porno– podemos ver a Uma Thurman, Willem Dafoe, Shia LaBeouf, y Stacy Martin en un vodevil sexual que opera como una profunda reflexión sobre la identidad sexual femenina. La revolución del tabú es bienvenida.
‘Nymphomaniac II’ y el aborto en cámara
La primera entrega no podía preparnos para la secuela. Más allá de la doble penetración en un trío birracial, von Trier dinamita el tono y estira el arco dramático a la polémica total. De hecho, la escena en la que expone las tendencias pedófilas de una víctima para que pague su deuda (como ya vimos en la primera entrega) es liviana en comparación. Si bien fue expuesta sólo en un selecto circuito y llegó a ciertos canales sin censura, la tremenda escena del aborto es controversial hasta el Dinamarca y más allá. En detalle gráfico -y entre los quejidos de Joe, que quedó embarazada después de haber abandonado a su familia- la protagonista narra que amén de abortar con pastillas, quería eliminar al feto instantáneamente. Vemos planos detalle de instrumentos médicos filosos ingresando a una vagina. Acto seguido, von Trier pasa a una ecografía símil rayos X que muestra al aborto en un corte transversal, convirtiéndonos testigo de cómo el feto es violentamente eyectado del útero. La frutilla del postre: el montaje pasa a la escena del feto expulsado, sangriento y aún respirando entre las piernas de Joe.
‘Melancholia’ y los comentarios nazis
La más maravillosa de las películas de von Trier incluirá a Kirsten Dunst golpeando un caballo con una fusta hasta que cae al suelo (donde le sigue pegando), pero el principal error de Melancholia está fuera de cámaras. La promoción de la película, en el festival de Cannes le valió el status de persona non grata al director, que -en versión resumida- intentó empatizar con Hitler y justificarse luego diciendo que tenía muchos amigos judíos a quien no le molestaban los comentarios (además de intentar zafar haciendo el chiste de «Soy un nazi»). «¿Qué puedo decir? Entiendo a Hitler. Hizo algunas cosas mal, absolutamente, pero puedo imaginarlo sentando en su búnker al final… Y sí, simpatizo con él, un poco», dijo. Intentando sacar la pata que proverbialmente metió agregó: «Vamos, no estoy a favor de la segunda guerra mundial, no estoy contra los judíos. Soy pro-judío. Bueno, no demasiado, porque Israel es un dolor en el trasero. Pero incluso así, ¿cómo puedo salir de esta frase? Ok, soy un nazi». Hasta para Cannes, eso fue prácticamente un suicidio profesional.