The Disaster Artist: divertidísima ovación sin piedad de una figura excéntrica

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Antes de entrar en The Disaster Artist, quiero introducir una cuestión importante. Cuando vemos cine malo, siempre tenemos que preguntarnos una cosa: la intención del creador. Porque existen dos grupos bien diferenciados. Por una parte, están los que saben que están haciendo algo malo con la finalidad de crear algo divertido; sí, aunque muchos se estirarán de los pelos al leer esto, existe todo un universo de cine basura consciente de su indiscutible y absoluta nocividad. No estoy hablando de serie B, es otra liga. Y existen productoras y distribuidoras que se dedican exclusivamente a producir y distribuir cine trash, que lo llaman. Os voy a poner un ejemplo esclarecedor, una sinopsis que nunca me canso de leer:

La Tierra está de nuevo en peligro. Los Terminators del espacio exterior han llegado a la Tierra junto al robótico Michael Jackson y los gorilas cantarines para robarnos nuestras reservas de gusanos. En este panorama desolador, dos superhéroes coreanos, un pastor alemán que habla, el maestro Yoda y un grupo de niños hiper-sexuados son la única salvación posible.

Eso de arriba es bien real. Es la sinopsis de Shaolin vs. Terminator. Podéis ver la película, si os atrevéis. Yo lo pasé pipa proyectándola en un cineclub con otros compañeros.

Por otra parte, está el segundo grupo, mucho más difícil de encontrar. Lo componen genios incomprendidos. Esos directores que creen que están haciendo algo bueno, o incluso algo que servirá de referente en el futuro, cuando en realidad no se están alejando demasiado del grupo anterior. Son películas que exponen aquellos temas que conmueven y perturban a sus creadores pero no logran más que sacar carcajadas. Estoy hablando de figuras célebres como Ed Wood, u otros menos conocidos como Claudio Fragasso. Si estáis interesados en éste último, recomiendo mucho ver Troll 2, su peli mala de culto, junto a The Best Worst Movie, un documental alrededor de esa cinta y su movimiento fan. El ejercicio es maravilloso.

Momento crepuscular de la nefasta Troll 2 que se ha convertido en toda una religión. Fuente: dailymotion.com

Y en ese último grupo entra la figura que trata y encarna James Franco en The Disaster Artist: el genio incomprendido Tommy Wiseau; creador, director, guionista, productor, actor principal, director de casting y alguna cosa más de The Room (2003), una película de culto considerada “la Ciudadano Kane del cine malo”. Y poca broma con lo de “película de culto”. El Festival Internacional de Cine de Toronto organizó una proyección de The Disaster Artist con el propio Tommy Wiseau como invitado, y la gente rechazó ofertas de 400 dólares por su entrada. Si es más fascinante el que está dispuesto a pagar esa cantidad o el que la rechaza ya depende de cada uno.

Un “detrás de las cámaras” cariñoso, pero sin compasión

Toma 13. Repetimos. Fuente: variety.com

En The Disaster Artist, James Franco adapta las locas vivencias del rodaje recogidas en el libro The Disaster Artist: My Life Inside The Room, the Greatest Bad Movie Ever Made (2013), escrito por Tom Bissell y Greg Sestero, éste último actor de la obra original y gran (y único) amigo de Wiseau. A modo de buddy movie, la película se centra en esos dos personajes, Tommy Wiseau y Greg Sestero, dos tipos que fracasan al intentar cumplir sus sueños actorales, y que por ello prueban la otra alternativa: crear su propia película.

La diferencia con las aproximaciones de otros directores al intentar retratar figuras semejantes, es que James Franco no busca la poética y el respeto que inunda la Ed Wood de Tim Burton; el amor que James Franco siente por Tommy Wiseau es equivalente a su falta de piedad, y esa es la clave. Al dirigir la cinta y al mismo tiempo encarnar a la persona, James Franco tiene un control absoluto; cuando le conviene, satiriza y lleva al extremo un personaje ya de por sí excesivo, riéndose de él; pero cuando quiere, nos regala momentos tiernos que reflejan un cariño bien real hacia esa figura.

Jugársela a una carta y ganar

No os vais a olvidar de esa risa. Fuente: radiozero.cl

Si algo hay que admirar de James Franco, es que tras intentar adaptar a la pantalla varias novelas dramáticas sin demasiado éxito (As I Lay Dying, Child of God, The Sound and the Fury, In Dubious Battle), se haya atrevido a ir al otro extremo y le haya salido tan bien. De lo más pesado y sustancial, a lo anecdótico, trivial y estúpido.

La película es un all in muy valiente. Tommy Wiseau es una figura excéntrica, pero es de mucho aplaudir la confianza que deposita en ella James Franco, y cómo la exprime. Su personaje es el que detona todos los momentos divertidos, y normalmente no por el qué, sino por el cómo: su manera de hablar y el patetismo con el que se mueve son más decisivos que las propias situaciones, y todo eso se debe a una interpretación impecable, no en vano nominada y favorita en muchos festivales de peso.

Por todo eso recomiendo The Disaster Artist: por ser una comedia que apuesta por adaptar algo tan absurdo y logra que funcione como pocas lo consiguen; por ser una película que exprime lo más patético de una persona real sin cortarse, pero que a su vez lo quiere y lo venera, sin ofender pero sin mitificar; y por ser tremendamente divertida, que no es poco.