“El ciempiés humano”, el arte del defecar
En años recientes, no es extraño que entre las listas del tipo “Las 10 películas más perturbadoras de todos los tiempos” se encuentre la germano-holandesa The Human Centipede (El ciempiés humano, 2009), del director Tom Six; pues su temática mórbida la posiciona como un filme que todo amante de lo grotesco debe mirar pero, ¿por qué ha causado tanto revuelo desde su estreno?
The Human Centipede nos muestra la historia de dos mujeres que, tras quedar varadas en medio del bosque luego de que su automóvil sufra una avería, buscarán refugio en una casa cercana desde la cual puedan pedir ayuda. Lamentablemente, el hogar al que llegan es la guarida de un excéntrico doctor obsesionado con la idea de crear un ciempiés humano; ahora todo parece indicar que ha encontrado a las víctimas para su terrible e inhumano experimento.
¿Y cómo es que piensa crear este ciempiés? Fácil: valiéndose de un método quirúrgico bastante doloroso donde la sangre, la pus y el excremento no están de sobra debido a la unión de tres personas mediante el ano y la boca. ¿De qué otra forma lo conseguiría si no es así?
Ahora bien, antes de esta película quizá el cine de terror contemporáneo no era tan comentado en cuanto a innovación fuera del llamado “extremismo francés”, corriente conformada principalmente por Haute Tensión (Alta tensión, 2003), À l’intérieur (Al interior, 2007), Martyrs (Mártires, 2008) y Frontière(s) (La frontera del miedo, 2008); cintas que se caracterizaron no sólo por mostrar una trama interesante, sino por resaltar especialmente las torturas y el elemento gore. Debido a esto resulta curioso el hecho de que The human Centipede haya ido de boca en boca a pesar de no ser una película tan explícita en una época donde el gore parece tener más peso sobre una buena historia.
The Human Centipede tiene la cualidad de que desde un principio el espectador sabe que algo terriblemente malo ocurrirá con las dos protagonistas (Ashlynn Yennie y Ashley C. Williams), predicción que no se hace esperar demasiado, pues apenas las vemos llegar a la casa del Dr. Heiter (interpretado magistralmente por Dieter Laser) sabemos que no saldrán de ésta tan fácilmente.
Además, basta con ver el hogar de este hombre para saber que algo trastornado ocurre con su mente, pues el hecho de que la principal decoración sea un cuadro que representa fetos de bebés siameses, y el orden tan pulcro que existe en todas y cada una de las habitaciones sólo nos deja en claro que en la cabeza del cirujano no hay lugar más que para un mórbido pensamiento: la unión de seres humanos.
Es por esto que la principal incomodidad en toda la cinta la genera el Dr. Heiter, pues en cuanto uno lo conoce no puede sentir otra cosa que no sea odio hacía él. Dieter Laser consigue esto gracias a su actuación por demás exagerada (tanto que llega a desesperar) y a la forma en cómo trata a las dos mujeres y al hombre al que están cosidas (Akihiro Kitamura).
Así, podría decirse que todo el peso de la cinta recae sobre este demente doctor, ya que basta con ver la secuencia en la que les explica detalladamente a sus víctimas la operación mediante la cual los unirá para darnos cuenta de su locura. A partir de aquí todo se convertirá en un infierno tanto para el hombre como para las dos mujeres, pues se verán rebajados, castigados y humillados por un hombre que los trata y los estima mucho menos que a un insecto.
Es precisamente en estos momentos cuando vemos la mayor fortaleza de la cinta, pues es gracias a las bajezas y a los castigos que los protagonistas sufren que el terror se deja sentir en la película. Cabe destacar el hecho de que en ningún momento se nos muestran escenas sangrientas (quizá sólo hasta los últimos minutos), sino que el director se enfoca en el maltrato psicológico al deshumanizar a las víctimas mediante los abusos del doctor.
Por supuesto, a pesar de que la cinta pareciera por demás mórbida en lo visual, lo que más asco y de mayor impresión resulta es precisamente lo que menos se ve, ya que si bien uno esperaría que la sangre abundara al momento de ver la terrible cirugía, este procedimiento sólo se nos explica pero nunca se nos muestra. Asimismo, otro de los instantes más esperados es el de la “alimentación”, pues al estar cosidos mediante al ano y la boca, sólo el personaje que representa la cabeza del ciempiés es el afortunado que puede probar comida sólida, mientras que las otras dos víctimas sólo funcionan como un aparato digestivo, lo que significa que deben conformarse con el excremento de sus compañeros.
Y claro, una de las mejores secuencias de la película es precisamente el momento en que esto ocurre, pues es aquí cuando el espectador ya no sabe si reír o sentir asco y pena por dicho ciempiés humano. Sin embargo, las demás situaciones a las que se enfrentarán estos tres no son menos denigrantes que la mencionada, pues todos deberán sufrir las consecuencias que tomen individualmente, lo que genera que el final de la película sea por demás desolador y quizá uno los más devastadores en el cine de terror actual.
Por supuesto no todo en la cinta es bueno, ya que si bien es verdad que la película pareciera no tener un trasfondo más crítico que no sea el de hacer pasar asco al público, entonces ¿por qué no explotar ese recurso y en vez de eso limitarse a dejar que el espectador se imagine lo peor? Bueno, es porque si bien The Human Centipede se especializa en la incomodidad anímica, aquellos que gusten de las torturas, la sangre, el excremento, la violencia y las mutilaciones pueden darse gusto con The Human Centipede 2 (2011), continuación de esta cinta y en la cual dejan de lado la historia para enfocarse únicamente en el gore y el asco.
No obstante, sólo queda decir que si bien esta primera parte es un filme bastante interesante para algunos, pero por demás aburrido y carente de sentido para otros, lo que no se puede negar de ella es que logró causar en el público grandes sensaciones de asco e incomodidad sin valerse de escenas tan violentas y viscerales, sino que apostó por lo sencillo pero efectivo, es decir, dejar que el público se imagine los peores momentos; algo que no muchas cintas actuales pueden lograr.