Días sin huella: delirium tremens y resaca de posguerra

- Por

Billy Wilder será recordado como uno de los más grandes directores de la historia. Nacido en Austria, Wilder, de ascendencia judía, comenzó su carrera en la UFA en Alemania, pero tuvo que exiliarse en Estados Unidos luego de la subida de Hitler al poder. En Hollwood comenzó a trabajar como guionista para la Paramount. No pasó mucho para que empezara a dirigir películas, siendo la que hoy reseño, Días sin huella, su primer éxito y razón de sus primeros Premios Óscar. Al finalizar su carrera, Billy Wilder escribió 60 guiones y dirigió 26 películas, obteniendo 21 nominaciones al Óscar, que ganó en 6 ocasiones, además de 3 Globos de Oro y 2 BAFTA, así como el triunfo en los Festivales Internacionales de Cine de Berlín, Venecia y Cannes.

Quien dirigiría clásicos del cine como Sunset Blvd. (1950), con 11 nominaciones y 3 Óscar; Sabrina (1954), protagonizada por Humphrey Bogart y Audrey Hepburn, nominada a 6 Óscar; Con faldas y a lo loco (1959), nominada a 6 Óscar e interpretada por Marilyn Monroe; y El apartamento (1960), nominada a 9 Óscar de los que ganaría 5; The Lost Weekend (Días sin huella, 1945) es un retrato oscuro sobre el problema del alcoholismo y una radiografía de la cultura estadounidense. Wilder obtuvo el Óscar a Mejor Guión Adaptado por la majestuosa labor de trasladar la novela homónima de Charles R. Jackson. También obtendría el Óscar a Mejor Película y Mejor Director por la cinta, además de los Globos de Oro por esas mismas categorías y el Gran Premio del Jurado en Cannes. 

Fuente: theredlist.com

Alcohol: causa y remedio

Vemos llegar el fin de semana y con él la oportunidad de divertirnos y relajarnos tras días de trabajo arduo. Es inminente e innegable el placer beberse unos tragos: ya sea en familia, comiendo o cenando en algún restaurant. En la comodidad del hogar viendo alguna película. Con los amigos charlando o jugando videojuegos. O en la típica carne asada. O en la fiesta, claro, ¡la fiesta! El alcohol nos relaja: libera nuestra boca y mente del control que en ellos ejercen normalmente la vergüenza, el pudor, la aceptación social. Nos distiende los músculos de la boca y sonreímos. Somos felices, somos grandes, somos importantes. Nos convertimos en amos del mundo.

Pero el alcohol también tiene un lado oscuro: hay personas como el protagonista de The Lost Weekend que llegan al punto de no poder subsistir si no lo consumen; individuos enfermos que abandonan sin dudar todo lo que son o poseen con tal de beber. Dejan el estudio, el trabajo y los pasatiempos. Pierden la empatía hacía las personas que los rodean. Mienten, roban, agreden. Están desesperados por procurarse aquel trago que los saque del dolor y la ansiedad que los roe y mata por dentro.

Fuente: craigskinnerfilm.com

Resaca y posguerra, el cine toma la calle

En 1945, tras terminar la segunda guerra mundial, los Estados Unidos se encumbraban como la máxima potencia mundial. El triunfo había sido suyo, su sistema financiero era solido y crecía cada vez más. Habían sido superadas las crisis económicas de décadas pasadas; atrás habían quedado la gran depresión y la ley seca que provocó tantos problemas en el país de la libertad, del sueño prospero: el país que todos deseaban ser. La nación norteamericana se convirtió en el molde a seguir: la mayoría de los países adoptaban sistemas similares en un afán por brillar como lo hacían “los gringos”.

Nueva York pasó a ser considerada “la metrópolis perfecta”. Una ciudad llena de gente, de rascacielos y comercio; un espacio de fiesta,  colmado de vida. Una ciudad de moda en la que todos querían vivir. El cine también se percató de esto y lo convirtió en locación de gran cantidad de películas de la época. El director Billy Wilder no fue la excepción, decidió filmar una película en la ciudad de los parques y los rascacielos, pero fue más lejos que sus contemporáneos: Wilder fue el primero en filmar escenas fuera de los sets, fue el primero en trasladar la acción a las calles. Además, dichas escenas fueron grabadas con cámaras ocultas con el fin de que pudiéramos ser testigos de las reacciones naturales que la gente tenía ante la irrupción de los actores en las aceras de la ciudad.

Fuente: time.com

El dedo en la llaga

Pero eso no fue todo. Wilder tomó una novela de Charles R. Jackson llamada The Lost Weekend. La novela retrataba la vida de un alcohólico. La magnífica adaptación a guion cinematográfico fue realizada por el mismo director, en colaboración con Charles Brackett. Hasta ese entonces las irrupciones que los borrachos habían tenido en el séptimo arte, habían sido siempre felices y cómicas.

La pantalla grande había presentado dos tipos de alcohólicos: el primero era el borracho que se tambalea por las calles, ese personaje que dice disparates y hace reír. Un ser inofensivo que está destinado a provocar carcajadas y sonrisas. El segundo era el hombre de alta sociedad. Bebedor con estilo, un personaje que resuma elegancia y seguridad, alguien que está siempre de fiesta, divirtiéndose, viviendo y bebiendo en grande.

La nueva obra de Wilder mostraba ese lado oscuro del alcohol que muchos no querían ver. Fue por esto que en un principio el público no le dio una buena acogida a la película: los espectadores salían molestos de las salas ante una obra tan “repugnante” “repulsiva” “cruda”. La sociedad norteamericana no soportó el juicio que se les imputaba en la pantalla, sabedores de que la lección iba dirigida a ellos, un pueblo con problemas de alcoholismo. Pero tras unas semanas la calidad del film se impuso y The Lost Weekend se convirtió en un éxito, llegando a obtener ocho nominaciones a los premios Oscar, ganando las cuatro principales categorías: mejor película, mejor director, mejor guion y mejor actor.

Fuente: theaceblackblog.com

Delirium tremens

El espectador es testigo de la vida de Don Birman (Ray Milland), un escritor fracasado que a causa de su adicción al alcohol se encuentra destruido física y moralmente, convirtiéndose en un hombre sin voluntad. Debido al alcoholismo se ve obligado a rogar, mentir, engañar y robar con tal de seguir bebiendo. La excelente actuación de Ray Milland como Don Birman, que le darían los premios a Mejor Actor en Cannes, Óscar y Globos de Oro, llega a ser tan catártica que se gana el aprecio del público que no puede evitar compadecerse de este antihéroe: un individuo despreciable, mentiroso y cínico, un tipo grosero con un sentido del humor muy negro y ácido.

El apartado técnico de la película es bastante destacado. Miklós Rózsa, a cargo de la banda sonora se convierte en un innovador, siendo el primero en introducir música electrónica en un filme. El guion es una delicia: los diálogos son inteligentes, cargados de un humor irónico muy disfrutable. Destaca también el carácter metatextual del guion: el protagonista espera escribir en el fin de semana una novela llamada “La Botella”, en la cual narrará precisamente los percances de su vida y los días que componen ese fin de semana del que somos testigos.

En el papel de director, Wilder realiza un magnífico trabajo. Además de la innovación que supuso filmar escenas en las calles de Nueva York, nos regala tomas soberbias y se esfuerza en señalar la decadencia de la ciudad a la par que la del protagonista, cosa que se puede observar en la suciedad de las calles por las que camina el protagonista en su búsqueda de alcohol. Otra novedad que supuso una revolución fue su estructura circular: empieza y termina con una visión panorámica del horizonte Neoyorkino.

The Lost Weekend es un verdadero drama negro capaz de estremecer al espectador con una historia oscura y cruda, que nos muestra lo mal que puede llegar a pasarla un adicto al alcohol, pero que también provocará más de una carcajada debido a los diálogos irónicos y a las situaciones absurdas que vive el protagonista.