“Un lugar en silencio”, angustia y suspenso al límite de los sentidos

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Cuando de cine de terror se trata, existen dos clases de fanáticos: los que simplemente buscan asustarse de la manera más simple, sin importarles la narrativa ni el ritmo, sino únicamente los jumpscares que los hagan saltar de la butaca; y los otros, los menos, aquellos que saben que para que una cinta de terror sea de calidad no necesariamente debe incluir sustos inesperados o sangre brotando a diestra y siniestra, sino una buena construcción en su historia, en sus personajes y en las diversas situaciones que presenta, enfocándose más en lo que el espectador siente que en lo que ve. Un claro ejemplo de esto último es A quiet place (Un lugar en silencio, 2018), del director John Krasinski.

Nos encontramos en un mundo postapocalíptico, la sociedad casi ha sido exterminada y la supervivencia se vuelve cada día más difícil. La raza humana ha sufrido una extraña invasión y la única forma de sobrevivir no es asesinándose unos a otros, ni siquiera el conseguir comida o agua; no, la única manera de seguir con vida es mantenerse en total y completo silencio, pues allá afuera, en los campos, en los bosques y en las ciudades, se encuentran temibles criaturas que, aunque ciegas y carentes de olfato, pueden escuchar hasta el más mínimo ruido, y saben que esa es su señal para salir a cazar.

Un lugar en silencio. Fuente: Awards Circuit.com

Un lugar en silencio. Fuente: Awards Circuit.com

John Krasinski y Emily Blunt se adentran en el mundo del terror con esta cinta, la cual, como mencionamos antes, es dirigida por el primero pero protagonizada por ambos, y vaya que se lucen en sus papeles. La película desde un comienzo se muestra con buen ritmo y no pierde tiempo en explicarnos qué ha sucedido, sino que mediante los encabezados de diversos periódicos esparcidos en el suelo se nos da un breve contexto de lo que estamos viendo.

Y aunque en un principio parezca extraño el que ninguno de los personajes –ni los padres, ni sus tres hijos- digan una sola palabra, sino que se comuniquen mediante el lenguaje de señas, no pasan ni cinco minutos cuando la cinta ya nos está dando una de sus grandes sorpresas, pues mediante un terrible accidente se nos deja en claro por qué deben permanecer callados pero, sobre todo, a quienes –o mejor dicho, a “qué”- se enfrentan.

A partir de este momento la emoción va en aumento, siendo el mayor protagonista no el matrimonio ni sus hijos, sino el mismo silencio que se maneja en toda la película, ya que Krasinski nos demuestra que sin la necesidad de palabras se pueden crear situaciones llenas de angustia y suspenso. Y no es que en la película no haya diálogos, sino que éstos se presentan sólo el tiempo necesario y en muy contadas veces.

Un lugar en silencio. Fuente: Awards Circuit.com

Un lugar en silencio. Fuente: Awards Circuit.com

Como dijimos, el silencio es el punto fuerte de la cinta, pues apenas los personajes hacen el más mínimo ruido (ya sea por accidente o adrede), el espectador siente esa emoción y tensión de no saber si las criaturas escucharon o no; y si escucharon, el suspenso aumenta mientras uno espera el momento en que aparezcan. No está de sobra decir que cuando los monstruos llegan a cazar, uno fácilmente se ve en la necesidad de guardar silencio junto con los protagonistas, sintiéndose como uno de ellos.

Hay diversas escenas llenas de emoción y suspenso, especialmente dos, siendo una de ellas donde se involucra a un recién nacido al acecho de las criaturas y otra secuencia en específico que resulta ser por demás sentimental y tierna pero que de ninguna manera rompe el ritmo de la película, sino todo lo contrario, pues ayuda a que el público se conecte aún más con la trama y hasta con los sentimientos de los personajes.

Sin embargo, como en cualquier película no todo es bueno en ella, aunque afortunadamente A quiet place presenta muy pocos errores, siendo uno de ellos -literalmente- el último segundo del largometraje, ya que muestra una escena bastante cliché que más que acercarse a un cierre de terror es más digno de una película de acción, lo cual genera que el final «abierto» de la película se sienta un tanto insatisfactorio y fuera de lugar a comparación de todo lo que se presentó anteriormente.

En resumen, A quiet place es una película que se aleja del susto simple y en lugar de eso prefiere ahondar en una historia que genere suspenso y angustia mediante la atmósfera de la trama, demostrando que hoy en día se puede hacer una película de terror sin la necesidad de recurrir a fantasmas (sí, esos fantasmas que salen de repente) o a horribles masacres que sólo tienen como finalidad saciar el morbo de muchos de nosotros.