Kedi: el paraíso gatuno en la tierra

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Estrenada en el Festival de Cine Independiente de Estambul en 2016, Kedi (2017) es una coproducción de Turquía y el servicio de streaming YouTube Red, mediante el que se lanzó un año después. El documental, opera prima de la directora Ceyda Torun, recibió elogios generales de la crítica, debidos en su mayoría por el sólido equilibrio logrado entre el apartado técnico y la narrativa, consiguiendo un 98% de frescura en Rotten Tomatoes y siendo incluido por la revista Time como una de las mejores películas de 2017.

No obstante de que su paso por los cines de los Estados Unidos fue muy limitado, Kedi recaudó un aproximado de 4 millones de dólares y conquistó a la audiencia en general. Según críticos y público, su atracción radica en el encanto de la historia casi fantástica que relata, además de la sobriedad e ingenio con que fue realizada, lo que destaca porque, en su mayoría, el equipo de trabajo se integra por debutantes. Acaso la única excepción (y tampoco es que sea popular) es el fotógrafo Charlie Wuppermann, quien es acreditado como fotógrafo en Bhopal: A Prayer for Rain (2014) y A country called home (2015).

Vista aérea de Estambul

Crédito de fotografía: Charlie Wuppermann y Alp Korfali

La capital felina

Conocida anteriormente como Bizancio o Constantinopla, Estambul es la ciudad más poblada de Turquía, así como el centro histórico, cultural y económico del país. Históricamente es famosa por haber sido la sede de imperios como el Otomano, Persa, Romano o Bizantino; sin embargo, hay otro rasgo característico de Estambul que quizá no sea tan conocido, pero que Kide se encarga de abordar: desde hace siglos, las calles de la ciudad son el hogar de miles de gatos.

Tan salvajes, traviesos y esquivos como dóciles, afectuosos y sociales, los gatos de Estambul han visto la fundación y caída de algunos de los mayores imperios de la historia humana. Desde siempre, estos felinos conviven de forma natural con los habitantes de la ciudad de una forma como no se ve en ningún otro lugar del mundo. La historia dice que los gatos llegaron hace siglos al puerto. Eran parte de la tripulación de los barcos y su trabajo consistía en cazar las ratas. Al igual que el resto de la tripulación, los gatos tocaban tierra por un poco de juerga, pero muchos se quedaban en Estambul. 

Kedi nos presenta la historia de estos gatos. Mismos que, de visitar Estambul, pueden observarse en banquetas, fuentes, bancos, cornisas, azoteas y los lugares más impredecibles. Además, el documental se enriquece con entrevistas realizadas a las personas que diariamente interactúan con ellos. Para poder seguir a estos ágiles actores, los cineastas diseñaron un equipo especial para filmar a los gatos a nivel de calle y debieron trabajar con los residentes locales para obtener acceso a la propiedad privada, traspasada con frecuencia por los gatos.

Uno de los encantadores protagonistas

Fuente: glamourmagazine.co.uk

Siete vidas

De los miles de gatos de Estambul, procedentes de todos los rincones del mundo, el equipo de cineastas seleccionó inicialmente treinta y cinco gatos en los que la película podría enfocarse. En un proceso de delimitación propio de una tesis, el filtro se redujo a la filmación de diecinueve de ellos; número que, tras la edición final de la película, se reduciría a siete gatos protagonistas.

Dejando de lado si la selección del número fue aleatoria o tiene alguna relación con el mito de las siete vidas de los gatos, los protagonistas de Kedi llevan por nombre: Sari (la estratega), Duman (el elegante), Bengü (la cariñosa), Aslan Parçasi (el cazador), Gamsiz (el juguetón), Psikopat (la psicópata) y Deniz (la sociable). Cualquiera que fuera el motivo, la fragmentación del discurso en siete instancias o “voces narrativas” (ignoro si valdría mejor hablar de maullidos o si aplique el término polifonía) inserta mini narrativas merecedoras de aplausos.

Esta mise en abyme, “puesta en abismo”o historia dentro de la historia, procedimiento narrativo más común en la literatura (los cuentos fantásticos de Borges y Cortázar pueden brindarnos buenos ejemplos), por momentos independiza los relatos de los siete gatos. Con base en la personalidad e historia de cada gato, en la que se involucra siempre su relación con los humanos, Kide traza un mapa fragmentario y geográfico, pero también afectivo, de la ciudad.

La genialidad de la estrategia narrativa reside en que el documental se extiende por casi hora y media sin perder la atención del espectador. Al aludir siempre al contacto entre el felino y la sociedad (no es un documental sobre los gatos en Estambul, sino de su compenetración con la humanidad de la ciudad), centrando su atención en algunos gatos; al tiempo que explora sus historias particulares, Ceyda Torun crea una historia tan profunda como conmovedora.

Los gatos habitan cada rincón de Estambul

Fuente: docnyc.com

Conexión natural

Lo anterior sirva para despejar las dudas que pueden asaltar al escéptico: habrá ternura y tomas sublimes de gatos adorables, sin duda. Pero se trata también de un texto social que analiza la hermosa relación que existe entre la gente de una gran ciudad y los animales callejeros; un ejemplo de convivencia natural en una época que muchas veces aliena al hombre de las urbes de la naturaleza.

Tal vez, para aclarar más el punto, valga señalar que si los gatos de Estambul son llamados callejeros es porque deambulan libremente por las calles, no porque se les de el trato que solemos asociar a la palabra. En Estambul nadie posee a los gatos. La gente no los encierra ni pone collares. Los alimentan y cuidan si hace falta, pero el gato es libre de entrar y salir cuando guste hacerlo.

En un entorno así, el gato conserva los rasgos de agilidad y el instinto cazador de sus ancestros, estando, de cierta forma, más conectado con su propia naturaleza. Algunos de los entrevistados lo mencionan: un gato criado para mantenerse en casa, pierde rasgos de su personalidad natural. Esto se pone en relación con nuestra existencia actual en un mundo modernizado que nos conduce a un ritmo antinatural, alejándonos de la naturaleza.

La relación entre personas y gatos es muy especial

Fuente: ihavecat.com

Maestros del humanismo

Por si no se notaba aún, soy amante de los gatos. Desde esta posición, es común que quienes los detestan me digan con frecuencia que no me entienden porque “a MÍ no me gustan los gatos porque les das de comer y los tratas bonito y sólo te hacen caso cuando quieren”. Lo que entiendo es que esas personas desean ser retribuidas por su generosidad y la obediencia perruna es una obvia ganancia que obtienen por sus acciones.

En algún momento del documental, alguien afirma que la diferencia fundamental entre el perro y el gato es que el primero ve a Dios en la figura del hombre, mientras que el segundo sabe que de ninguna manera somos Dios. Por eso, el perro somete su voluntad a nuestra orden y el gato se rehúsa a inclinarse ante nosotros. El amo de un perro tiene en éste a un súbdito, pero el “amo” del gato no puede pretenderse superior.

Por eso, aunque sea cuidado o alimentado por muchos, y admirado por la mayoría, el gato vive sin amo, en una libertad que no conoce de propiedad privada. Un hombre de Estambul lo dice con claridad, él ama a los gatos porque no comprometen su libertad ante nadie y si alguna vez lo hace, puede considerarse un evento especial. Aunque soberbio, al recordarnos que no somos Dios, el gato es un maestro de la humildad. Así es también, sin predicar con el ejemplo, un maestro de la generosidad.

Tanto para mí, como para la mayoría de los habitantes de Estambul, el gato enseña sobre generosidad. Desde luego, la generosidad no es una de las cualidades del felino, pero te enseñan a darlo todo sin esperar recibir “algo” a cambio. Quizá el mejor ejemplo de generosidad en el documental sea el de un hombre que recorre diariamente la ciudad con kilos de pescado y pollo para alimentar a los gatos.

La conclusión es que Kedi es un documental tan elegante, audaz y tierno como sus protagonistas; un documento sobre la historia del gato en Estambul, una impronta a la bondad y generosidad, un ronroneo zen-fílmico apto para el relajamiento y un evangelio para los creyentes en los gatos y los nuevos adscritos. Kedi es una película que todos deberíamos ver como un ejemplo del papel estabilizador que puede tener un animal a la hora de humanizar y dar coherencia un lugar caótico.