30 años de Die Hard, el film de acción por antonomasia
Parece mentira, pero hace ya treinta años del nacimiento de uno de los personajes arquetípicos en la historia de los filmes de acción: John McClane, el ultimate badass americano; sin embargo, todavía podemos recordarlo, con asombrosa claridad, columpiándose desde lo alto de un rascacielos con una sábana, o arrastrándose por los ductos de ventilación, con un encendedor como única linterna.
A pesar de sus tres décadas de existencia, Die Hard, estrenada el 12 de julio de 1988, dirigida por John McTierman, escrita por Jeb Stuart y Steven de Souza, a partir de la novela Nothing Lasts Forever de Roderick Thorp, permanece como la mejor película de acción americana de todos los tiempos.
¿Qué es lo que la ha hecho sobrevivir tan decorosamente? La película sigue la desafortunada situación de John McClane, un oficial de la Policía de Nueva York que se encuentra en su día de descanso; buscando reconciliarse con su mujer, asiste sin muchas ganas a la fiesta de navidad que será celebrada en un imponente rascacielos, sede de la Nakatomi Corporation, compañía donde trabaja su esposa.
Mientras McClane está poniéndose el smoking, un grupo de terroristas alemanes, dirigidos por un excepcional villano: Hans Gruber, interpretado por el igualmente excepcional Alan Rickman, interrumpe la fiesta y se apodera de todo el edificio: toma a los presentes como rehenes e interroga a Joseph Takagi, jefe de Nakatomi, para que le revele la contraseña de la bóveda. Gruber espera robar $640 millones en bonos al portador.
McClane, que apenas tuvo tiempo de vestirse, descalzo y con apenas una camiseta, se enfrentará a los terroristas con un igual toque de humor, ironía, y acción.
El filme fue un tremendo éxito, y Willis ni siquiera era la primera opción de la 20th Century Fox para el protagónico; el guion ya había pasado por las manos de Frank Sinatra y Arnold Schwarzenegger: ambos lo rechazaron.
Has it really been 30 years? In this AC Podcast, cinematographer Jan de Bont, ASC (on right in this photo) discusses his camerawork in the 1988 Christmas film action-classic Die Hard (sorry, Bruce Willis): https://t.co/YzVytEP9eK pic.twitter.com/Pi6p3RpiSX
— AC Magazine (@AmericanCine) July 16, 2018
Sin muchas esperanzas, le dieron el papel a Willis, que para entonces era mejor conocido por sus papeles en televisión, en particular, la serie Moonlighting, sobre dos detectives enamorados en secreto, que le valió a Willis un Globo de Oro y un Emmy.
Con apenas 28 millones de dólares de presupuesto, Die Hard recaudó 140 millones, convirtiéndose en un éxito instantáneo, y después en la película americana de acción por antonomasia. De algún modo, a partir de la novela pulp de Thorp, los guionistas y el director se las arreglaron para crear una narrativa con varios niveles de desarrollo, o varias subtramas, sin que el espectador pudiera dudar o perderse en ningún momento.
A lo largo de las dos horas que dura el film, nunca nadie duda quién es quién en esa película, ni cuáles son los motivos que mueven a los personajes; este elemento, sumado al carisma y frescura que le imprimió Willis al personaje, crearon prácticamente una fórmula que muchas otras producciones habrían de repetir.
Pero nos preguntábamos, ¿qué es lo que ha hecho sobrevivir tan decorosamente a Die Hard?, o más específicamente, ¿cómo y por qué Die Hard ha sobrevivido donde muchas otras películas han perecido? La respuesta, en opinión de expertos y fanáticos del film, está en los pequeños detalles; por ejemplo, el hecho de que Willis aparezca toda la película descalzo, el hecho de que McClane ni siquiera tuviera las intenciones reales de asistir a la fiesta (recordemos el simpático monólogo dentro de los ductos de ventilación).
Es decir, el film se concentra en subrayar una y otra vez la vulnerabilidad de su protagonista: a través de diversos detalles, McClane es, primero que nada, un marido en aprietos, y después, sin capa ni disfraz, se convierte en el súper héroe americano que descuartiza, sólo con un encendedor, toda una operación terrorista internacional.
Estos elementos son precisamente los que carecen las secuelas de 1990, Die Hard 2; 1995, Die Hard with a Vengance; 2007, Live Free or Die Hard; y 2013, A good day to Die Hard. Lo cierto es que el andamiaje narrativo de este filme sirvió para fundar una fórmula: un hombre con habilidades extraordinarias, es llevado al límite por una situación en donde el entorno está completamente en su contra, dominado por un poderoso villano, casi siempre un terrorista.
A lo largo de los noventas, una multitud de películas habrían de estrenarse siguiendo la ahora conocida ecuación de duro de matar en un autobús: Speed; duro de matar en la cárcel: The Rock; duro de matar en un avión: Passenger 57. Hacia 1999, con el estreno de The Matrix y el surgimiento de la animación computarizada (Computer Generated Image, CGI) la fórmula llegó al pico y enfrentó una nueva evolución.
La huella fundacional, no obstante, quedó puesta y a lo largo de las décadas, en una sobrada cantidad de filmes de acción hay uno o más elementos tomados de la canónica Die Hard. Es difícil imaginar que han pasado ya 30 años desde el estreno de esta película, un clásico en toda la extensión de la palabra; parece que fue apenas ayer cuando escuchamos por primera vez “yippie kai yei, motherfucker!”.