Festival Internacional de Cine de Toronto: lo que vimos el séptimo día
Hotel Mumbai (Anthony Maras)
Anthony Maras debuta en el cine narrando el atentado terrorista que el Taj Mahal Palace, uno de los hoteles más emblemáticos y lujosos de India, sufrió en 2008. El asalto duró tres largos días, resultando en más de 160 muertos, tanto locales como extranjeros, y fue ejecutado por Lashkar-e-Taiba, uno de los grupos extremistas más grandes y activos del mundo, como parte de un ataque en masa planificado a lo largo del país.
Hotel Mumbai se aproxima al evento con notas de thriller, con un estilo crudo y sin darnos respiro; dos horas seguidas de asalto con poco descanso, pero siempre fácil de seguir. El relato intercala el punto de vista de los terroristas, cuatro jóvenes entrenados y tristemente adoctrinados, con el de algunos rehenes que permanecieron en el hotel durante todo el ataque, así como un grupo de policías locales que tenían órdenes de no actuar hasta la llegada de las fuerzas especiales. Destacan especialmente Armie Hammer como turista y padre de familia, y sobre todo Dev Patel como uno de los trabajadores pertenecientes al personal de cocina que decidieron quedarse voluntariamente a ayudar; el actor consigue convertirse en la referencia principal para el espectador, con el que empatizamos y sentimos.
Se trata de fondo el adoctrinamiento que los grupos radicales llevan a cabo sobre jóvenes inmaduros, sobre gente fácilmente manipulable. Las mentes maestras que se comunicaban en todo momento con los terroristas nunca fueron encontradas. El relato transmite la sensación de estar observando tan solo la primera capa de un sistema profundo, aquella que carga con el menor grado de responsabilidad.
Hotel Mumbai sabe mantener al espectador pegado a la pantalla durante dos horas de asedio. Se agradece cómo Anthony Maras combina las diferentes perspectivas del relato para construir en nuestra cabeza el espacio, dividiendo el hotel en varias partes bien diferenciadas (lobby, restaurante, habitaciones), logrando orden entre tanto caos.
Widows (Steve McQueen)
En 1983, el canal británico ITV emitió una serie de seis episodio llamada Widows: tres mujeres quedan viudas y endeudadas con gente peligrosa tras el asesinato de sus maridos en un robo fallido, por lo que deciden acabar el último golpe que sus esposos habían planeado con el objetivo de escapar de esa vida. Steve McQueen (12 Years a Slave) recoge esa historia de mujeres forzadas a entrar en un mundo dominado por hombres y, junto a la escritora estadounidense Gillian Flynn (Gone Girl), la convierte en un thriller criminal con potentes dinámicas entre personajes y un fondo social fascinante.
Verónica (Viola Davis), mujer del jefe de la banda (Liam Neeson), es en un comienzo la más fuerte de las tres y la que propone la idea del golpe; Linda (Michelle Rodriguez) es la única madre de la banda y tiene claro que quiere el dinero para reabrir la tienda que le han arrebatado por las deudas de su marido; Alice (Elizabeth Debicki) es una mujer que ha sido abusada por su esposo, y empieza siendo inmadura e ingenua pero pronto crece en otras direcciones. El guion logra crear un conjunto de dinámicas interesantes entre estos personajes, mostrando evoluciones creíbles tanto a nivel personal como grupal. Ese proceso de adaptarse y aprender las leyes de un mundo que desconocen sirve para tratar realidades sociales alrededor de la mujer (“nadie cree que podamos hacer esto, y eso juega a nuestro favor”) y, por el camino, construye momentos cómicos jugando bien con las expectativas que tenemos de todas ellas.
Colin Farrell, Brian Tyree Henry y Daniel Kaluuya redondean un reparto ya de por sí excelente, retratando el mundo político y el criminal sin distinción alguna. Ellos son los personajes que añaden el tono de thriller al guion (y crítica/sátira política), sobre todo los dos últimos, suponiendo la amenaza a contrarreloj en contra de la banda de mujeres, elevando todo lo que está en riesgo y añadiendo verosimilitud a las decisiones que ellas se ven obligadas a tomar para poder sobrevivir.
Widows es un thriller criminal de primera gracias a un guion excelente y un reparto que dimensiona cada pequeña oportunidad. Los giros son varios e impredecibles, las dinámicas dentro del grupo de mujeres son interesantes y siempre creíbles, y las amenazas a las que se enfrentan bien reales. Además de todo eso, un fondo social de género eleva todavía más un ejercicio ya de por sí completo.
Hold the Dark (Jeremy Saulnier)
Con la violencia visceral y sensación de amenaza constante de Green Room (2015), Jeremy Saulnier vuelve a sumergirnos en la oscuridad del ser humano, esta vez de una manera muy distinta: Rusell Core (Jeffrey Wright), un escritor y naturalista experto en lobos, decide acudir a la carta desesperada de una madre cuyo hijo ha sido asesinado por una manada de lobos, emprendiendo un viaje a Yup’ik, un pueblo remoto de Alaska que poco a poco le va descubriendo la oscuridad que se esconde en los límites de la civilización.
El guion (adaptado de la novela de William Giraldi) dosifica la información estupendamente para crear tensión, abriendo poco a poco la ventana a un universo oscuro y fascinante; aunque el mayor acierto vuelve a ser esa aproximación descarnada que ya se ha convertido en el estilema más reconocible del director. La violencia no se celebra tanto como en su trabajo anterior, pero continúa siendo una parte fundamental.
Jeffrey Wright, a quien quizá reconocéis por Westworld, sorprende con una interpretación sobria y contenida. El actor se adentra en ese mundo desconocido junto al espectador, y transmite plenamente el desgaste físico y mental que ello supone sin perder el interés por saber más. Otro personaje crucial no es otro que el espacio, la naturaleza brutal de Alaska; las creencias primitivas y las conexiones que los nativos del pueblo tienen con el entorno gélido es el motor de fondo que mueve todo.
Hold the Dark recuerda a Wind River (Taylor Sheridan, 2017), a un estudio hobbiano del ser humano con la vasta naturaleza salvaje como contexto y reflejo. Sin embargo, el cineasta añade una capa primitiva, arcaica y casi sobrenatural que nos lanza más preguntas que respuestas, evocando una sensación de tensión y terror ante un abismo que desconocemos.