Élite: del cliché adolescente al enviciante thriller

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Élite, el nuevo boom español de Neftlix, puede que no sea la mejor producción de todos los tiempos pero tiene todas las cualidades para enviciar. De hecho, rompe records internacionales porque millones de personas alrededor del mundo se han enganchado y la han visto en jornadas maratónicas. Por supuesto que podríamos dedicarnos a decir qué tiene de malo – en realidad se resume en la mayoría de clichés de productos “adolescentes”- pero mejor destaquemos lo bueno ¿Por qué la gente se prende a Élite?

La historia empieza con la llegada de dos chicos y una chica de clase trabajadora a un colegio de ricos en Madrid. La comunidad de la elitista escuela Las Encinas no está acostumbrada a tratarles, por lo que llaman mucho la atención de todos los cursantes. Este encuentro de dos mundos se vuelve interesante por las relaciones que se establecen a lo largo del año escolar.

Encontramos, entonces, toda la diversidad que pueda permitir este escenario y aunque en un principio los personajes se ven un tanto rígidos, con el tiempo se sueltan y se vinculan de formas quizá más genuinas. Para ello es vital la llegada de poderosos caracteres que transforman en protagonistas a quienes parecían no serlo.

Nadia (Mina El Hammani), cuya familia -palestina y musulmana- lleva una bodega en el pueblo, es inteligente y ambiciosa; Samuel (Itzan Escamilla), bonachón, trabaja como camarero en un restaurante e intenta ayudar a su hermano Nano (Jaime Lorente), a salir de los malos pasos. El tercero del grupo es Christian (Miguel Herran), el galán que apuesta por vincularse con una hermosa chica que está ya ennoviada.

Pero para querer saber más sobre estos chicos, es vital que haya una buena razón y en Élite, la hay: un asesinato sin resolver. Un drama que es thriller. 

Este crimen es el hilo que encadena al espectador con la historia y lo mueve de principio a fin.  La lógica dice que en cada capítulo soltarán una pista y parte de eso lo logran intercalando escenas con los interrogatorios de una policía que duda bastante, aunque no lo suficiente. Pero, por lo menos, el espectador tendrá una certeza cuando acabe la serie y se prepare para la segunda temporada.

Amor, amor

Es el otro aspecto infalible para el enganche: el amor. Las relaciones sentimentales en Élite son una mezcla entre lo común y lo inusual; entre el cliché y la novedad; y esto en una serie adolescente es llamativo. Por ejemplo, los triángulos amorosos que ya estamos acostumbrados a ver representados en pantalla, aquí se exponen e intentan salir del prejuicio. Veremos a dos hermanos competir por el amor de Marina (María Pedraza); a una pareja formal, Polo y Carla, que encuentran en Christian algo interesante y hasta Nadia, que parece haber robado la atención de Guzmán (Miguel Bernardeau) el niño adorado de Lucrecia Montesinos (Danna Paola).

Veremos también a Omar un dealer moro, hermano de Nadia, experimentar su sexualidad con Ander el hijo de la directora de Las Encinas. Es entonces, un drama que es thriller, donde tampoco se escapa el romance y, sobre todo, el sexo. Pero, cuidado, el VIH aparece por primera vez desde hace tanto como una condición mucho menos grave del estereotipo que se tiene en la cabeza.

A lo largo de toda la serie no se pierde un rastro de una sensación de dureza frente al poder. Los creadores lo evocan desde el momento en el que incluyen en la trama los desmanes de la corrupción. La crítica a la élite se ve cuando echamos un ojo a los padres y madres de los estudiantes del flamante colegio: un empresario que inhala coca y que, quizá, lava dinero, en un matrimonio con una alcohólica; dos madres atristocráticas que crían a un hijo que en realidad está muy a sus anchas; una pareja que solo aspira de su hija seguir sus pasos; un padre ausente que solo busca lo más costoso para su hija y así…

Élite está bien. Es una producción de alta calidad. Es enviciante, sí, pero quizá muy poco trascendente. Es de las cosas que gusta mucho, rápido, pero quizá por eso tendrán que ingeniárselas en la segunda temporada para subir la vara. Con producciones así, la cinematografía española se cuela entre las grandes del mundo y quizá vemos el nacimiento de un nuevo imperio cultural.