Detrás de “Mindhunter”: John Douglas, el verdadero cazador de asesinos
Mindhunter es uno de los proyectos más exitosos de Netflix en la actualidad, pues con un tema tan atrayente como lo es de los asesinos seriales, una trama lenta pero bien construida e hipnótica, así como una tercia de protagonistas sumamente carismáticos, se ha posicionado como uno de los productos favoritos de los consumidores. Sin embargo, la historia real que hay detrás de cada uno de sus capítulos es tan interesante como perversa.
Todo esto es gracias a John Douglas, el ex agente del FBI que durante años, junto con su equipo, se entrevistó con algunos de los asesinos seriales más peligrosos que estuvieron en activo durante los años 70, tales como Ted Bundy, Charles Manson, Edmund Kemper, Jerry Brudos, el hijo de Sam o John Wayne Gacy, entre otros; varios de ellos personajes más que atractivos en la serie pero totalmente monstruosos en el mundo real.
Douglas y su gente realizaron este tipo de investigaciones con el objetivo de crear un perfil psicológico que ayudara a comprender (y tal vez hasta evitar) el porqué estos personajes cometían crímenes de tal magnitud y perversión. Incluso, la importancia de sus pesquisas fue tanta que gracias a ellos es que de manera oficial se comenzó a emplear el término “asesino serial” para describir a estos individuos.
El nacimiento del cazador
Antes de ser un experto en asesinos seriales, desde niño Douglas tenía las intenciones de ser veterinario y hasta comenzó a estudiar la carrera, aunque sus sueños se vieron frustrados cuando fue reclutado para formar parte de la Fuerza Aérea durante la época de la guerra de Vietnam. Sin embargo lo que pareció un obstáculo para su vida se convirtió en la mayor oportunidad que se le pudo presentar, pues fue durante este período que un agente del FBI lo invitó a unirse al buró, ofrecimiento que terminó por aceptar sólo por los beneficios económicos que esto significaba.
Ya dentro del departamento en la década de los 70, a los 32 años, Douglas comenzó a sobresalir entre otros agentes por su increíble habilidad para los interrogatorios, por lo que pronto comenzó a laborar en la recién creada unidad de ciencias del comportamiento del FBI, especializada en entender la psicología de los criminales.
Sin embargo, sus ansias de conocimiento fueron tantas que no se limitó al trabajo de escritorio, sino que más pronto que tarde hizo hasta lo imposible con tal de tener el permiso para entrevistarse con algunos de los asesinos más deplorables y famosos de la época. Después de todo, qué mejor manera de conocer las mentes criminales que interrogando a las mismas.
A la caza de los cazadores de hombres
Una vez que expuso sus motivos para las entrevistas, John inicio la labor de interrogatorios junto con su compañero Robert Ressler, con quien fue a la prisión de San Quentin, California, para entrevistarse con Edmund Kemper (Cameron Britton, en la serie), conocido por ser un hombre que sobrepasaba los 2 metros de altura y pesaba 130 kilos, pero sobre todo, por tener entre su lista de asesinatos a su madre, sus abuelos y siete mujeres.
Lo interesante es que ni Douglas ni Ressler sabían que hacer en un inicio, por lo que se decidieron a hacer lo que mejor hacían: preguntar. Fue así que tan sólo usando su intelecto lograron mantener una “charla” con el asesino de universitarias, en la que descubrieron que éste sentía un gran odio por su madre, quien constantemente lo maltrataba de niño; de igual forma les confesó que era un hermano que gustaba de degollar y descuartizar los muñecos de su hermana.
Cuando los dos agentes se percataron de toda la información que recabaron de Kemper –y de lo importante que ésta era para entender lo que lo llevó a convertirse en asesino–, se convencieron que el estudiar a otros como él era lo que necesitaban para comenzar a entender la mente criminal, así que se dedicaron a viajar por todo el país para entrevistarse con los asesinos más famosos que habían sido capturados en aquellos años.
Por supuesto no todo se limitó a cuestionarios, pues Douglas se dio cuenta que cuando había cierto hermetismo de sus entrevistados hacia él, lo mejor era emplear técnicas psicológicas para obtener la información que deseaban, como lo fue el permitir que los asesinos le preguntaran cosas a él o simplemente revelar parte de su propia vida privada. Otro truco era el no mostrarse sorprendido ni siquiera ante las declaraciones más impactantes, pues al no enseñar una reacción, algunos de los asesinos seguían hablando en busca de impresionarlo.
Fueron estos trucos los que se convirtieron en su mejor herramienta, ya que pasado un tiempo tuvo que entrenarse para escribir las entrevistas de memoria al darse cuenta que las grabadoras “retenían” las confesiones de sus entrevistados. Asimismo, otras famosas técnicas que usó fue la de sentarse en sillas más bajas que las de los asesinos (para darles una sensación de superioridad ante él) o solicitar que los interrogatorios se dieran en habitaciones con ventanas, lo que le permitiría observar si el preso desviaba su mirada hacia éstas cuando se tocaba un tema sensible.
Algunas conclusiones del cazador de mentes
Todos estos interrogatorios dieron frutos cuando Douglas y su equipo comenzaron a obtener resultados, como algunos patrones en común.
Algunas de las conclusiones a las que llegaron según el propio John, fueron que estos mismos asesinos, si bien son peligrosos, en el fondo también son cobardes, pues siempre eligen como víctimas a personas más débiles que ellos, ya sean demasiado ancianas o demasiado jóvenes, prostitutas, desamparados o personas inestables mentalmente, lo que les permitía acercarse a ellas no sólo de forma física, sino también sentimental; aunque por supuesto la mayoría de ellos eran incapaces de sentir algún sentimiento verdadero.
El narcisismo, el abuso físico, sexual y psicológico desde temprana edad también fueron algunos puntos en común, destacando que casi todo este tipo de maltratos eran infringidos por sus madres, lo que al momento de crecer los había llevado a convertirse en acosadores o golpeadores.
También encontraron que la mayoría de los asesinatos, por no decir todos, servían a manera de satisfacciones sexuales, aunque no existiera algún tipo de contacto sexual propiamente hablando, sino que a veces era el mismo uso de la violencia lo que llegaba a excitarlos. Este tipo de satisfacción sexual, al igual que el maltrato hacía los animales desde temprana edad, eran dos de los patrones más comunes.
Esto llevó a obtener conclusiones como que para Douglas ninguno de los asesinos con los que habló podía ser rehabilitado.
Las heridas del cazador
Un trabajo tan importante e íntimo como éste dejo varias secuelas en John Douglas, pues de cierta forma los asesinos lograron meterse también su mente, algo que no resulta entraño tomando en cuenta que para cuando se retiró del FBI estaba inmerso en casi mil casos diferentes de psicópatas.
Y claro que todo dio fruto, pues en 1981 gracias a sus perfiles y patrones psicológicos se pudo capturar a Wayne Williams, asesino de niños; o al asesino del Río Verde, sospechoso de matar a al menos 13 mujeres cerca de Seattle.
Aunque tuvo la satisfacción de ayudar a encerrar a algunos, su salud comenzó a flaquear cuando sufrió ataques de pánico o dolores de cabeza, por los que terminó en terapia intensiva e incluso en coma cuando se le detectó una inflamación cerebral, que a su vez culminó en una parálisis temporal de cinco meses.
Todo esto ocurrió, según le diagnosticaron, a causa de estrés postraumático. Fue por este tipo de eventos que finalmente, en 1995, cuando cumplió 50 años de edad, decidió retirarse del FBI, pues simple y sencillamente ya lo había dado todo.
En ese mismo Douglas publicó su libro Mindhunter, que rápidamente se volvió Best-Seller y sirvió de inspiración para la serie que actualmente se puede ver en Netflix.