«Rabid»: vampirismo, zombies y sensualidad al estilo David Cronenberg
La voracidad del virus zombi, la sed de sangre y la sensualidad del vampirismo se unen en Rabid (1977), una de las películas más emblemáticas de uno de los maestros del body horror: David Cronenberg. El director entrega una historia tan aterradora como emocionante.
Rose (Marilyn Chamber) es una mujer que, tras haber sufrido un terrible accidente, es sometida a una cirugía experimental para tratar las severas deformaciones que sufrió. Sin embargo, el procedimiento quirúrgico la convierte en portadora de un extraño virus que necesita de carne y de sangre humana para sobrevivir.
Protagonizada por la entonces actriz pornográfica Marilyn Chambers, Rabid es una película de terror que muy al estilo de David Cronenberg utiliza el recurso del body horror para dar un emocionante giro a las cintas de zombis y vampiros. Lo logra valiéndose de los elementos más representativos de ambos géneros: crea una historia original y sangrienta.
Además, gracias a que la obra cuenta con un ritmo rápido, el terror no tarda en llegar, lo que sumerge al espectador en un escenario repleto de caos e incertidumbre.
Así, el caos llega tras la cirugía experimental a la que Rose es sometida, pues sin dar explicaciones ni motivos se convierte en la portadora de un virus que la obliga a beber sangre para sobrevivir. Convierte, a su vez, a aquellos de quienes se alimenta en seres salvajes y hambrientos de carne y de sangre.
Esto hace recordar a las cintas de zombis dentro de Rabid, donde al igual que en estas, el contagio se da de forma rápida y voraz sin dar tiempo a explicaciones. Solo se aprecia un terrible pánico que se expande casi tan rápido como la enfermedad.
Además, si se toma en cuenta que estos infectados son más parecidos a bestias rabiosas que a muertos vivientes, se los dota así de un miedo más extremo, pues dejan de ser los clásicos y lentos zombis para convertirse en rápidas, violentas y despiadadas amenazas.
En cuanto al elemento vampírico, este radica sobre todo en la figura de Rose, ya que si bien se deja en claro que ella es la portadora del letal virus, su actuar y sus síntomas no son los mismos que los de los infectados. Aquí, la mujer se transforma en una peligrosa seductora que se vale de su belleza para conseguir la sangre que necesita para seguir viviendo.
En pocas palabras, bien podría ser la vampiresa que al igual que Drácula se vale de sus encantos para atraer a sus presas. Y que, al contrario de aquellos a quienes contagia, es capaz de preservar su cordura y su razonamiento.
Todo esto ayuda a que la trama de Rabid sea emocionante y escalofriante, pues si a los infectados rabiosos, a la sensualidad de Rose y al recurso del body horror le agregamos un buen suspenso, entonces es fácil sumergirse en la historia tan atroz que Cronenberg presenta.
Lo mejor de todo es que el suspenso se mantiene durante todo el metraje gracias a que la intriga se centra en la catástrofe. Esto da pocas, pero interesantes pistas sobre el origen del virus, motivo por el cual el espectador se mantiene enganchado hasta el final.
Y si adherimos que Rabid cuenta con una conclusión desoladora e inhumana, es fácil comprender el porqué se debe temer tanto a las enfermedades que están más allá del control del hombre.