“El color que cayó del cielo”: locura y suspenso más allá de la razón
Aunque H. P. Lovecraft es uno de los autores más inadaptables al cine por la naturaleza indescriptible de su obra, hoy en día existen un par de cintas que se han acercado bastante a su visión del horror cósmico. La más reciente se trata de El color que cayó del cielo (Color Out of Space, 2019), del director Richard Stanley y con Nicolas Cage como protagonista.
En una granja del condado de Arkham, una familia espera comenzar una nueva y mejor vida dedicándose al campo. Desgraciadamente, las cosas tomarán un rumbo aterrador cuando un meteorito caiga en las inmediaciones, pues su presencia provocará que todos los seres vivos a su alrededor entren en un mundo de horror y locura inenarrables.
Adaptar cualquier trabajo de Lovecraft a la pantalla grande no es una tarea fácil, ya que cualquiera que se atreva a intentarlo sabe que su trabajo es mostrar y describir lo que fue creado para ser indescriptible. Además, si dicha adaptación se trata de uno de los relatos más famosos del escritor (como lo es este caso), prácticamente se tiene todo en contra para lograrlo.
En este aspecto, Richard Stanley obtuvo un triunfo a medias con El color que cayó del cielo, pues aunque esta película contiene prácticamente los elementos más importantes y esenciales del relato, también presenta altibajos que hacen a la trama un tanto tediosa, sobre todo al inicio.
Esta es porque la historia tarda bastante en arrancar, sobre todo porque en el cuento los eventos ocurren en el pasado y son narrados por un personaje externo a los protagonistas, mientras que en el filme todo ocurre en el presente y se cuenta a través de la familia.
Aunque esto no cambia mucho lo adaptado entre el relato y la cinta ―ya que en su mayoría se respetan los sucesos claves―, sí afecta el hecho que los personajes son más interesantes y profundos en el cuento a pesar de su brevedad. En cambio, la adaptación de El color que cayó del cielo los presenta escuetos y vacíos, así que no es fácil empatizar con ellos.
Por fortuna, la segunda mitad del metraje se alza con creces al ver cómo la familia cae en la locura y en el horror, dos elementos que causan un gran impacto por dos razones: la primera es la apatía que se percibe entre padres e hijos, lo que genera un buen nivel de estrés, y la segunda es que El color que cayó del cielo contiene escenas que, sin llegar al gore, causan repulsión gracias al llamado “body horror”.
Lo anterior ocasiona que por un lado la película rememore grandes obras como The Thing, pero por otro se aprecie el grado de inhumanidad y la falta de cordura a la que son orillados los personajes. Además, este escenario se ve más asfixiante al no saber cómo es que el meteorito y el color que irradia influyen en la familia.
En esta misma línea, El color que cayó del cielo es un deleite a pesar del exceso de CGI, ya que si bien está saturada de efectos computarizados, las tonalidades magentas, púrpuras, rosas, azules y demás, ciertamente logran un aproximado ―aunque seguramente bastante lejano aún― a un color que debería ser indescriptible e inimaginable.
En resumen, aunque este trabajo de Richard Stanley no es la mejor adaptación que se ha realizado en torno a Lovecraft, es un trabajo bastante digno que se coloca entre aquellas cintas basadas en su obra que valen la pena mirar.