Incendies: el retorno de la tragedia en el nuevo siglo
Protagonizada por Lubna Azabal, Mélissa Désormeaux-Poulin y Maxim Gaudette en los roles de Nawal, Jeanne y Simon Marwan, respectivamente; Incendies (2010) es el cuarto largometraje del director canadiense Denis Villeneuve y el filme que lo impulsó al reconocimiento mundial. Incendies es una adaptación de la obra de teatro La mujer que cantaba (2003), parte de una tetralogía llamada «La sangre de las promesas», del dramaturgo líbano-canadiense Wajdi Mouawad, quien trasladó la tragedia griega al contexto de los conflictos civiles en Líbano.
El filme obtuvo la nominación a Mejor Película Extranjera en los BAFTA y Premios Óscar, además de ganar ocho Premios Genie (más o menos el equivalente canadiense del Óscar). El mismo Villeneuve como guionista supera un reto en extremo complejo al adaptar un texto escrito totalmente para otro soporte. Cuenta para ello con el sublime trabajo del fotógrafo André Turpin, director de fotografía de Tom à la ferme y Mommy, además de realizador de Un crabe dans la tête (2001), película nominada al Óscar a Mejor Película Extranjera.
Un cineasta con record perfecto
Antes de que irrumpiera en el panorama internacional con esta película, atrayendo la mirada de la industria hollywoodense, Villeneuve había dirigido ya algunos inquietantes cortometrajes, una cinta documental y tres potentes largometrajes. Un 32 de agosto en la tierra (1998), Maelström (2000) y Politécnico (2009), cautivadores dramas escritos por él mismo, lo consagraron en Canadá al sumarle 14 Premios Genie, así como sus primeras nominaciones en Cannes y darle el FIPRESCI en Berlinale.
Con Incendies arrasó en el mundo del cine. Aunque no se levantó con la gloria en los Óscar o BAFTA, la película consiguió más de 30 premios internacionales y se coló dentro del top 250 de IMDb. Desde entonces la carrera de Villenueve ha ido en meteórico ascenso. En 2013 nos obsequió dos obras maestras más, ambas protagonizadas por Jake Gyllenhaal. Con Enemy (Enemigos idénticos, 2013) adaptó maravillosamente la novela El hombre duplicado de José Saramago y volvió a colarse en el top de IMDb con Prisioners, filme trepidante en el que Hugh Jackman hace dupla con Gyllenhaal.
En 2015 une su talento a un escritor llamado Taylor Sheridan para realizar Sicario, una magnífica película de acción con un casting brutal. Al año siguiente se pasó al terreno de la ciencia ficción al filmar Arrival (La llegada 2016), adaptación de una historia de Ted Chiang que sorprendió por tratar el tema de los extraterrestres desde un enfoque lingüístico, alejado de las convenciones de un género que se regodea con la elaboración de batallas y explosiones de proporción épica, obteniendo ocho nominaciones al Óscar, entre las que destacan Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión Adaptado.
Con el reciente estreno de Blade Runner 2049 (la que reseñé aquí), Denis Villeneuve se apunta otra joya de película, afianzándose como uno de los referentes cinematográficos más importantes del mundo; un cineasta que continúa sin dar paso en falso. El canadiense promete continuar un rato por la senda del invicto y de la ciencia ficción: recientemente anunció que trabaja en la nueva adaptación de Dune, obra maestra de la ciencia ficción escrita por Frank Herbert y que será adaptada por el guionista Eric Roth (Forest Gump, El curioso caso de Benjamin Button), en lo que se rumora será una saga.
La conformación de la tragedia cinematográfica
Si bien la tragedia que adapta Denis Villeneuve es un texto de este mismo siglo, sus raíces se hunden con mucha mayor profundidad en el tiempo, aproximadamente 2500 años atrás, cuando tres grandes escritores griegos, Esquilo, Sófocles y Eurípides, dieran forma a lo que se conoce como tragedia. La mujer que cantaba bien podría haber sido escrita por alguno de los tres, así como Wajdi Mouawad y Villeneuve serían capaces de adaptar Edipo rey, Antígona, Electra, Orestes o Las euménides.
El hilo que conduce todas las tragedias es el cumplimiento de un destino trágico de naturaleza fatalista, es decir inevitable y de graves consecuencias. Aunque puede parecer que los eventos se dan de manera azarosa (en el caso de Incendies a veces la trama parece increíble), hay una relación destino-seducción-signo que está obligada a darse, no es un suceso aleatorio sino una cita que cumple; una regla trazada por fuerzas que se sitúan más allá de la voluntad de los personajes.
Incendies fluye a un ritmo hipnótico en una historia de proporciones épicas que e toma su tiempo para avanzar, pero que sabe alternar a la perfección entre la acción emocionante, los diálogos inteligentes y los silencios ominosos. En Incendies los personajes no pueden trascender su destino fatal porque al igual que en la tragedia griega, los designios de las moiras están por encima de cualquiera.
Aquí me gustaría establecer una relación entre Incendies y The Killing of a Sacred Deer, película estrenada el año pasado que también se nutre de la tragedia griega. Ambas obras tienen en común la crítica a la normalización e indiferencia ante la muerte en nichos sociales donde las personas se han revestido de una insensibilidad que las vuelve apáticas ante la crueldad y el sufrimiento del otro, pero a diferencia de la segunda, que se traslada rápidamente al terreno de lo simbólico y fantástico, Incendies se presenta como una tragedia cinematográfica de corte realista.
No hay que confundir aquí el realismo con la verosímilitud. Si designo a Incendies como una obra realista es porque su discurso nunca escapa por la vía de lo onírico o lo fantástico y presenta un entorno que existe en realidad. Estoy de acuerdo en que la historia que nos cuenta la película resulta muy difícil de creer y que la ruptura temporal y espacial constante acaban por desbordar los límites de lo verosímil, pero quien juzgue por esto el filme deberá familiarizarse con la tragedia para entender que el género persigue más un efecto catártico que la exactitud objetiva.
Oráculos y fantasmas
Para los griegos el oráculo constituía un eje central de la religión y la cultura, desempeñando en la tragedia un papel fundamental como portavoz del destino fatal. El término oráculo es impreciso, pudiendo referir a la respuesta dada por un dios ante una interrogante humana, al dios consultado o al lugar sagrado donde se da la visión. En ocasiones, la respuesta de los dioses es ambigua, por lo que el oráculo requiere un proceso de interpretación.
En Incendies tenemos la presencia de varios oráculos que iluminarán el camino, inherentemente oscuro por su destino final, de los protagonistas. Oráculos son el notario, empleador de la madre y encargado de pronunciar el testamento de la fallecida y ver que se cumpla su voluntad, así como el profesor universitario que instará a Jeanne a emprender lo que él mismo describe como “un ejercicio de matemáticas puras, la búsqueda de lo inalcanzable e indefendible”.
También se desempeñan como oráculos el detective privado a quien contrata el notario para ayudar a Simon a encontrar a su hermana; además de conducirlos al último de los oráculos, el líder de un grupo de guerrillas que conocela historia completa de su madre y que les revela lo turbio de su origen. Algo común en todas estas escenas es la presencia del fuego y el agua, elementos de creación y destrucción capaces de duplicar nuestra imagen, pero también de destruirla.
En un constante ir y venir del flashback al flashforward, Villeneuve compara constantemente la vida de madre e hija, dos mujeres que crecieron en contextos muy distintos, pero que comparten el espíritu combativo de quien desea la libertad. Como el personaje de la novela de Rulfo, Jeanne irá en busca de su padre, desandando los pasos de fantasmas cobrarán forma en una comala que podría ser cualquier ciudad de oriente.
Al enterarse de lo que era mejor no saber, Simon y Jeanne encuentran la catarsis que trae, por un lado, la verdadera empatía: la de conocer el sufrimiento del otro; pero, por el otro, el desgarre ontológico que padeció Nawal cuando descubrió que aquello que más anhelaba encontrar era lo mismo que la había destruido. En ese momento ella dejó de cantar.
Los menos pacientes, esos que apuran constantemente el ritmo porque no soportan ver a detalle una misma cosa, porque su atención dispersa está acostumbrada a películas que van a la velocidad de un deportivo; dirán que este constante ir y venir es redundante, cuando lo que hace es crear un bucle y traer a tema el eterno retorno para mostrarnos cómo es que solemos andar tras los pasos de alguien y repetir las historias de los que ya se fueron, es decir, como nos convertimos en fantasmas.
You and whose army?
Imposible dejar de lado la referencia a Radiohead, banda fundamental para entender la evolución del rock alternativo a lo largo de las últimas décadas. Para un seguidor de Radiohead, el traveling inicial de casi cinco minutos, que se desplaza desde lo general (las montañas al final del horizonte) al interior de una habitación llena de chicos que se rapan mientras toman algunas armas, mientras suena de fondo «You and Whose Army», puede significar la fascinación o la ira.
Una de esas dos reacciones determinaría si Radiohead concedía los derechos a Villeneuve, pues aclararon que no sería una cuestión de economía, sino de estética, lo decisivo. Al parecer a los músicos les gustó tanto el incipit como a mí y la decisión de grabar y editar la escena sin tener garantía de aprobación, fue otro éxito de Villeneuve. Lo celebro, porque en mi opinión es una de las mejores aperturas en la historia del cine; un ejemplo de selección atinada y montaje sincronizado que roza las características del videoclip y que también es común en el cine de otros dos genios canadienses del cine: Xavier Dolan y Stephen Dunn, cada uno con un estilo diferente, pero los tres parte de una generación de cineastas canadienses que podrían ser quienes compitan por los galardones que los tres amigos del cine (Del Toro, Iñárritu y Cuarón) se han llevado de calle los últimos años.