Blade Runner 2049: cyberpunk psicodélico noir en una secuela inmejorable

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Con el estreno reciente de Blade Runner 2049 no queda duda de que Denis Villeneuve es uno de los referentes cinematográficos más importantes del mundo. Desde 2010, año en que el canadiense irrumpió en el panorama internacional con Incendies (Incendios 2010), atrajo la mirada de las grandes industrias del cine, que dieron a la magistral adaptación de la obra teatral homónima de Wajdi Mouawad nominaciones para el Óscar y BAFTA como Mejor Película extranjera, además de alrededor de 30 premios internacionales y la inclusión en el top 250 de IMDb. Para entonces, Villenueve era poco conocido mundialmente, pero ya había dirigido algunos cortometrajes y tres largometrajes de una potencia dramática innegable.

A partir de ese mismo año, la carrera del director ha ido en ascenso con la realización de películas que sólo cabría definir como obras maestras. Pronto nos sorprendió con Enemy (Enemigos idénticos 2013, adaptación de El hombre duplicado de José Saramago), una película de inquietante fascinación, y Prisioners, filme trepidante protagonizado por Jake Gyllenhaal y Hugh Jackman que también se ha colocado en el top de IMDb. En 2015 unió talento con Taylor Sheridan para realizar la cinta de acción Sicario, misma que verá su continuación este 2018, pero sin la dirección de Villeneuve. Por último, se pasó al terreno de la ciencia ficción al dirigir Arrival (La llegada 2016), adaptación de una historia de Ted Chiang que sorprendió por tratar el tema de los extraterrestres desde un enfoque lingüístico, alejado de las convenciones de un género que se regodea con la elaboración de batallas y explosiones de proporción épica; algo que generó muchas críticas de quienes esperaban más balas y violencia, pero que hizo la delicia de quienes deseábamos ver algo distinto, obteniendo ocho nominaciones al Óscar, entre las que destacan a Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión Adaptado.

Cyberpunk Noir: la travesía de Villeneuve en la ciencia ficción

Aunque al inicio de su carrera Villeneuve apuntaba un cine cercano al drama o el misterio psicológico, su experiencia en Arrival parece haberlo conectado especialmente con la ciencia ficción. Con sólo dos películas, el cineasta adquiere la maestría de apropiarse del género y enriquecerlo con enfoques renovadores: primero realizando una película de alienigenas que no se centra en conflictos bélicos y, en esta ocasión, dando vida a un universo distópico que combina elegantemente el cyberpunk con el cine neo-noir. Villeneuve promete continuar un rato por este camino: recientemente se anunció que el director trabaja en una nueva adaptación de Dune de Frank Herbert, en lo que parece será una saga adaptada por el guionista Eric Roth (Forest Gump, El curioso caso de Benjamin Button), y la posibilidad de otra entrega del universo Blade Runner no es descartable.

Lo primero que debemos aplaudir es la firme decisión de Villeneuve, que su propio estilo evitando toda pretensión de imitar el estilo de Ridley Scott. La notoriedad de su rubrica: el retiro de la voz en off, el ritmo hipnótico que conduce una trama que se toma su tiempo para avanzar, pero que sabe muy bien alternar entre la acción emocionante, los diálogos inteligentes y los silencios ominosos (a los diez minutos de metraje, apenas si ha habido diálogos y “K” está herido tras una pelea sumamente dura). Suyas son también las ideas de grabar en sets vivos, incluyendo locaciones como el Palacio de Bolsa de Budapest o la zona desértica de Almería, o inundar el filme de tomas panorámicas de simétrica perfección; así como crear esas magníficas escenas que se antojan pinturas en movimiento, como las que suceden en los cuarteles de Wallace: espacios oscuros iluminados por una luz casi palpable que se filtra a través de paredes de agua, creando reflejos luminosos de contraste exquisito en cuadros que desaparecen y aparecen por puntos de fuga que escapan al fondo de la toma.

La configuración de ese universo “psyberpunk” debe también su efectividad a una banda sonora que irrumpe desde la entrada misma de los créditos, adelantándose a la narración visual para introducirnos de ipso facto en una realidad que comulga perfectamente con la música sublime y reverberante; notas horrorosamente industriales, al tiempo que hermosamente clásicas, que no hacen extrañar el genial trabajo que hizo Vangelis en los 80.

Un nuevo clásico inmediato

La secuela de uno de los clásicos de culto más entrañables del cine auguraba buenos resultados desde que la lista de talentos involucrados se volvió pública. En Blade Runner 2049 colaboran el mismo Ridley Scott en la producción (por largo tiempo se contempló la posibilidad de que él mismo dirigiera la cinta), así como Michael Green (Alien: Covenant, American Gods, Asesinato en el Expreso Oriente y Logan, película nominada a Mejor Guión Original en la próxima entrega del Óscar) y Hampton Fancher (quien adaptó el guión de Blade Runer) en la labor monstruosa de crear un guión que se sintiera como continuación orgánica de una película que fue adaptada hace 35 años de una novela escrita hace 50.

Destacan también las presencias de Hans Zimmer (El rey León, Gladiador, Inception, Interstellar, Dunkirk) y Benjamin Wallfisch (Summer in February, Hidden Figures, It) en la banda sonora; del 14 veces nominado al Óscar Roger Deakins (The Shawshank Redemption, Fargo, No Country for Old Men, Sicario) en la fotografía y de Dennis Gassner como diseñador de producción (Barton Fink, El show de Truman, Big Fish, Skyfall); además de Ryan Gosling y Harrison Ford en los papeles protagónicos (se rumora que el papel de Wallace sería interpretado por David Bowie en lugar de Jared Leto).

Aunque la lista se antoja exhaustiva, me tomo la molestia de mencionarla para ayudar a comprender la magnitud de la empresa. Todo en la planeación de esta película se hizo con la intención de alcanzar el éxito con un nuevo clásico del cine y no sólo con la idea de crear una continuación cualquiera y revivir una franquicia para la explotación comercial. El arduo trabajo resulta en una obra que conserva el tono de la original, pero moderniza la estética y actualiza el trasfondo de una historia que se ubica de nueva cuenta en Los Ángeles.

Fuente: imgur.com

Dando forma a un complejo universo

Para poder llenar el abismo temporal que separa ambas películas, se realizaron tres distintos cortometrajes: 2036: Nexus, 2048: Nowhere to run y Blackout 2022. 2036: Nexus de Luke Scott, hijo de Ridley, introduce al personaje de Wallace, el demiurgo ciego que se percibe como Dios y que debate las leyes de prohibición de replicantes, argumentando que en sus creaciones está el desarrollo de la civilización. 2048: Nowhere to run nos presenta a Sapper Morton, con quien “K” pelea al inicio de la película, un replicante intelectual y humanista que regala a una chica el libro El poder y la Gloria de Graham Greene, una obra que trata sobre la ambigüedad entre el bien y el mal. Blackout 2022 es por mucho el más interesante de los tres, un cortometraje anime de 15 minutos de perfección realizado por el gran Shinichirō Watanabe (Cowboy Bebop, Samurai Champloo, Animatrix) que incluye personajes de la primera película y da cuenta de la cruzada realizada por los humanos en contra de los nexus, guerra que resultó en el apagón.

Si bien el caracter de estos cortos difiere bastante de los de de animatrix, podría establecerse una similitud por su papel fundamental a la hora de apuntalar una historia que al ser una secuela, enfrenta una alta exigencia de expectativas. Pese a ellas, Blade Runner 2049 ha logrado ya una rápida aclamación al ser una cinta con un nivel visual inmejorable y una narrativa emocionante digna de verse en cines; un festín visual e intelectual para el público más paciente que se posicionó como el séptimomejor filme  en nuestro ranking 20 del 2017. Pese a ello, la película de Villeneuve obtuvo sólo 5 nominaciones para los Óscar: Mejor Fotografía, Mejores Efectos Visuales, Mejor Sonido, Mejor Edición de Sonido y Mejor Diseño de Producción. 

Con escenas tan memorables como el enfrentamiento entre “K” y Deckard entre los hologramas de Elvis y Madona o la pelea final entre las ondulantes marejadas que casi sepultan las esperanzas bajo el agua. Blade Runner 2049 conserva elementos de la primera película, como las cortinillas iniciales que funcionan a manera de prólogo introductorio o incipit que da información contextual y responde a preguntas elementales de la trama: ¿Quiénes son buenos y quiénes malos? ¿qué hacen? ¿cuándo? ¿en dónde y en qué tiempo? para ir complicando las cuestiones.

Radiografía del padecimiento humano

Una de las aristas más fuertes de Blade Runner 2049 es su dimensión crítica. La sociedad decadente que retrata es un espejo, apenas deformado, del estado actual de nuestro mundo hipermodernizado. La humanidad ha alcanzado la cima en desarrollo tecnológico, pero la esfera social adolece por conflictos bélicos, disminución de recursos energéticos, crisis ambiental y una enorme brecha que separa a los ricos de los miserables. Cuando “K” sobrevuela este mundo tan desencantado como maravilloso; cuando observamos el monstruo de la “civilización”, es imposible no escuchar, como un eco gritado, la pregunta ¿qué significa ser humano?

El futuro distópico de Villeneuve nos muestra personas herméticas y recelosas que establecen relaciones amorosas con hologramas y muñecas sexuales en una clase de apocalipsis de las relaciones personales. Los Ángeles es un laberinto asqueroso de sobrepoblación, donde la gente vive en el amontonamiento, ocupando pasillos de edificios y calles o cloacas. Los habitantes transitan con la falsa ilusión de vivir en comunidad, cuando la sociedad se parece más a esas ruinas radioactivas de Las Vegas; un desierto de vida, un lugar maldito, o al basurero inmundo lleno de niños explotados, olvidados de Dios y del mundo.

La similitud entre Los Ángeles y el basurero de la periferia es notable. La arquitectura de los espacios públicos, deteriorada por el ambiente, genera un contraste entre esperpéntico entre las construcciones externas tan descuidadas y los interiores minimalistas, limpios y brillantes. El sobrevuelo del auto de «K» por la ciudad nos permite verla desde arriba como algo inferior y miserable. El universo es un completo basurero. En este mundo decadente, existen leyes que controlan a los replicantes, quienes son maltratados en general, cuestionándose con frecuencia acerca de los límites de su libertad y su finalidad en el mundo: muchos de ellos con el deseo de ser considerados iguales a los humanos.

Al igual que en Blade Runner o en los cortometrajes del mismo universo, Blade Runner 2049 nos confronta a la condición humana como algo sombrío. Los replicantes, seres bastante inteligentes, no pueden fingir ser sordos, ciegos o mudos ante la conducta humana que se construye con mentiras, hipocresía, discriminación, misoginia, traición, asesinato, ambición o egoísmo. ¿Ser humano es ser capaz de todo lo anterior? La cuestión no es fácil de resolver, pero llama la atención que cuando K comienza a contemplar la idea de que es, en cierta parte, humano, se vuelve capaz de mentir y ocultar información a su jefa, respondiendo primero a sus necesidades o deseos en vez de los de otra persona, trasgrediendo así el estado de tutela para el que ha sido programado.

La melancolía del cyborg

En La melancolía del cyborg (Editorial Herder 2009), el filósofo español Fernando Broncano define al sujeto llamado» cyborg» como el ser condenado a vivir una melancolía, a padecer el desarraigo entre lo natural y lo artificial. Su sentimiento de pérdida proviene de la imposibilidad de volver al origen natural del que proviene debido a que la técnica y las herramientas lo han cambiado para siempre. Si bien hay distintos enfoques y teorías dentro de las filosofías del transhumanismo, me interesa la de Broncano en este caso ya que, aunque él se refiera al ser humano en su relación actual con el desarrollo tecnológico en particular , su visión es aplicable a la situación de los replicantes en Blade Runner 2049. Si bien los replicantes saben que sus memorias son implantadas en su programación, es evidente que generan en ellos emociones que afectan su comportamiento. Además, el suceso más importante de la película es el descubrimiento de la posibilidad de que un androide se reproduzca. El nacimiento de un organismo vivo a partir de un cyborg, cuestiona la clasificación entre lo que es una máquina y un ser vivo.

La artificialidad del mundo no es sólo patente en la mezcla entre replicantes y humanos, quienes más allá de unas cuantas leyes y un trato diferencial, habitan un espacio mixto; o en las relaciones personales debilitadas, sino en la irrupción plena del marketing, con un cielo y paredes dominados por la publicidad hipnótica del anuncio luminoso o los hologramas que lo invaden todo, incluso proyectando imágenes de comida exquisita sobre verdadera porquería; guiño y exageración del diálogo de “Cypher” en Matrix : “Sé que esta carne no existe. Sé que cuando pongo esto en mi boca, la Matrix me dice que es jugoso y delicioso. Después de nueve años, ¿sabes de que me doy cuenta? Que la ignorancia es felicidad.”

La programación de “K” se resquebraja conforme surge la duda cartesiana. Cuando se confronta con la posibilidad de que sus memorias son reales, las emociones de “K” adquieren validación y lo convierten en humano. Tanto si son falsos o verdaderos, sus recuerdos y emociones conducen las acciones de “K”, quien se convierte en producto de la fluctuación de dos poderes distintos: tanto Wallace, como los replicantes conspiradores, han plantado huellas para manipular a “K”, convirtiéndolo en títere para encontrar el objeto del deseo, que “K” en algún momento asume como él mismo. Porque la verdadera tragedia melancólica del cyborg es que igual que el hombre, transita un sendero trazado anteriormente por alguien más, desempeñando un papel determinado por alguien más con la falsa ilusión de ser alguien, con la falsa idea de ser libre.