«Jojo Rabbit»: conmovedor e incendiario cuento sobre la Segunda Guerra Mundial

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Valiéndose de una inteligente comedia negra, ridiculiza al nazismo sin dejar de lado momentos de drama, acción y romance.

El director, escritor, pintor, comediante y actor neozelandés, Taika Waititi, tiene un toque único para el humor negro de calidad. Así lo ha demostrado en What we do in the shadows (2014) al satirizar a vampiros y a hombres lobo en una jocosa e irrepetible comedia de horror.

Cinco años después, el cineasta regresa a la silla del director para, en esta ocasión, explorar temas de horror 100 % reales y trágicos: la guerra, el racismo y la muerte. No es fácil, pero el neozelandés tiene lo requerido para lograr polémica e insolencia pero, al mismo tiempo, ser respetuoso y sensible.

Jojo Rabbit, su nueva película inspirada en la novela Caging Skies de Christine Leunens, está ambientada en Alemania a finales de la Segunda Guerra Mundial. Se trata sobre Jojo (Roman Griffin Davis), un niño alemán de 10 años que simpatiza con el nazismo, al grado de que tiene como amigo imaginario, principal consejero y guía espiritual a nada menos que Adolf Hitler (encarnado por el propio Waititi).

Pese a su corta edad, es de firmes creencias políticas, entusiasta del conflicto bélico y devoto al nacionalsocialismo. Un día, descubre que su madre, Rosie (Scarlett Johansson), esconde en su casa a Elsa (Thomasin McKenzie), una joven judía perseguida por los nazis.

Nos encontramos con una propuesta que no ofrece nada nuevo: burlarse de la ideología racista, pero lo interesante es que la historia es atestiguada desde los ojos de un niño, por lo que los momentos de comedia ácida y humor absurdo se mezclan con sensaciones de ternura y  de simpatía. Eso sí, hay escenas en las que algunos ríen y otros se voltean a ver las caras desconcertados porque incluye chistes a partir de referencias históricas no conocidas por toda la audiencia.

Por otro lado, como en cualquier historia de guerra, se hace presente el drama para crear una sólida amalgama con la faceta cómica del filme. Es decir, el drama tiene protagonismo en los puntos adecuados de la trama.

Las actuaciones de Griffin Davis, McKenzie, Johansson, Sam Rockwell y el propio Waititi son excelentes, sin embargo, el protagonismo que se dio a los chistes pasteleros de Rebel Wilson fue excesivo. Contrario a esto, Yorki (Archie Yates), mejor amigo de Jojo, es un personaje secundario entrañable.

La sobresaliente música fortalece la identidad de las escenas felices y tristes, mientras que la fotografía brinda esa sensación de estar inmerso en una fábula o en un cuento infantil.

La cinta (producida y distribuida por Disney) formó parte del TIFF y obtuvo más de 100 nominaciones, de las cuales ha ganado película del año en los AFI Awards, mejor guion adaptado de la Asociación de Críticos de Hollywood y mejor actriz de reparto (Thomasin McKenzie) por el Círculo de Críticos de Phoenix, entre otros.

Además, está nominada a mejor película, mejor montaje, mejor diseño de producción, mejor diseño de vestuario, mejor guion adaptado y mejor actriz de reparto (Scarlett Johanson) en los Premios Óscar.

Es obvio que dependiendo de la doctrina, idiosincrasia y, por supuesto, región geográfica, toca diferentes fibras sensibles. Como sea, genera debate y lleva a la reflexión.

Concretamente, Jojo Rabbit es una burla al racismo como solo Taika Waititi (por cierto, judío) lo sabe hacer. Es un filme que hace reír, llorar e incluye enseñanzas para chicos y grandes, a través de la inocente perspectiva de un niño para dar fuerza al mensaje que busca transmitir.