“La tía Alejandra”, brujería, maldiciones y ocultismo a la mexicana
Si en México hay dos cintas que mejor representan la brujería y el ocultismo, esas seguramente son Veneno para las hadas (1984) y Alucarda (1977), dos grandes trabajos capaces de llevarnos por los terrenos de la fantasía y el terror. Sin embargo, si hay otra de ellas que merece una mención especial por su sencillez pero bastante efectiva, esa es sin duda La tía Alejandra (1979), del director Arturo Ripstein.
Alejandra (Isabela Corona) es una inocente anciana que, tras la muerte de su madre, decide mudarse a casa de su sobrina, una mujer que vive feliz junto con su esposo y sus tres hijos. Y aunque la vida de estos últimos parece perfecta, la desgracia caerá sobre ellos con fatídicas consecuencias a través de extrañas circunstancias, las cuales, parecen ocurrir cada vez que algo molesta a la tía Alejandra.
Arturo Ripstein nos presenta una clásica historia de brujería pero traída a la modernidad, propiamente a la ciudad de México, pues a pesar de ocurrir en un escenario completamente urbano, su historia no se olvida de los clásicos elementos como los conjuros, los hechizos y demás elementos diabólicos que tanto caracterizan a la religión Wicca.
Asimismo, propio al estilo de este director, la película no se olvida de introducir a la familia como el núcleo principal del dilema (como también ocurre en El castillo de la pureza, 1972), sólo que en esta ocasión los padres y los hermanos resultan ser las víctimas de la tragedia en vez de ser quienes la engendran.
Esta tragedia viene en forma de la tía Alejandra, una mujer que en un inicio se muestra como una inocente y frágil anciana, pero que conforme avanza la trama se torna en un ser totalmente diabólico, perverso y vengativo. Es por ello que todo el terror que contiene la película proviene de ella, de quien se infiere cuenta con poderes sobrenaturales, y que más temprano que tarde se descubre la razón del porqué esto es así.
Con esto nos referimos a la inclusión de la brujería, y aunque no estamos hablando propiamente de aquelarres o pociones preparadas a mitad del bosque en un gran caldero, la película sí tiene presentes otros elementos como conjuros o maldiciones, que si bien en un inicio parecieran algo absurdo o sin sentido, en el fondo tienen la misma seriedad y efectividad que cualquier hechizo lanzado por alguna bruja mayor.
Además, si a esto sumamos que todas las desgracias que vive la familia se presentan en medio de escenarios que son tanto aterradores como increíbles –no tanto en el aspecto visual, pero sí en la sorpresa y el impacto que causan–, entonces estamos hablando de una película de terror completamente seria y macabra.
Es importantes recalcar esto último, pues en una época en la que difícilmente se creería en la brujería, Ripstein se encarga de tomarla no sólo como un tema serio, sino también verdadero, dando como resultado una película aterradora que nos deja en claro que el verdadero horror no siempre se esconde en los bosques más tenebrosos, pues a veces, sólo a veces, está inmerso en el mismo seno familiar, dentro de las paredes que llamamos hogar.