Carretera perdida: camino libre a la pesadilla lyncheana
Realizada por David Lynch a partir de un guión de Barry Gifford y estrenada en 1997, Lost Highway (Carretera perdida) es una rara mezcla de thriller, cine negro y surrealismo. Fue protagonizada por Bill Pullman, Patricia Arquette y Balthazar Getty; fotografiada por Peter Deming, quien colaboraría también con Lynch en Mulholland Drive y el retorno de Twin Peaks y musicalizada por Angelo Badalamenti, contando con colaboraciones de David Bowie, Nine Inche Nails, Smashing Pumkins, Marilyn Manson, Rammstein y Lou Reed.
Lost Highway supuso un fracaso en su momento. La película no optó por ningún premio importante ni fue exhibida en festivales internacionales. Lo más cerca que estuvo de un galardón fueron las nominaciones a Peor Película y Peor Director en los Stinker Bad Movies Award; algo, desde luego, ridículo. Su estilo difícil, al igual que su estructura nada convencional, hicieron de la película una obra incomprendida. Por fortuna, algunas veces el tiempo concede justicia y el filme es actualmente valorado como una obra única.
Lost Highway es producto del excelente trabajo de dirección de Lynch, de las actuaciones sobresalientes de Pullman y Arquette; pero, sobre todo, de un enigmático guión de Barry Gifford, quien escribió los libretos para Wild At Heart (1990) y una mini serie de Lynch llamada Hotel Room (1993); además de novelas como Puerto Trópico (1994), Gente Nocturna (1994) y Perdita Durango (1997), así como Jack’s Book: An Oral Biography of Jack Kerouac (1978), una biografía sobre el más prolífico escritor de la Generación Beat.
Desautomatización express
El trabajo de Lynch supone la definición por excelencia de cine de arte. Surge de la impronta desautomatizadora que anhela romper con toda imposición ideológica de la mirada. Lynch tiene la intención de lanzar su obra a la espera de un espectador inteligente que desee armar el puzzle, no el típico espectador hollywoodense, usualmente acostumbrado a recibir una historia con todo resuelto. Para lograr estos quebraderos de cabeza, el cineasta se vale de la irrupción del caos de lo ilógico e irracional, ahí donde todo parece estar bajo control, además de la amplitud sinestésica con que combina los sonidos disruptivos con la iluminación cambiante.
Por ello nuestra pareja protagónica es lo que no se supone debiera ser. Ricos y bellos, talentosos y con el mundo a los pies, Fred Madison y su esposa Renee habitan un contexto que se antoja festivo y exitoso, cuando en realidad están emocional y sexualmente desconectada, lo que presenta una antítesis con su realización personal. Las escenas sexuales son el mejor ejemplo de esta desautomatización que menciono. Donde todo prefigura el escenario romántico del acto amoroso, no hay sino la oscuridad lóbrega, siniestra, de un gesto de culpa e impotencia. Los detalles que se rebelan a la lógica nos contagian la sensación de que algo terrible pasará en cualquier momento.
El ambiente lyncheano
La música nocturna e industrial pone fondo a un vertiginoso paseo, a oscuras, en el que sólo distinguimos los contornos de la carretera y esa linea amarilla que pasa y pasa. Hipnótica, constante, como el parpadeo de las estrellas en el cielo oscuro. Desconocemos el origen y el destino, la causa y la consecuencia. Probablemente no los sepamos nunca, no a ciencia cierta. Como pasa en la vida, donde ignoramos el mañana y el entorno que habitamos está fuera de nuestro control. Ese incipit delirante nos alerta que se avecina una historia de vértigo y ansiedad. Si la eficacia de un título es proporcional a su capacidad de resumir el sentido de la obra, Lost Highway es un completo acierto.
La inquietud creciente ante cada cinta de video dejada en la puerta de entrada, cada una yendo más dentro que la anterior; las escenas constantes que enfrentan a los personajes ante un espejo; las tomas frecuentes al cielo para aludir al paso del tiempo, todos estos elementos general el ambiente adecuado al filme. Ya sea mediante el clímax emocional de la revelación del asesinato de Fred Madison, de ese escrutinio facial en búsqueda de control o ese flujo del tiempo como si de agua se tratase, son las marcas de estilo de una película que influyó a otras posteriores, el caso más claro Donnie Darko (2001).
Entrando al mundo del ensueño
Despertamos con nuestro personaje Fred cuando tocan el timbre y alguien dice por el interfón que Dick Laurent está muerto. De inmediato nos damos cuenta que estamos en Hollywood y no en la carretera perdida del incipit. Lejos de la pesadilla lejana, Los Ángeles no parece un mal sitio para vivir el sueño. Después de todo qué hay de siniestro en el mundo resplandeciente de las estrellas de cine y televisión.
Lejos de proponer filmes de terror estereotípicos que abusan de espacios malditos irrumpidos por una serie de chicos en búsqueda de diversión, Lynch apuesta por lo ominoso. Es decir, por la irrupción del horror dentro de la cotidianidad más sencilla. Para Lynch el miedo no está afuera, en lo distante. No es una cosa oscura que ensombrece el horizonte. El miedo está dentro de nosotros, en cada deseo frustrado, en cada sueño pervertido, en los actos vacíos y los círculos viciosos de nuestras vidas. Lynch es perfectamente capaz de crear la más tenebrosa e inquietante de las escenas en la cocina de una ama de casa de algún suburbio porque sabe que el terror vive dentro de nosotros con la misma certeza con que sabemos que la muerte está unida a la vida.
Todo es lectura impresionista, pero se cree que después de ser encerrado en la prisión, donde se le ejecuta a morir en la silla eléctrica, Fred se pierde en la locura, desarrollando a Pete como una creación de su psique (ello explicaría que compartan algunos vínculos peculiares y que la chica en cuestión sea la misma Patricia Arquette). Pete cumple las fantasías de Fred: tiene relaciones satisfactorias con Alice y su valor parece ser reconocido.
Sin embargo, la realidad disociada presenta un problema: un matón curioso que castiga la irresponsabilidad; un loco consciente, pero salvaje, que es en realidad la pareja de Alice. Se hace llamar Mr. Eddy, pero su nombre real es Dick Laurent. En este punto las historias de Fred/Pete se tocan, algo que hacen con frecuencia (como cuando Pete trabaja en el taller y en la radio se escucha la canción que Fred interpreta en el club), cerrando un círculo que en realidad es más una espiral o cuerdas que estuviesen enredándose; un nudo de nudos que hace imposibles las coincidencias lógicas y la certeza absoluta.
Inserte aquí su teoría
En serio, si no ha visto Lost Highway lo invito a que lo haga y ensaye su propia interpretación. Si ya la vio, vamos, comparta la que más lo convenza. Sugiero, de paso, que no lea ninguna de internet antes, que se aproxime a la obra sin predisposiciones. Saque sus propias conclusiones. Podrán aproximarse psicológicamente o desde la filosofía. Quizá prefieran hacerlo desde la física o puede que les atraiga más la política. Tu lectura puede ser cuadrada o aceptar cualquier posibilidad; atacar desde el absurdo o el estructuralismo. Lo mejor, y peor, de Lynch, es que tu respuesta estará absolutamente equivocada y acertada al mismo tiempo porque el director evita hablar del sentido de sus obras. Se hace el loco incluso durante los rodajes, cuando se niega a decirles el significado de la historia a los actores que la interpretarán.
Mi impresión o hacia donde dirijo mi mirada en el cine de Lynch en general es el psicoanálisis. Seguramente lo hago con base en que me gusta leer textos de esta corriente, que suele relacionarse ampliamente con el arte surrealista. Podría leerla teniendo en cuenta el budismo; sobre todo sabiendo que Lynch, maestro de meditación, hace de sus filmes ejercicios introspectivos. Podría hacerlo, pero no conozco lo suficiente de la disciplina para decir cualquier cosa, por ello acudo al psicoanálisis que, como el budismo zen, considera que los deseos y nuestra forma de manejarlos son responsables de nuestras enfermedades y sufrimiento.
Finalmente, el cine de Lynch es como una narrativa espontánea que se articula en un modelo parecido a los de los surrealistas o los poetas beats, haciendo de la asociación inconsciente parte principal del juego. Si uno no está dispuesto a involucrarse reflexivamente con la historia para convertirse en miembro activo de la trama, difícilmente disfrutará de Lost Highway, uno de los enigmas mejor conservados de Lynch que no pierde vigencia a sus 20 años de lanzamiento.