Three Billboards Outside Ebbing, Missouri: masterclass de comedia negra

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Han pasado ya casi doce años desde que Frances McDormand ganara el Oscar a mejor actriz por su papel en Fargo (1996), y desde entonces no ha tenido otro personaje a su altura. Todos sabemos que la actriz puede llevar a otro nivel ese papel de odio y cinismo, con un volcán interior siempre al borde de la erupción, y una mirada bien capaz de intimidar a Michael Myers. Pues bien, la espera ha terminado. Tras tantear y estudiar la comedia negra en In Bruges (2008) y Seven Psychopaths (2012), Martin McDonagh vuelve a escribir y a dirigir otra pieza del género, y esta vez ha dado en el clavo: Three Billboards Outside Ebbing, Missouri catapulta al cineasta a otro nivel con una de las pelis del año y uno de los mejores guiones de comedia negra que recuerdo.

Mildred Hayes (Frances McDormand) es una mujer divorciada que se ha cansado de esperar sentada a que la policía atrape al asesino que violó y mató a su hija. Sabiendo que el caso no se va a resolver si acaba olvidado en un cajón, decide pagar de su bolsillo tres vallas publicitarias que desafían al popular y querido jefe de policía Willoughby (Woody Harrelson), y por alusión al resto de su equipo. Ese hecho desencadena una serie de situaciones tales como suicidios, incendios o gente lanzando a otra gente por la ventana de un primer piso, entre otras cosas divertidas. En ese registro tragicómico se mueve Three Billboards Outside Ebbing, Missouri como pez bajo el agua, construyendo unos personajes y unas relaciones inolvidables.

Unos personajes condenados

A esa mirada me refería. Fuente: rogerebert.com

El jefe de policía Willoughby, a quien Mildred desacredita en las vallas publicitarias, es el personaje más tranquilo. Es un Woody Harrelson en otro papel de autoridad, pero esta vez honesto, hundido y desecho. Él también odia no haber podido atrapar al violador y asesino, más viendo su jubilación prematura a la vuelta de la esquina, y Mildred comprende desde el más profundo rencor que quizá es cierto. La relación entre ambos personajes es magnífica, de desprecio transformado en respeto porque son consciente de todo lo que han tenido que tragar en la vida.

El verdadero enemigo, aquel que se ve ofendido por las vallas y decide actuar, es Dixon (San Rockwell), un policía paleto, violento y racista que todavía vive con su madre, incluso más racista, a los cuarenta y tantos años (genial Sandy Martini). Sam Rockwell interpreta magistralmente a un personaje que no deja hueco a más estupidez y repulsión, pidiendo a gritos que le odiemos, cosa que haremos. Sin embargo, cuando parece que no tenemos más espacio en nuestras entrañas para detestarle, se redime desde lo más bajo y comenzamos a quererle. De nuevo, un guión brillante, otro personaje inolvidable y, junto a Frances McDormand, otra de las interpretaciones del año.

Fuente: nationalreview.com

Y la lista sigue. Incluso los personajes secundarios con pocos minutos en pantalla se quedan grabados a fuego: Reb Welby (Caleb Landry Jones), el valiente o estúpido publicista que alquila las vallas a Mildred sabiendo las que le van a caer, y le caen; James (Peter Dinklage), un pagafantas que busca el amor en el peor lugar posible. McDonagh no se olvida de ningún personaje, cada uno más penoso que el anterior, y se nota que los escribe con un cariño paternal.

Una comedia negra que enamora

A pesar de competir con un panel espectacular en el Festival Internacional de Cine de Toronto, con películas tan fáciles de querer como The Shape of Water (reseña), Three Billboards Outside Ebbing, Missouri fue la que se alzó con el premio del público. Eso demuestra que McDonagh logra construir esos personajes desafortunados que tanto adoramos, combinando capas tan contrarias como el slapstick más absurdo y la tragedia más seca. Es una película que te hace llorar de risa, y la vez lagrimear de pena.

Fuente: odeoncinemas.ie

Y esas son las claves de Three Billboards Outside Ebbing, Missouri: un guion sobresaliente, un casting de actores formidable y un control absoluto del tono. Es un relato que aprovecha cada refilón para de reírse de la vida y sus desgracias. McDonagh sabe que cuando algo es malo, lo más divertido es ver cómo empeora. Al final, lo único que nos salva de situaciones desesperadas es la carcajada, reírse bien alto.