Enemy: arañas, doppelgangers y laberintos mentales
Realizada a partir de un guión de Javier Gullón, que se desprende libremente de El hombre duplicado, novela del ganador del Premio Nobel de Literatura de 1998 José Saramago, Enemy (2013) es una película de suspenso psicológico surrealista dirigida por Denis Villeneuve. La película está protagonizada por Jake Gyllenhaal, Mélanie Laurent, Isabella Rossellini, Sarah Gadon, Stephen R. Hart, y Jane Moffat. Se proyectó en la sección de Presentación Especial en el Festival Internacional de Cine de Toronto de 2013. Ganó cinco premios Canadian Screen, destacando los de Mejor Director para Denis Villeneuve, así como Mejor Película; además de cuatro premios del Círculo Crítico de Vancouver y el de Mejor Película Internacional en Sitges.
La caótica red de la memoria
Todas las maniobras “experimentales” que vemos en Enemy, esas alucinaciones sobrenatural tan recurrentes, no son sino la expresión de una psique confundida. No es que existan saltos temporales o gemelos malignos, sólo una mente que lidia con un trauma y que ve desencadenarse como presencias de un mundo fantasmal los recuerdos, hasta que estos se apoderan de su realidad.
La memoria de Adam/Anthony teje un relato que hilvana por igual el sueño, el recuerdo y la imaginación. Es un patrón, mismo que se vuelve evidente por las reiteradas escenas de las clases o en la irrupción constante de la melodía de fondo, ese coro inquietante. Su personalidad tranquila, la casa semi vacía, sus clases sobre el control; pese a que en un inicio todo en su entorno llama al control, Adam no tiene controlado nada.
Pronto sus certezas se partirán por las discrepancias, acontecimientos ilógicos, secuencias surreales que implican la confusión de recuerdos y fantasías, lo que desplazará las líneas oscilantes que separan la realidad y la ficción, la imaginación y el recuerdo. El efecto que provoca en nuestros protagonistas es el de ominoso desconcierto que los paraliza al grado de acallar a uno cuando habla el otro.
El reflejo fractal del yo: el doble
Como si de una versión de Dr Jekyll y Mr. Hyde se tratase, nuestro(s) protagonista(s) establecen un diálogo que asciende y desciende, plantado en la ironía de no saber cuándo asistimos a la pesadilla y cuándo a la realidad, si lo narrado pertenece al plano mental de Adam o Anthony. Enemy se plantea como una obra especular, un puzzle narrativo perfectamente construido; un curioso laberinto más linea y claro de lo que parece en su juego con la disonancia, que se apoya en un excelente trabajo en todas las áreas.
Aunque el primero en descubrir la presencia del doble es Adam, es decir el sujeto del futuro en el que se detona un recuerdo, por ende el primero en mostrarse obsesionado y en escalar hacia la locura, tocará también a Anthony extrañarse por la revelación, iniciando un movimiento entre dos distintas partes del mismo sujeto, la pasada y la presente, que se conciliarán en su llegada al final. Reconocimiento al elenco en general, que no deja resquicios en la interpretación. Y aunque Sarah Gadon o Mélanie Laurent son convincentes y enamoran en sus papeles, el que se lleva las palmas es Jake Gyllenhaal, que ese mismo año interpretaría otro papelazo en Prisoners del mismo Villeneuve. Así que anótenle en la historia del cine que en 2013 la Academia pasó a deberle dos Óscar al actor.
El asalto del sueño
Desde que comienza, asistimos a un sueño gótico y sórdido que resulta ser un recuerdo atascado en la memoria de Adam. Es aquí la primera vez que vemos arácnidos, animales que se convertirán en símbolo de las zonas muertas en la memoria del personaje. A partir de entonces dudaremos en interpretar como fantasía onírica o recuerdo las escenas surreales que conjugarán opuestos como el deseo y la importencia, la tragedia y la farsa, el amor y la muerte.
Villeneuve se toma la molestia de advertirnos: “El caos es un orden por descifrar”, quien observa toda la película esperando otra cosa que un enigma, se equivoca. Enemy es una obra abierta que se resiste a la constricción de significado. El director se encarga de que así sea al establecer puentes difusos entre lo simbólico y lo real; de este afán surgen escenas hipnotizantes como las persianas que simulan la respiración de Adam, las imágenes sinestésicas que dan vida a lo inanimado y otorgan experiencias delirantes que se presentan en el mundo interior, las tomas oscuras del subterráneo y el exterior, las tomas de la ciudad dominada por la araña gigante.
Primero como tragedia, después como farsa
Asistimos a otra de las claves de la película en el discurso cíclico de Adam sobre la dialéctica hegeliana y la repetición de los eventos históricos. La misma repetición de la clase es ya un absurdo al nivel del Sísifo, como se duplican también las acciones, situaciones o emociones, que vemos día a día oscurecerse por el desgaste, lo que en algún momento poseía brillo. El eterno retorno afecta todos los niveles de la vida y se sitúa como polvo sobre todas las cosas.
La posición de Adam como un maestro de política condenado a repetirse, alguien que dudará incluso del sentido de las palabras, hace más irónico su tránsito de uno a otro de los estados de la sociedad que enunciaba Hegel. El filósofo decía que todos los eventos sociales se suceden dos veces en la historia, la primera como tragedia y la segunda como farsa; Adam se traslada de una a otra como un fantasma en un bucle de tiempo y espacio. Sin ser similar a Donnie Darko, tenemos aquí a otro personaje atrapado en una bobina de tiempo detonada por su propia mente.