“Un lugar en silencio”, siete razones para no perderte una de las mejores películas de terror
A quiet Place (Un lugar en silencio, 2018) está arrasando como una de las mejores películas de terror de la última década, y por supuesto, no podríamos estar más de acuerdo con esto, ya que mediante un magistral uso del silencio y escenas llenas de tensión, su director y protagonista, John Krasinski, junto a Emily Blunt fueron capaces de crear una de las obras contemporáneas más pulcras en lo que respecta al género. A continuación te presentamos siete razones para no perderte esta cinta:
Su historia implícita
La película, como toda buena cinta de terror, no requiere necesariamente de una explicación sobre cuál es la raíz del miedo o el mal que aqueja a los protagonistas; el terror disfrazado como suspenso simplemente está allí, acechando, listo para sumir al espectador en un ambiente lleno de miedo.
Y no es que no haya una explicación detrás de lo que estamos viendo, sino que esta película demuestra que se puede crear toda una historia previa (y muy completa) mediante un breve pero nutrido contexto. Esto se logra en los primeros minutos de la cinta, cuando vemos a los protagonistas entrar a una tienda abandonada en busca de víveres y se nos enseñan unos cuantos recortes de periódicos tirados en el suelo, dejándonos ver los encabezados de las noticias que presentan, lo cual nos informa qué ha ocurrido en ese mundo postapocalíptico sin la necesidad de darnos una larga e innecesaria explicación.
Más aún, pues apenas deben transcurrir unos cuantos minutos cuando ya se nos presenta de una terrible y brutal manera a una de las criaturas que estarán al acecho de la familia.
Terror puro y un suspenso magistral
Esta película de John Krasinski se aleja del terror contemporáneo al que se nos ha acostumbrado en los últimos años, pues deja de lado todos los sustos inesperados (jumspcares) y regresa a lo más primitivo, efectivo y puro del cine de terror: el miedo en el ambiente.
Con esto nos referimos a que más que causar temor en el espectador mediante el no saber en qué momento aparecerá un espectro (en este caso monstruos), se vale de los escenarios oscuros, la tensión y el suspenso para generar un magnífico terror mediante la atmósfera en vez de depositarlo todo en la figura de seres espectrales o monstruosos.
Ritmo envolvente y espectador como parte de la historia
El ritmo de la historia va de menos a más, lo que provoca que la tensión también vaya en aumento. Esto ocurre gracias a que desde un principio se nos muestra muy rápidamente a qué tipo de criaturas deberán combatir los desafortunados protagonistas pero, más aún, al saber que estos monstruos -al ser ciegos y carentes de olfato- se basan únicamente en el sonido para salir a cazar y detectar a sus presas.
Debido a esto el espectador se siente más involucrado con la historia, pues a lo largo de la cinta se presentarán diversas situaciones en las que los personajes de la cinta deberán guardar total y absoluto silencio si es que quieren seguir con vida. Estas escenas (que no son pocas) generan casi de forma inconsciente que el público también se vea obligado a no hacer ni el más mínimo sonido, adentrándolo por completo en la trama de la película.
El amor se disfruta mejor con terror
Es preciso dejar en claro que esta no es, ni por poco, una película romántica, pero sí contiene una gran dosis de amor filial en tan sólo una secuencia que ya muchas otras cintas desearían tener. Y aunque la escena a la que nos referimos dura apenas unos instantes, esos segundos bastan para que al público se le forme un nudo en la garganta.
¿Por qué lo decimos? Porque la tragedia inicial que uno mira en la película genera una ruptura en la familia, sobre todo entre la hija (Millicent Simmonds) -quien, por cierto, es sorda en la vida real- y el padre, pues ella guarda una gran culpa debido a los eventos que se nos presentan en un principio. Sin embargo, es esta misma culpa pero sobre todo la manera tan trágica en que estos dos personajes se reconcilian, que la película nos muestra uno de los escenarios más tiernos que el cine de terror ha dado, demostrando hasta qué punto la familia es capaz de proteger a los suyos.
El monstruo como recurso, no como finalidad
La aparición del monstruo desde las primeras secuencias de la película ocasiona que cuando éste se nos presenta mejor (a cuerpo entero, por así decirlo), ya no genere temor, pues ya sabemos a qué se enfrenan los protagonistas. Asimismo, físicamente las criaturas no se ven tan atemorizantes como uno esperaría (siendo muy parecidos a un Demogorgon), pero cumplen su cometido, que no es otro más que el de crear tensión.
Y es que si bien los monstruos no son tan aterradores, sí lo es la manera en que se les llama, es decir, mediante el sonido. De esta forma las criaturas del filme sirven más como un móvil del miedo que un receptáculo de éste, pues es más el temor que se experimenta por la incertidumbre de no saber si escucharon algún ruido y ahora vienen a cazarnos, a que nos atemoricen mediante su figura y sed de sangre (la cual, no está de más decir, no es poca).
El silencio como un personaje más
A pesar de todos estos puntos, ninguna otra razón para ver esta cinta es más fuerte que el silencio; sí, el silencio, pues más que un elemento se convierte en un personaje, ya que es gracias a él que toda la película funciona.
Así, toda la tensión, el suspenso y la incertidumbre nacen a partir de la atmósfera que se crea mediante el no generar ningún ruido, pues cualquier sonido que se haga es, literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte. Esto provoca que el verdadero terror no recaiga en los monstruos, sino en el ambiente y los escenarios, lo que ayuda a que el espectador fácilmente se adentre en la trama. Y no es que en toda la cinta no haya diálogo alguno, sino que las pocas -casi nulas- conversaciones que se dan y cada palabra que se profesa en ellas obtienen un mayor significado conforme la trama avanza, pues lo poco que se dice está cargado de un peso sentimental que harán más brutal y desgarradoras algunas secuencias.
Sin duda alguna, A quiet Place es el mejor ejemplo de que, en ocasiones, el silencio es la mejor forma de gritar.
Final interesante (aunque inapropiado)
Lamentablemente siempre debe existir un “pero”, y el de esta cinta se presenta en su final, pues éste resulta más digno de un filme de acción que de una cinta de suspenso o de terror. Además, la forma en qué descubren cómo vencer a las criaturas es bastante simple, ocasionado que uno se pregunte “Tanta tecnología, tantos años de evolución, ¿y no se les ocurrió hacer eso antes?”. Y aunque el término de la cinta quizá deje insatisfechos a muchos, de cualquier forma y como volvemos a recalcar, lo importante aquí no son los monstruos, sino el miedo y la tensión que se crean tan magistralmente gracias al silencio.
Secuela en camino
Otra de las cosas que nos dejó el final de A quiet Place fue en desenlace abierto, pues los últimos instantes de la cinta dejan la posibilidad de que la historia continúe. Además, si tomamos en cuenta que hasta el momento la obra lleva recaudados 200 millones de dólares en taquilla mundial, una segunda parte suena bastante redituable. E independientemente si la noticia es buena o mala, no hemos tenido que esperar mucho para la confirmación de esto, pues en la reciente edición de la CinemaCon, Jim Gianopulos, director ejecutivo de Paramount Pictures, anunció oficialmente la secuela de la cinta, aunque no dio más detalles sobre su fecha de estreno ni quiénes más estarán envueltos en el proyecto. No queda más que esperar.