‘Los caifanes’: 52 años de una noche de psicodelia en la Ciudad de México

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La fascinación por los pobres y las clases más desfavorecidas se ha tornado de mal gusto. Es motivo de incesantes burlas que a alguna chica con posición económica privilegiada se le ocurra hacer notar un acercamiento con el bajo mundo de una ciudad o pueblito.

Compartir dicha experiencia en su “insta” (ya sea a través de fotos o una “historia”) la hace acreedora a ser nombrada con la ya conocida y despectiva etiqueta de “whitexican”.

Afortunadamente para Paloma, una despreocupada muchachita de la alta sociedad, no había esa tendencia de mofarse del rico mezclándose con el pobre, ya que su vivencia fue en los años sesentas y, bueno, es una ficción que construye la trama de ‘Los caifanes’, una de las más entrañables películas en la historia del cine mexicano.

Esta comienza cuando la jovencilla, (interpretada por Julissa) y su novio Jaime (Enrique Álvarez Félix), se escapan de una aburrida fiesta de “chavitos bien” en una noche lluviosa. Al buscar refugio, se meten en un coche, según ellos, abandonado. Mientras se dan unos besos, aparece el “capitán Gato” (Sergio Jiménez), un sujeto con pinta de rebelde sin causa, que además, echa a andar el vehículo.

Pero no aparece solo, lo acompañan sus «caifanes» el “Estilos” (Óscar Chávez), el “Azteca” (Ernesto Gómez Cruz) y el “Mazacote” (Eduardo López Rojas), un grupo de mecánicos que se encuentran en la ciudad para pasar las fiestas decembrinas.

Es aquí donde llevan a la pareja de niños ricos a conocer la inigualable extravagancia del bajo mundo chilango, entre cabarets, plazas, fondas, callejones y hasta funerarias, donde los albures y los pintorescos personajes del arrabal toman un magnífico protagonismo.

El contraste entre la colorida psicodelia de los tugurios que daban identidad a la vida nocturna de aquella época y las sombrías calles de la metrópoli por donde se pasean los personajes, logra una pieza cinematográfica de gran valor visual.

Y qué decir de la estupenda interacción entre la juventud de clase alta y la de clase baja. Por un lado, la “sofisticada” pareja jugándole al aventurero, al mismo tiempo que se mantienen alerta (en menor medida, ella) a los aparentes peligros de la sórdida realidad a la que quedan expuestos en los arrabales de la ciudad, pero, obviamente, no pierden el estilo y de vez en cuando inconscientemente, como están acostumbrados, se comunican en inglés y hacen gala de sus buenas costumbres. Igual los mecánicos, siendo ellos mismos, pero inevitablemente emiten una sensación de malas intenciones.

El largometraje marcó un hito al estrenarse en una época en que las películas juveniles eran comedias bobas, con números musicales y siempre divulgadoras de los “valores familiares”.

El aclamado Carlos Fuentes (quien escribió el argumento originalmente titulado ‘Fuera del mundo’) hizo historia junto con el director Juan Ibáñez por atreverse a romper con convencionalismos y un lenguaje cinematográfico ya muy desgastado durante la “época de oro del cine mexicano”.

Cabe señalar que sirvió como plataforma para los en aquel entonces jóvenes actores que iniciaban su carrera en el mundo del cine, ya que casi todos los protagonistas venían del teatro.

Además, la cinta está en el lugar 58 de la lista de las 100 mejores películas del cine mexicano, publicada por la extinta revista Somos.

‘Los caifanes’ es una película de culto por excelencia, cuyo argumento, irónicamente, se construye a partir de lo que pareciera una simple anécdota, pero trascendió (y seguirá trascendiendo) en el cine mexicano por disruptiva y rica en contenido.