“M, el vampiro de Düsseldorf”, un brutal clásico del cine alemán

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Durante la década de 1920 e inicios de los años 30, una pequeña ciudad de Alemania se vio acechada por una serie de horribles y perversos crímenes perpetrados por un solo hombre. Se trataba de Peter Kürten, un ciudadano de aspecto tranquilo, complexión aparentemente débil y quien gustaba de beber la sangre de sus víctimas, lo que leollevaría a recibir el apodo del vampiro de Düsseldorf.

Kürten fue un hombre a quien se lo comparó con Jack, «el destripador» ―el asesino en serie más famoso de Londres― por su similitud con su modus operandi: ambos gustaban de asesinar mujeres, usaban métodos en extremo sádicos y encontraban cierto placer al enviar cartas a la policía jactándose de sus crímenes.

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El vampiro de Dusseldorf. Fuente: Magnet

Sus víctimas preferidas eran niñas que iban de los 8 años en adelante, a quienes gustaba de torturar con objetos como tijeras, martillos o hasta sus propias manos. Sin embargo, a pesar de que solía violar a algunas de ellas (aunque se dice que también practicó la zoofilia), el acto más ruin con el que “firmó” sus crímenes fue el beber la sangre de algunos de los cadáveres.

Esta acción fue la que lo llevó a ganarse el sobrenombre de «vampiro de Düsseldorf», un apodo que lo hizo sentirse tan monstruoso e imparable que, incluso, llegó a mandar una carta a la policía informándoles sobre la ubicación del cadáver de María Hahn, una prostituta a quien asesinó y de la cual tomó su sangre.

A partir de esto, las autoridades comenzaron una fuerte movilización para dar con él, algo que al vampiro le causó tanto pavor que terminó por entregarse o, mejor dicho, por recomendarle a su esposa que fuera ella quien diera aviso a la policía.

El vampiro de Dusseldorf-Fuente: Horrores revelados

Esto último no tuvo nada de romántico ni mucho menos, sino simplemente que su “amada” pudiera cobrar la recompensa que pedían por su cabeza…literalmente. Con esto, queremos decir que una vez que Peter Kürten fue detenido, apresado y recibió su sentencia, fue condenado a nueve penas capitales, donde la guillotina fue la causa de su muerte.

Cabe mencionar que antes de que la hoja afilada cortara la cabeza del vampiro, supuestamente, este miró al verdugo y le susurró las siguientes palabras: «Dime… después de que me corten la cabeza, ¿aún podré escuchar, al menos por un momento, el sonido de mi propia sangre brotando del corte de mi cuello?».

Hoy en día, su cráneo cercenado es exhibido en el Museo Ripley’s de Wisconsin Dells, en Estados Unidos.

Cabeza momificada del vampiro de Dusseldorf. Fuente: Mystery Planet

El vampiro al estilo Fritz Lang

En 1931, el director Fritz Lang estrenó la cinta M, el vampiro de Düsseldorf, una excelente película que, con bastantes libertades, cuenta cómo fue la captura del criminal. Cabe decir que no se trata de un biopic, sino mejor dicho del retrato de la sociedad sucumbida ante la figura de este criminal.

Por esta razón, el metraje no muestra ninguno de los asesinatos (aunque sí hace alusión a ellos), sino que se centra más en las medidas que tanto autoridades como criminales de la época tomaron para capturar al vampiro.

Y aunque este filme de culto no muestra propiamente la vida de Peter Kürten, su mérito se debe a que a través de este personaje el director creó las bases del cine negro. Incluso, es una de las primeras películas en usar la la banda sonora como un recurso cinematográfico para nutrir la trama, y no como un mero acompañamiento.

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M, el vampiro de Dusseldorf. Fuente: La voz en Off

En cuanto a la historia que cuenta M, el vampiro de Düsseldorf, se trata de un frenesí de suspenso y de crítica social, donde se nos muestra a un Peter Kürten ―aunque bajo el nombre de Hans Beckert e interpretado por Peter Lorre― más inseguro y débil que sanguinario y sádico, pero no por ello menos psicópata.

Sin embargo, su participación es prácticamente secundaria al darnos cuenta que la verdadera trama oscila entre las maquinaciones y las movilizaciones de Alemania para detenerlo. Por ello, el filme se centra en la lucha entre la policía y los criminales, que no podían operar con normalidad a causa de los operativos.

M, el vampiro de Dusseldorf. Fuente: QCine

Esto deja ver tanto la incompetencia como las medidas extremas (y a veces absurdas) que la sociedad y el gobierno pueden tomar con tal de controlar una situación. En la cinta, somos testigos desde toques de queda hasta la contratación de vagabundos con tal de atrapar al asesino.

Por supuesto, lo anterior no quiere decir que la película sea ridícula. Al contrario, es una obra magistral precisamente por la forma en la que crea un maravilloso thriller a raíz de dichas situaciones.

Aun así, lo mejor de M, el vampiro de Düsseldorf son sus momentos finales, donde somos testigos de un grandioso y peculiar juicio contra el criminal, en el que más que juzgar a un hombre (o monstruo), el verdadero elemento a tener en cuenta son las bases éticas y morales con las que ocurre el proceso.

¿Importa más el bienestar propio o el colectivo? ¿Vale más la justicia por propia mano o por la vía legal? ¿Hasta qué punto somos diferentes de aquellos que asesinan sin miedo a la ley? Tal vez la respuesta la tenga este filme.