Bright: espejismo de Netflix que se deshace en polvo

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Ambientada en un presente alternativo donde seres humanos, orcos, elfos y hadas han convivido desde el inicio de los tiempos, Bright, la superproducción de Netflix,  cuenta la típica historia de los dos policías con personalidades distintas que se ven obligados a trabajar en equipo. El experimentado es el humano Ward (Will Smith) y el novato el orco Jakoby (Joel Edgerton), primero policía orco de la historia. Las cosas transcurren más o menos normal, hasta que, durante una guardia nocturna, se ven involucrados en acontecimientos que pueden cambiar el futuro del universo. Así, nuestros héroes debe resolver sus diferencias personales para proteger a una joven elfa y una varita mágica que, de caer en las manos equivocadas, puede destruirlo todo.

Con esta fumadísima historia de Max Landis, que escribe un guión con más cliches que película de Adam Sandler y más huecos que filme de M. Night Shyamalan, David Ayer hace un crossover de Día de entrenamiento, Escuadrón Suicida, El señor de Los anillos y Harry Potter. Luego Netflix la convierte en un blockbuster palomero de alto calibre. Y, bueno, le llueve el rechazo y la antirecomendación. Algunos dicen que la película fue un fracaso comercial, pero las estadísticas indican que 11 millones de personas vieron la película en su primer fin de semana. Siendo la producción más costosa realizada por Netflix hasta ahora y sin duda una de sus peores películas, es de preocupar que un rating de 6,7 en IMDB (calificación por encima de filmes de culto de directores como Haneke, Lynch o Cronenberg), y la confirmación de una secuela hagan evidente el escaso nivel de exigencia de parte de las audiencias, que se conforman con literalmente cualquier cosa.

Fuente: hubwav.com

Detrás del espejismo no hubo nada

Apenas al iniciar, la película se presenta con seriedad; al menos la necesaria para comenzar con un epígrafe de carácter profético que sólo evidencia la falta de imaginación. Lo que puede ser una oportunidad para lanzar un incipit que englobe el sentido del filme, es sólo la mención de una ley que bien podría aparecer como cortinilla de mitad de episodio de Death Note: “Sólo un Bright puede controlar el poder de la varita.”

Como información tendría más sentido si no se pasarán la trama completa explicando la existencia de la magia, las varitas y los Brights. No hay un sólo objeto o nombre original, son la varita y los magos. Pero sigues pensando que algo bueno podría salir de la idea de un universo alterno en el viven en comunidad orcos, elfos y hombres en una sociedad moderna capitalista, hasta que la absoluta falta de novedad o espectacularidad aparece.

Fuente: screenrant.com

Fragmentos desbaratados

Es entretenida la sucesión de peripecias que enfrentan los protagonistas en una noche llena de acción. Por desgracia, la delirante carrera se desboca al no encontrar sustento suficiente en travesías que no tienen repercusión argumental. La película se vuelve una serie de videoclips independientes que no acaban por dar forma a un todo armónico. Hay más muertes que conclusiones y la banda sonora sólo desentona con el ritmo violento de las escenas, teniendo el efecto de suavizarlas. Las cualidades específicas de cada especie no parecen determinar demasiado el comportamiento de los personajes, pues finalmente orcos, hombres y elfos son sólo estereotipos humanos.

Fuente: ew.com

La comodidad del estereotipo

Me da la impresión de que directores y guionistas como los que firmaron este bodrio reiteran el uso del estereotipo y abandonan todo intento de originalidad porque comporta el riesgo de equivocarse. ¿Para qué inventar un nombre a lo que ya han nombrado varita mágica?; ¿para qué construir un modelo de sociedad que desafíe la tipificación si puedo vestir a los orcos de raperos, cubrirlos de tatuajes y darles de comer pollo frito?; para que dar nombre propio al enemigo mortal (que jamás aparecerá) si puedo llamarlo Señor Oscuro (imagino una mezcla de Voldemort, Sauron y AMLO)?. Creo que es este aspecto de la película el que más me molesta, que los estereotipos ni siquiera funcionan como símbolo de algo, no fomentan una lectura satírica, no pesan como una crítica social; su única labor es cubrir la falta de originalidad para contar una historia de balazos con potenciales elementos fantásticos muy mal utilizados. Incluso al final, introducen el trillado discurso de reivindicación policíaca que redime al héroe norteamericano otorgándole el derecho de destruir propiedad privada, el permiso para torturar y la licencia para matar.

Fuente: waldvillewordpress.com

Profecías desabridas

Metida a mitad de todo está una profecía que no se cumple y sólo es excusa para una odisea llena de personajes planos que no van a ningún sitio. No hay compenetración con ellos. Sus motivaciones son superficiales. El personaje más elaborado es Jakoby que encarna la figura del outsider a quien nadie quiere consigo y que sale avante por el esfuerzo actoral de Edgerton. Los agentes del culto satánico son una mezcla de villano de Devil May Cry y Agentes de Matrix. La líder de ellos mata a medio departamento de policía de Los Ángeles, pero no puede deshacerse de dos policías que con ayuda de un giro nada sorpresivo, pueden utilizar la varita y ponen fin a una batalla que ni el ridículo FBI de la Magia (algo así como el ministerio de magia de Harry Potter, pero más jóvenes y ropa de federales), liderados por una versión elegante de Albertano, podía detener.

La falta de ingenio desborda el guión y se desbaratan las expectativas: lo que podría haber sido una obra innovadora del género fantástico, con una idea de base que daba para mucho y un alto nivel de producción, resultó una palomera más de las que se avientan David Ayer y Max Landis. Finalmente el currículo no miente y tampoco podíamos pretender que este par produjera una obra de arte. Querría decir que seguro en la siguiente entrega corrigen los errores, toman mejores decisiones y se esmeran más, pero es poco probable. Lo bueno es que avisados estamos para que, quien quiera seguir lo que apunta como saga, sepa a que se atiene.