Wind River: por el cine hablará el silencio

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Los geniales guiones de Sicario (2015) y Hell or High Water (Comanchería 2016) dejaron claro que el antes actor Taylor Sheridan (Sons of Anarchy 2008 – 2014) sabe cómo narrar una buena historia. Entre ambas películas, Sheridan consiguió más de 10 premios internacionales, además de la aclamación tanto de la crítica como de la audiencia. Con Wind River, Sheridan demuestra que también posee el talento de conducir sus estremecedores relatos a través del lenguaje visual, dirigiendo una película memorable. Aunque apenas inicia el sendero de la dirección, el estreno en verano de 2018 de Yellowstone, su debut como director de serie de televisión, que contará con las actuaciones Kevin Costner, Kelsey Asbille, Wes Bentley, Luke Grimes y Kelly Reilly, genera la esperanza de más joyas cinematográficas en el futuro, al tiempo que el cineasta promete continuar escribiendo guiones emocionantes, como el de la esperada Sicario 2.

Wind River, que debutó en Sundance el año pasado, debe su solidez a que conjuga un guión implacable y un trabajo de actuación destacado con un nivel exquisito en los aspectos técnicos. El reparto incluye a Jeremy Renner (nominado 2 veces a los Óscar, Globos de Oro y BAFTA), Elizabeth Olsen, Julia Jones y Gil Birmingham; el guión es escrito por el mismo Sheridan a partir de su convivencia con los nativos americanos de la Cordillera Wind River, Wyoming; Bend Richardson está impecable en la fotografía y la música a cargo de Nick Cave y Warren Ellis es realmente soberbia.

Fuente: thenational.ae

Un falso debut implacable

Si se busca una prueba de la abundancia de críticos/periodistas del cine a los que les da flojera investigar, así como de aquellos que sólo copian información sin verificarla, basta con leer las notas y reseñas que sobre Wind River hay en Internet. La mayoría destacan la película como una opera prima excelente, llenándose la boca en halagos por el “debut” de Sheridan como director; sin embargo, en 2011 (antes incluso de ser guionista) había dirigido una película de terror llamada Vile, que no he visto, pero que parece una copia de Saw y que dicen las malas lenguas es mejor evitar. Es cierto que el mismo Sheridan evita mencionarla porque en su momento trató de no dirigirla (se supone que todo fue por ayudar a un amigo) y hace lo posible porque no sea recordada, pero basta entrar a IMDB para descubrir el dato.

En caso de que la mentira sea promulgada por el mismo Sheridan, si tanto él como nosotros decidimos creernos el cuento de que Wind River es su opera prima y le damos esa segunda oportunidad, entonces podemos considerarla como un debut impresionante que evidencia que su reciente experiencia como guionista ha sido de gran ayuda para lograr una película de tan alta calidad. Hay varias obras que se pueden citar como influencia evidente para construir Wind River: Unforgiven de Clint Eastwood, In The Heat of The Night de Norman Jewison, Platoon de Oliver Stone, o No Country for Old Man de los Hermanos Coen; westerns, dramas negros y bélicos que tienen en común la intención de subvertir los estereotipos de su género al tiempo que reflejan a profundidad la condición humana.

Fuente: purefandom.com

El salvajismo anida en el corazón humano

Wind River retrocede a las raíces del western para contarnos una historia de “indios y vaqueros” (hace años que el género ha virado hacia problemáticas migratorias localizadas en la zona fronteriza), pero lo hace con la maestría de quien sabe conservar lo más elemental del canon para adaptarlo a la modernidad, convirtiendo un problema local en un asunto de interés universal. El western de Sheridan, alimentado por el suspenso psicológico del mejor thriller, resuma un lirismo áspero y una sensibilidad sórdida que generan una atmósfera épica que explota en dosis constantes de violencia y acción, contrastando con la majestuosidad de la naturaleza silenciosa del espacio físico.

La abrumadora belleza de la salvaje naturaleza de Wyoming, con su imponente silencio, sirve como espacio perfecto para representar una historia sobre la lucha por la supervivencia en un ambiente peligroso lleno de depredadores; algo que queda patente desde las primeras dos escenas: aquella en que vemos a una chica huir indefensa en la noche nevada y esa otra en la que vemos al protagonista cazar a un coyote que trata de cazar ganado.

Como buen literato, Sheridan reconoce la importancia del espacio dentro de la narración. Los personajes se convierten en un reflejo del entorno habitado y así, podría decirse, el director y guionista se dedica a retratar la realidad de Wind River. Cuando parece que la película va en una dirección, se da un desplazamiento que nos descubre que es otra la caza, que es otra la presa: esto se muestra en la película por el hecho de que nuestro protagonista, quien tiene como misión cazar a un par de pumas que asolan la región, abandona esta empresa para comenzar la caza de seres humanos.

Fuente: tdhicks.com

El monstruo que vive bajo la cama: la segregación en los Estados Unidos

Wind River dirige el foco a un gran problema cultural y político de los Estados Unido que se extiende desde el inicio mismo de la fundación del país: el de la segregación padecida por los nativos indígenas; quienes han tenido que vivir en el silencio y el abandono de la marginación, confinados a sufrir un “trato especial” en la sombra de las aisladas reservas indias.

Sheridan da voz a un conflicto que permanece silenciado en una época de corrección política que parece ocupada en misiones «más importantes». La película nos convierte en testigos de las vidas que transcurren entre la falta de oportunidades, el crimen, la violencia y las adicciones, en un lugar abandonado por el mundo civilizado del progreso y el desarrollo; un espacio donde «los malos» actúan como si las consecuencias de sus decisiones fueran sepultadas por la nieve, haciendo énfasis en las desventajas de ser una minoría dentro de este mismo sistema marginal, como el caso de ser mujer.

Lo valioso de la empresa es que Sheridan expone estos temas con sutileza, permitiendo al espectador reflexionar sobre ellos a partir de una narración fluida que utiliza las acciones para hablar, evitando perderse en digresiones pesadas. Así, Wind River avanza como una película de acción y misterio absorbente sostenida en dos sentencias de carácter filosófico que se reiteran en la película: el hombre es el lobo del hombre y en este universo no existen ni la suerte ni la justicia.

Fuente: cowboysindians.com

(In)corrección (a)política

Al reflexionar sobre Wind River y otras tantas películas y obras de arte que se han visto afectadas, directa o indirectamente, por la ola de censura derivada de los movimientos de corrección política, surge un asunto espinoso que no puedo eludir, así como tampoco callarlo sólo por consideraciones de corrección política, por lo que que he dejado este tema para cerrar la reseña.

Los conflictos de discriminación racial y abusos sexuales no son nuevos en Hollywood, pero aplaudimos que al fin se preste oído a los debates sobre segregación racial en una organización predominantemente blanca y a las denuncias de agresión sexual en una industria dominada por hombres. La expulsión de Harvey Weinstein de la academia o el despido de Kevin Spacey de los proyectos en los que estaba involucrado, pueden considerarse los primeros grandes triunfos de un movimiento que promete renovar el rostro de Hollywood.

La controversia surge, no sólo en mi opinión sino la de muchos otros, porque no todos los casos han sido tratados por igual: mientras que James Franco ha sido baneado de la competencia por el Óscar, pese a haber triunfado como Mejor Actor en los Globos de Oro por su actuación en The Disaster Artist, debido a las acusaciones de acoso sexual, Cassey Affleck obtuvo el año pasado el Óscar a Mejor Actor pese a enfrentar acusaciones de agresión sexual, mismas que fueron acalladas por una fuerte suma económica. Sería posible, como hacen muchos, justificar este hecho diciendo que, si bien no se tomaron medidas adecuadas el año pasado, esta ocasión la Academia busca reivindicarse; sería posible, sí, si se revocara la designación de  Affleck para entregar el Premio a Mejor Actriz en esta próxima ceremonia. También puede cuestionarse la nominación a Gary Oldman, quien parte como favorito para ganar la terna, pero que fue acusado de violencia doméstica por su ex esposa Donya Fiorentino, quien asegura que el actor la golpeó varias veces con un teléfono cuando intentaba llamar al 911.

El problema nos conduce a una discusión más antigua: la de si debe separarse la obra artística de la conducta personal. Debacle difícil de resolver cuando decidimos ser honestos: ¿quién de nosotros no ha disfrutado (o aún lo hace) de películas, canciones, libros o pinturas de artistas acusados de una conducta moral reprobable?. Ojo que esta no es una promoción de impunidad, ni una sugerencia de restar importancia a los actos reprobables de los artistas. Lo que me molesta aquí es la hipocresía, pues muchas de estas medidas tienen como fin promover una imagen de corrección que no cambia en mucho las acciones de fondo. Lo mismo podemos hacer una nueva gramática con “vocales incluyentes”, vaciar los museos de todas las pinturas y esculturas que “mercantilizan” el desnudo de la mujer o prohibir las películas en las que participen actores, productores o directores anunciados de abuso sexual; lejos de cambiar las cosas, lo que estaremos haciendo será relegar la realidad a una dimensión subconsciente; algo así como arrojar la tierra bajo la alfombra para que parezca que hemos limpiado la casa, cuando deberíamos ser capaces de premiar como mejor actor a quien realizó la mejor interpretación y también de condenarlo a prisión si ha violado las leyes.

Aunque parezca que me he perdido en la disputa, el problema sí se conecta con Wind River: pese a que la película cuenta con los elementos necesarios para competir en los Óscar (Taylor Sheridan fue premiado como Mejor Director de la sección Un Certain Regard en Cannes), ni los Premios de la Academia, ni los Globos de Oro o BAFTA han otorgado una sola nominación al filme. Aunque parezca un poco paranoico, pero nada descabellado, la razón puede ser una sola: Wind River fue producida por Harvey Weinstein.

En este caso particular, no veo como la censura a Wind River puede ser positiva. El anverso de esta decisión puede producir efectos reprobables: el castigo al filme por cuestiones de causa social, acaba por acallar y relegar a un segundo plano la denuncia social que ocupa el centro del mismo: la marginación que viven los nativos norteamericanos. La resolución tomada por corrección política parece establecer ordenes de importancia, como si la crítica de Wind River fuera menos importante por atacar a un problema social que no es trending topic; como si sólo la batalla a favor del trato igualitario a las mujeres o la comunidad afroamericana valieran la pena de ser tratados.

Lo anterior conduce a la pregunta ¿en qué punto los Premios Óscar se convertirán en un escaparate de corrección política que reconozca obras unicamente en factor de su enfoque político, dejando en un segundo plano su calidad cinematográfica? Reitero mi postura de apoyo ante la lucha por condiciones sociales justas, pero repruebo la reivindicación de la industria por medio de gestos hipócritas debatibles. Porque si Hollywood deja de premiar el cine en relación a su calidad cinematográfica, se corre el peligro de manipular los discursos de corrección política para convertirlos en herramientas de aceptación y éxito, despojándolos de la verdadera convicción de cambiar el mundo, porque premiar a una película por su reivindicación política no mengua en lo más mínimo la violencia que anida en el corazón y la mente humana.