I Kill Giants: la fantasía como evasión de la muerte
Estrenada a fines del año pasado en el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde fue comparada con obras como Shadow of the Colossus (2005), El laberinto del fauno (2006), Un puente hacia Terabithia (2007) y Sucker Punch (2011), I Kill Giants (2017) es una película dirigida por Anders Walter y protagonizada por Madison Wolfe, Imogen Poots, Rory Jackson y Zoe Saldana. El filme está basado en la novela gráfica homónima de Joe Kelly y Ken Niimura.
El director y escritor Anders Walter debuta como director de largometrajes, pero ya tiene experiencia con cuatro cortometrajes, todos ellos escritos por él mismo: Den Talende Kuffert (2011), 9 meter (2012), Helium (2013) y Katusha (2014). Su trabajo más destacado es Helium, con el que fue nominado en Tribeca, ganó en el Festival Internacional de Cine de Sao Paolo y obtuvo el Óscar a Mejor Cortometraje de Ficción.
La producción, que corrió a cargo de los productores de Harry Potter y contó con la colaboración de Laurent Perez Del Mar en la música (La tortuga roja, 2017) y Rasmus Heise en la fotografía (The Rain, 2018), ha recibido críticas divididas, si bien mayormente favorables. Esto se debe a que, incluso con fallas en algunos detalles y pérdida de tensión en algunos momentos, la calidad de los efectos visuales y la actuación de Wolfe la llevan a mejor puerto que otras películas del estilo (sí, entiéndase Sucker Punch).
Surrealismo fantástico
A la hora de crear una obra que pretende mezclar la fantasía con la realidad, es muy importante la manera en que las alternas, especialmente cuando deseas mantener una indeterminación sobre si lo fantástico es una ilusión o un efecto paranormal. Aunque hay reminiscencias del universo Harry Potter, I Kill Giants no puede sustentar su argumento en la magia de manera abierta. Mientras que en la historia del mago la magia es reconocida como real, en este universo debe permanecer la posibilidad de que la fantasía sea tan sólo representación del universo psíquico de la protagonista.
Con esto en mente, además del objetivo de respetar en lo posible el texto original, ambas percepciones de la realidad (la realista y la fantástica) se superponen de manera similar, “toda proporción guardada”, a la utilizada en la película Sucker Punch del desafortunado director Zack Snyder. Desde luego, la dimensión de la película de Snyder era “más épica” o “ambiciosa”, lo que convirtió aquella en una desilusión. En cambio, aunque no mucho, la historia aquí contada es más creíble, sus alcances más conscientes y, por ende, el resultado es más afortunado.
I Kill Giants retrata la vida anodina de una adolescente que vive con su familia disfuncional en un pequeño pueblo. Frente a los problemas de aprender a lidiar con la muerte y sufrir acoso en la escuela, Barbara se refugia, al igual que muchos más lo hemos hecho, en la fantasía e imaginación. Algunos lo hicimos en los libros y las películas, otros como Barbara optaron por Calabozos y Dragones. Aquí se destaca el acierto de dosificar la presencia de la fantasía para generar un arco que culmine en un clímax donde lo sobrenatural se impone a lo realista. Esta decisión es lo que mantiene a flote la historia, a diferencia de lo que hizo Snyder (sí, que siga el abucheo) con su película que se desbarata en el sinsentido.
Los detalles cuestionables
Tengo una duda muy seria. Cómo es que tienes al guionista Joe Kelly (el mismo que escribió la novela gráfica original), quien tiene enorme experiencia escribiendo para animaciones (creador de Ben 10, escritor de Teenage Mutant Ninja Turtles, Ultimate Spider-Man, Avengers, Deadpool y Big Hero 6), y tu historia es tán fantástica que es difícil (o al menos muy muy costoso) hacerle justicia en live action, y no haces una película animada. Las cartas suenan perfectas para haberlo intentado. Con el presupuesto utilizado se podía pretender incluso hacer una película de proporciones épicas y no una cinta que no pasará de ser una buena película medianona.
Y ahora la explicación a lo de “medianona”. La película no puede tomarse tan en serio, al menos no cuando planteas cierto realismo en la historia, si descuidas detalles que cualquier adolescente o adulto puede cuestionar. De entrada resulta inverosímil ver a una niña que vaga sola por los bosques o la playa, que se escapa de la escuela y corretea por cualquier lado, escalando lugares peligrosos sin que al menos un vecino metiche repare en ello, ya no digamos ser molestada por algún adolescente machito (no existen los pubertos imbéciles en el pueblo).
Aun si decidimos disculpar el absurdo anterior, la sensación de incredulidad se incrementa cuando algunos sucesos “reales” acontecen de manera imposible como no sea en una caricatura (de nuevo, una película animada pudo ser buena opción). De repente somos testigos de la creación de trampas monumentales en el bosque, basadas en mecanismos de gigantescas poleas, todas ellas imposibles de realizar para una niña tanto por el esfuerzo físico como por la cantidad de materiales necesarios (algo así como Home Alone).
Confrontando la muerte
Incapaz de aceptar la muerte de un ser querido, Barbara creará un mundo de fantasía inspirado por Calabozos y Dragones, así como en la carrera de un ex lanzador, Harry Coveleski. Barbara se evade de la realidad, no sólo negando la muerte sino sus preocupaciones más pequeñas, preparándose para defender la ciudad del ataque de aterradores gigantes.
Después de su lucha con el Titán, en la que Barbara resulta vencedora, ella accede a una epifanía en la voz misma del monstruo, que le dice que es ley que todo ser viviente encuentre la muerte. Barbara entiende entonces que huir de la muerte es dar la espalda a la vida y vuelve con su amiga, para afrontar sus principales temores y disculparse por su actitud. Al final, Barbara concilia ambos mundos y logra el objetivo de todo personaje de Bildungsroman: el aprendizaje.