Alien Covenant: el origen del Frankenstein moderno
Alien Covenant fue uno de los filmes de terror más esperados en 2017 por suponer el regreso a la franquicia como director de Riddley Scott. Otras razones para ilusionarse era que al proyecto se subía el nominado a tres Premios Oscar John Logan (Gladiador, 2000; El último samurái, 2003; El aviador, 2004; Sweeney Todd, 2007), quien trabajaría con una historia original de Michael Green (Héroes, 2007; Linterna verde, 2011; Logan, 2017; Blade Runner, 2017 y American Gods, 2017).
De paso, existía la curiosidad por saber como empataría Scott la trama de Prometheus (2012) con el anunciado “retorno al alien primitivo”. El filme se anunció como la segunda entrega en la serie de precuelas programadas de «Alien», sexta en general y tercera dirigida por Scott. El elenco estuvo conformado por Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup, Danny McBride, Demián Bichir y una breve participación de James Franco.
La película, que cuenta la historia de una tripulación espacial de colonos en estado de hibernación que despiertan para descubrir un posible nuevo Edén, donde encontrarán una amenaza inimaginable, recibió críticas divididas que elogian el estilo del director y la interpretación de Fassbender, pero (igual que haré yo) señalan la inconsistencia del guión y el tropiezo constante en clichés que tienden a la referencialidad con la primera entrega, pero sólo se antojan imitaciones forzadas.
El retorno de Scott y las comparaciones con Ripley
Alien el octavo pasajero (1979) fue uno de los grandes acontecimientos en la historia del cine de terror y ciencia ficción. Incorporando las bases del cine de acción a la anterior, la segunda parte de James Cameron, Alien: el regreso (1986), es también una joya emocionante. Tras eso, la saga se desinfló de a poco a causa de la sobre explotación de la franquicia. El ejercicio fílmico previo, la filosófica, pero muy contenida, Prometheus (2012), tampoco gozo con el favor popular.
Con Alien Covenant, Riddley Scott prometió un retorno a las raíces, afirmando que buscaría generar una sensación similar, la expresión salvaje de un miedo cósmico, a la primera parte. Con esa idea en mente, Scott se lanza a imitar la carcasa o su propio modelo, que lo convirtió en pionero de una experimentación formal y temática; pero, como pasa con todo mecanismo influyente, la novedad se agota.
La tripulación multicultural no es cosa nueva y la inclusión de rasgos disruptivos como la pareja homosexual en una misión espacial comandada por una institución militar, es tratada superficialmente. Da la impresión de que el elenco transita sin verdadera química o armonía, por lo que uno acaba por sentirla insulsa; poco propositiva u original. Quien lleva la parte más difícil en esta precuela, que apesta a refrito, es Katherin Waterston, encargada de interpretar al personaje principal y nueva heroína del universo «Alien». Scott repite la formula del personaje femenino que se hace cargo de la basura (por lo general me fascinan estos personajes) asumiendo el riesgo de ser comparado con Ellen Ripley, rol que le concedió a Sigourney Weaver la veneración mundial.
A pesar de que el personaje es otro, la comparación de Waterson con Weaver es abordada casi por cada aficionado o crítico que se pronuncia sobre el filme y nunca sale bien parada. Desde comparaciones exageradas a tratos condescendientes, la actriz no resulta carismática y su actuación no complejiza o profundiza las motivaciones del personaje. Sin contar que las decisiones de los personajes en general se antojan demasiado tontas para astronautas y científicos que aterrizan en un planeta desconocido, se adentran kilómetros a pie, no tienen precaución e interactúan con el entorno como si del jardín familiar se tratase.
Pastiches filosófico-mitológicos
El incremento de la tendencia por filmar precuelas o escribir historias que aborden los “origenes” de personajes o historias populares continúa. La explotación de la idea de “mundos posibles” fomenta la creación de versiones infinitas de un mismo producto, algo asociado directamente al consumo en masa propio de los sistemas capitalistas.
La mayoría de los éxitos de los 70, 80, 90, e incluso del nuevo siglo, han pasado por remakes, reboots, crossovers, spin-offs, secuelas y precuelas. Estas últimas ofrecen la posibilidad de formular la cosmogonía u principio de personajes, lugares, acontecimientos o universos. En ese sentido, la precuela cumple una función parecida al mito; es decir, la precuela es mitológica.
La precuela en la ciencia ficción es interesante puesto que significa la “regresión ancestral” de una historia desplazada, generalmente, hacia el futuro. Se puede relacionar dicha antítesis con el reto más rico y paradójico, común de toda la ciencia ficción: la representación de lo que “está más allá” a partir de lo que “está acá”. A este desafío debemos secuencias geniales como las de 2001: Odisea al espacio musicalizadas con «Also sprach Zarathustra» de Richard Strauss.
En Alien Covenant confluyen referencias a las mitologías germana y grecolatina, así como a Richard Wagner, Carlo Bugatti, Donatello, Piero della Francesca, Byron y Frankenstein. Lejos de enriquecer la película, se siente como un esfuerzo pretencioso e inútil de dotarla de solemnidad, como si Scott quisiera sentar en la referencialidad histórica el sentido épico que la “mitología” de Alien demanda.
Prometeo cósmico y demiurgo liberado
En el mismo tenor de la referencialidad, el personaje más interesante del filme, David, con la rebelión ante su creador, se relaciona con la tradición de Terminator o Yo robot, además de la novela Frankenstein e, indirectamente, con el mito de Prometeo. Aquí se da el escaso seguimiento del filme por la entrega previa, que intenta cerrarse con una explicación rebuscada y un flashback poco logrado que “reflexiona” sobre la voluntad, la definición de “ser viviente” y la relatividad de la ética y moral.
Como Prometeo, Frankenstein o Satanás, el andróide descubre la imperfección del creador y decide rebelarse, salvo que, en este caso, David buscará convertirse él mismo en Dios mediante el ejercicio de la creación, el resultado: el xenomorfo perfecto, poder que utilizará para destruir. Sin embargo, aunque Fassbender lo hace muy bien, siendo para mí lo mejor del filme, no acaba por ayudar a sentir como nuevo el refrito que Scott nos quiere vender.
Mi conclusión es que se acerquen sin demasiadas expectativas. De ser posible que acompañen su experiencia con la novelización creada por Alan Dean Foster, quien también fue autor de la novelización de la primera entrega o del volumen detallado del diseño artístico y el concepto escénico de la película firmado por el autor Simon Ward y titulado: The Art and Making of Alien: Covenant.
Nota: Si eres fan extremo de las primeras dos películas y cada entrega siguiente sólo ha despertado tu furia, te recomiendo alejarte de este filme… salvo que te guste renegar.