Eighth Grade: un divertido relato coming-of-age millennial

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Hace tan solo un año, Greta Gerwig debutó en la dirección con Lady Bird, una película coming-of-age (adolescencia o madurez, a falta de un término mejor). La crítica la recibió con los brazos abiertos, quizá no tanto la audiencia, pero todos coincidimos en que logró ser un ejercicio muy personal. Un año más tarde, es curioso que Bo Burnham, un reconocido cómico y youtuber, debute siguiendo esos mismos pasos. Quizá es un género que atrae a directores novel por la cercanía; observar desde la ventana una piscina repleta de preadolescentes siendo una niña avergonzada de su cuerpo no se diferencia tanto de asistir como director a tu primer rodaje y contemplar a los actores: ambos se adentran en territorio hostil y desconocido. Eso es Eighth Grade.

Fuente: Youtube.com

Cuando Kayla (Elsie Fisher), una preadolescente de 13 años con un problema de autoestima importante, establece contacto directo con el chico que le gusta, éste le pregunta si sabe chuparla. “Claro, sí, lo hago todo el tiempo”, responde sonriendo. Al llegar a casa, Kayla evita a su padre, se encierra en su cuarto y enciende su portátil: “Cómo chuparla”, pregunta a Google. Poco después está en la cocina cogiendo un plátano, sin saber que su padre la está observando: “Pero si siempre has odiado los plátanos”, dice extrañado.

El relato coming-of-age de Bo Burnham tiene un factor crucial que despunta: una perspectiva millennial. Google es la antorcha que Kayla usa en todo momento para resolver sus dudas; YouTube su medio de expresión; Instagram o Snapchat su mejor vía para socializar. La tecnología, sintetizada en el smartphone, es la navaja suiza de su vida, solución y a la vez combustible para los problemas de identidad. El director no plasma ese ecosistema como algo intrínsecamente negativo, sino como una nueva realidad que tenemos que asumir y comprender, de la mano de un padre (Josh Hamilton) tan perdido como irán algunos de los espectadores. Bo Burnham aprovecha cada pequeño refilón de esa etapa para hacernos empatizar con una Elsie Fisher sin tapujos. El resultado es una comedia que funciona como un reloj y a la vez define una generación.

Eighth Grade no es moderna tan solo a nivel narrativo, sino formal. Las composiciones lúdicas de Anna Meredith son brillantes para definir el espacio digital y la incomodidad que impregna todo; el amarillo eléctrico que envuelve a la protagonista predomina en una paleta de colores enérgicos diseñada al milímetro; las cámaras y las pantallas son un personaje más y sirven de punto de vista constante. Eighth Grade es un ejemplo perfecto de articular todas las piezas de una película en un mismo compás y hacerlas remar hacia una sola dirección.

Fuente: variety.com

Cuesta creer que Bo Burnham haya logrado en su primera película componer algo con un rumbo tan preciso. Es un ejercicio que solo puede funcionar desde la propia experiencia, desde alguien que conoce a fondo lo que está retratando. Esos años creando contenido para YouTube e interactuando con las generaciones digitales han sido desde luego vitales para concebir el ecosistema que es Eighth Grade: un creativo e híper divertido relato coming-of-age desde una perspectiva millennial que pocas veces (quizá nunca) hemos visto plasmada con tanta confianza y acierto.