La excentricidad de la tragedia y el humor negro: 6 películas únicas de Yorgos Lanthimos
“Pones a un pequeño grupo de personas en una situación de invernadero y las observas reaccionar”, aseguró una vez el griego Yorgos Lanthimos a The Guardian. A pesar de ser un provocador innato con cada entrega desde su debut, suele explicar —sin misterios —las bases de su particular arista sobre cómo crear historias.
Hace catorce años atrás, sin embargo, el cineasta no generaba las expectativas de transformarse en uno de los referentes infalibles de la vanguardia del cine europeo. Hace catorce años atrás, con apenas un par de experimentos audiovisuales de bajo perfil, y con la firme creencia de que sólo llegaría a filmar comerciales, el director no dimensionaba su potencial para ser una de las figuras más emocionantes del séptimo arte.
O, en su defecto, el encargado de llevar al espectador a páramos difíciles y perturbadores, tanto o más que los experimentados en la obra de Michael Haneke (Amor, La cinta blanca, La pianista) o Lars von Trier (Anticristo, Bailarina en la oscuridad, Nymphomaniac). ¿El secreto? Se teoriza que es su imaginación frenética, su forma auténtica y agresiva de presentarnos lo descabellado.
Adultos patéticos y torpes, personajes infantiles que lidian con anhelos y pérdidas, humor ácido y circunstancias ridículas, arranques de violencia súbitos, finales ambiguos y una atmósfera surrealista son el cóctel que desfila en la pantalla que divide al ingenio de Lanthimos y a nuestra interpretación de los panoramas estériles que aparecen en ella.
Su impronta también se aprecia en su rodaje fetiche: ojos vendados, ángulos detrás de la cabeza de cada desdichado, persecuciones de cámaras en mano, slow motion y quitar los rostros del marco de grabación.
El fin último es crear una sensación única de estar espiando a los protagonistas. O, como el mismo Yorgos ha declarado en un sinfín de entrevistas: la idea es que con naturalidad seamos testigos de la intimidad en que cada individuo se desenvuelve.
A continuación, y con vistas de honrar su legado, describimos cada uno de sus exponentes.
1. Kinetta (2005)
Con humilde presupuesto y un guión elaborado con quien sería su eterno co-escritor, Efthymis Filippou, Lanthimos demostró que para trabajar en grande no se necesitan millones de dólares. Tampoco parafernalia que disfrace tramas que no pueden justificar su valía.
Es por esto que, con sólo tres actores que se desplazan por una ciudad costera griega, nos ofrece un recorrido lleno de lucha y coreografías eclécticas en donde el diálogo es casi nulo. Inescrutable, densa y simbólica, esta cinta puede considerarse como el ensayo-error conceptual que más tarde nos brindaría largometrajes de una calidad única. Un tintero donde, a la par de lo que vemos proyectado, se entrelazan los golpes creativos del director.
Yorgos ha conservado su visión económica a la hora de rodar con el paso del tiempo, evitando la iluminación artificial y el uso de maquillaje, a menos que los personajes en sí lo requieran como en La Favorita (The Favourite, 2018).
2. Canino (Kynodontas, 2009)
Tristemente cómica y brutal, la también conocida como Dogtooth nos muestra cómo un matrimonio despótico mantiene a sus hijos —ya adultos —encarcelados en casa y sistemáticamente mal educados sobre el mundo exterior y el significado de algo tan básico como las palabras cotidianas.
Aislados y criados con una perversión engañosa, los tres vástagos conviven en una burbuja en que el temor los controla al punto de enfrentarse a invenciones como la de un hermano fallecido por haber desobedecido, o la creencia de que los “zombies” son pequeñas flores amarillas.
En esta cárcel fabricada para parecer un idilio en que no existen carencias —pero sí un enorme déficit psicoemocional —, el único que puede abandonar las instalaciones es el padre, quien trabaja en una fábrica donde también contrata a Christina, una colega que satisface los impulsos sexuales de su hijo por dinero y que alterará la calma doméstica falsa en la que habitan.
A modo de trivia: Canino fue la primera película griega en ser oficialmente seleccionada para el Festival de Cannes en una década.
3. Alps: los suplantadores (Alps, 2011)
Una oda al altruismo de un modo retorcido y sublime. En Alps una sociedad enigmática, representada a través de una enfermera de turno nocturno, ofrece un servicio especial a las familias que han sufrido una pérdida: cualquier miembro de dicho grupo, por un precio, pretenderá ser el recién fallecido para ayudar a sus seres queridos en el proceso de luto.
A modo de continuación de Canino —aunque alejándose de éste para entregar otra perspectiva existencial —, el filme mantiene una estética claustrofóbica por sí misma en que los personajes intentan crear ambientes artificiales, en vez de huir con ellos como ocurría con la anterior premisa.
La redención llega con el sacrificio propio y con asumir las responsabilidades, la película lo reitera apelando al intelecto y a las entrañas del espectador, en una invitación a un rompecabezas metafórico que, quizá no apunta a una gran audiencia, pero sí entrega a la que está dispuesta a reflexionar.
4. Langosta (The Lobster, 2015)
Siendo una crítica astuta a la sociedad actual y su obsesión con doctrinas presuntuosas, la obra nos sumerge en un futuro distópico en el que las personas solteras son llevadas a El Hotel, según las leyes de La Ciudad, para encontrar un compañero romántico en un plazo de cuarenta y cinco días.
En éste, su primer largometraje en inglés y junto a Colin Farrell, Lanthimos se luce con una sátira en que los personajes ignoran sus sentimientos primarios e instintivos sólo para adaptarse y pertenecer a algo que creen esencial (y que muchas veces no lo es).
La desesperación, crueldad e hipocresía de las relaciones humanas es exhibida con un tono ligero y atrapante, en que la risa puede colarse en escenas insólitas. Como es costumbre del cineasta, la búsqueda de su creación no es hacernos sentir cómodos ni bien con nosotros mismos, pero tampoco llega al extremo de volvernos miserables. ¿Cómo encarar entonces esta producción? Tal vez como un recordatorio fresco de cómo las etiquetas suelen gobernar nuestro día a día.
5. El sacrificio del ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017)
Una de las marcas registradas de Yorgos es la contraposición entre expresión y emoción. Una estampa en que se sugiere que los personajes están llenos de sensaciones y vida, mientras que sus palabras y gestos convencionales exponen una insensibilidad extraordinaria. Es así como la tristeza, ira, depresión, ambición, confusión y miedo, por intensos que sean, resultan inadecuados en un semblante que no se inmuta.
Por consiguiente, el universo del filme exuda derrota en cada secuencia. El caos reina en el momento en que el destino —en una representación moderna de la tragedia griega —condena a una familia cuando el cirujano que la lidera es forzado a hacer el sacrificio más grande.
¿Qué ser querido pagará la negligencia imperdonable del protagonista? La decisión quedará a las manos de un azar drástico en que los hijos padecen una enfermedad incurable, la esposa se ve frustrada por el desarrollo de los acontecimientos y el antagonista, un joven apadrinado por el médico, muestra todas sus sombras tras invadir la intimidad de la vida ajena.
Como dato curioso: El nombre de la cinta proviene del final de la obra escrita por Eurípides, Ifigenia en Áulide.
6. La favorita (The Favourite, 2018)
Contrario a su trabajo anterior, Lanthimos apuesta por un enfoque sobre el deseo y ambición femeninos a comienzos del mil setecientos. En medio del reinado de Ana de Gran Bretaña, dos mujeres combatirán por su afecto para lograr estabilidad económica y social dentro de la Corte (y de la cama) perteneciente a la soberana.
Cuando por primera vez el director leyó el libro homónimo de Ophelia Field, aseguró no saber nada sobre la época en la que se ambientan los acontecimientos, ni tampoco le suscitaba interés, sino que su relato fue lo que le atrapó. “Sólo estaba leyendo sobre aquella gente, aquellas mujeres, cómo se relacionaban entre ellas, su historia personal, especialmente la de Ana y todo lo que soportó como persona”. Con lo último, el griego se refirió a la enfermedad crónica que la aquejaba y a la pérdida de sus diecisiete hijos.
El elenco se conforma por la soberbia Olivia Colman, la predilecta de Yorgos, Rachel Weisz, y una excelente Emma Stone, quienes traerán adrenalina y vaivenes de lo insólito en cada rincón aristócrata.
A modo de trivia: Es la única película en que ni Yorgos ni Filippou están a cargo del guión.