‘Joker’: Una tragicomedia incendiaria, elegante y desquiciada

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«El bromas», todos en Latinoamérica hablábamos de «El bromas», gracias a un meme sobre el supuesto nombre en España de esta nueva versión del enemigo jurado de Ciudad Gótica. Aquel villano que sin la necesidad de un Batman se encumbró en el Festival de Venecia.

Al mismo tiempo, ese «bromas» fue acusado anticipadamente de cualquier acto de violencia en Estados Unidos: que todo tiroteo y agresión delincuencial sea culpa del payaso.

Es decir, un personaje controversial desde antes de conocerlo. Pero llegó el día, llegó el añorado 4 de octubre de 2019, día en que hemos tenido el gusto de deleitarnos con la que, hasta el momento, podría ser la obra maestra de Todd Philips y el papel más importante de Joaquin Phoenix en su prolífica carrera actoral.

La película se centra en Arthur Fleck (interpretado por Phoenix), un mal aventurado individuo de Ciudad Gótica que se gana la vida trabajando de payaso, al mismo tiempo que sufre de varias aflicciones que desembocan en el despertar de sus instintos más obscuros para abatir su constante sufrimiento, a través de una rapidísima evolución de sí mismo, de víctima a «monstruo».

Si bien está inspirada en el némesis de Batman, va más allá de sumar otro blockbuster a la eterna batalla entre DC Comics y Marvel, ya que no es otra historia de superhéroes. Es una película sobre la desigualdad social que aqueja a las grandes urbes de países consumistas, donde se ha perdido la fe en los políticos, y los más desfavorecidos luchan día con día (además de la precariedad económica) contra una terrible agravante: la salud mental, que evidentemente lleva a otros problemas como discriminación, constantes humillaciones y abusos de todo tipo.

En dicho entorno, los escándalos mediáticos no se hacen esperar, y cualquier acontecimiento aislado puede convertirse en algo complejo y construir un poderoso mensaje capaz de cambiar la historia de una ciudad que busca derrocar a un sistema fallido.

Es un guasón que respeta los elementos que han convertido al personaje en lo que es hoy día, pero con añadidos que lo hacen único en comparación con otros guasones. Conserva la acidez e ironía del némesis del justiciero gótico, pero con pintorescas huidas a paso veloz durante toda la película y una cierta intelectualidad que muestra en agraciadas y sofisticadas danzas; al ritmo de una grandiosa musicalización presente durante todo el filme.

Aunque comparte algunas similitudes con el villano de ‘The Killing joke’, lograron crear un nuevo personaje; así como un parte aguas en películas de su tipo, ya que es una cinta compleja y una valiosa prueba de que se pueden realizar excelentes adaptaciones de personajes de cómics, sin necesidad de hacer una calca de la historieta y seguir parametros tradicionales.

Además, el filme contiene las dosis exactas de violencia, drama, acción y romance para mantener un ritmo adecuado, sin altas o bajas estrepitosas, aunque muchos aspectos importantes de la trama se logran gracias a microscópicos “giros de tuerca”.

Sumado a ello, se logró un escenario idílico para dar fuerza al perfil del personaje: una gris y sórdida metrópoli, hundida en una espesa atmósfera de descontento social, retratada a través de una sobresaliente fotografía a cargo de Lawrence Sher.

Dicho de otro modo, la película se mantiene dinámica gracias a una narrativa veloz pero consistente, sin dejar huecos en el guion, escrito por el propio Philips en conjunto con Scott Silver.

La cruda realidad en la que se desarrolla la historia y la advertencia sobre las consecuencias de llevar al límite a un enfermo mental, construyen una obra de arte, gracias a un guion impecable, actuaciones de lujo y por alejarse de los lugares comunes para, en lugar de ello, crear una gran historia, un tanto difícil de encasillar en un solo género cinematográfico.

Como ya han dicho algunos críticos, sin duda merece ser valorada como «la película del año».