Eraserhead: desautomatización y paternidad
Eraserhead (Cabeza borradora, 1977) es la primera película de David Lynch y una de las operas primas más impactantes en la historia del cine. Estrenada en 1977 luego de una serie de problemas de financiación que la retrasaron un par de años, la película encontró asistencia del American Film Institute y a su actor principal en Jack Nance, quien destacaba por ser el único con un peinado más extraño que el de Lynch.
Aunque en la época de su estreno causó más desagrado que fascinación, debido sin duda a significar una propuesta muy adelantada a su tiempo que iba en contra del canon establecido, Eraserhead recaudó mucho más dinero del costo de producción. Con el tiempo, el filme se convirtió en uno de los títulos de culto más prestigiosos, llegando a ser considerado por muchos como el mejor largometraje de David Lynch, uno de los más innovadores de la historia o un tesoro nacional.
Al margen de tantos laureles, Eraserhead es imprescindible porque encierra dentro de sí la esencia, los elementos claves, que atraviesa toda la obra del director: la incertidumbre, lo irracional, el sonido, la oscuridad, el silencio, la naturaleza y el surrealismo como bandera.
Desautomatización y arte
El trabajo de Lynch supone la definición por excelencia de cine de arte. Surge de la impronta desautomatizadora que anhela romper con toda imposición ideológica de la mirada. Lynch tiene la intención de lanzar su obra a la espera de un espectador inteligente que desee armar el puzzle, no el típico espectador hollywoodense, usualmente acostumbrado a recibir una historia con todo resuelto.
David Lynch muestra que el arte debe mucho al tiempo: la diferencia de aquello que es arte a lo otro que no lo es, es precisamente que lo que no es arte es eterno, es una constante repetición, es igual siempre. El arte tiene en cambio que cumplir siempre con esas dos características aparentemente paradójicas, debe ser temporal y a la vez atemporal. Debe ser finito para poder sorprender, para poder romper la rutina y lo monótono, pero también debe ser eterno porque tiene que poder seguir causando sensación, tiene que ser diferente siempre, de lo contrario dejaría de ser arte, no sería ya figura sino figuración
El cineasta juega con el tiempo, estirándolo y acortándolo a su antojo. En Eraserhead, tenemos un personaje principal encerrado en la rutina, siente que la eternidad lo acecha por todas partes. Incluso si sólo estás esperando, la impresión no te abandona. Como la canción de NIN, a veces parece que “everyday is exactly the same”. En el cine de Lynch basta esperar un poco para sorprendernos con una de mil soluciones que, podemos estar seguros, jamás se nos hubieran ocurrido.
Contrario a la idea de la hoja en blanco o de la superficie vacía, Lynch sabe que ni artista ni espectador son superficies desiertas. En nuestra mente existen una serie de imágenes, de ideas, normas, de convenciones sociales. No se puede crear algo a partir de nada. Tampoco se puede recibirlo. En la superficie se encuentra todo lo existente en el universo conocido y el artista debe seleccionar, borrar, limpiar: un proceso parecido a la depuración o el devastado.
El arte trata de eludir el cliché y lo representativo, por tanto deberá seleccionar y dejar sólo en el objeto artístico, aquello que figure menos en la mente del espectador (inconsciente). Tiene que ser algo que sorprenda, algo que no sea repetitivo, algo a lo que el espectador no suela mostrar toda su atención. Aquello que subyace en lo más profundo y oscuro de su mente: su propio ser, su psique, sus fobias, sus pasiones y sus más profundas perversiones.
Surreal times
Su estilo difícil, al igual que su estructura nada convencional, hicieron de la película una obra incomprendida. La sensación de ruido o asonancia que empapa la película se acentúa por el uso del blanco y negro, dando la impresión de desarrollarse en un mundo gris y desangelado: industrial. Por su estilo atípico, Eraserhead es una obra única que difícilmente encuentra comparaciones, a no ser de su pariente japonés más desquiciado Tetsuo: Iron Man (en general, el cine de Shinya Tsukamoto sería el análogo más cercano a David Lynch en oriente).
Todo lo que parece coherente al principio de la película se escapa por la vía de la fantasía y lo onírico para relatarnos una historia de la frustración que puede experimentar un joven al llegar al arribar a la difícil adultez, así como padecimientos mentales como la neurosis y los temores originados en el descubrimiento de la paternidad. El miedo nunca está afuera. Si ensombrece el entorno es tan sólo proyección de nuestros sueños añejados hasta la distorsión.
Esas expresiones externas del delirio interno se incrementan con el avance de la película, ganando potencia con imágenes sugerentes igualmente surreales y minimalistas. Una de esas sorpresas ilógicas en Eraserhead irrumpe en la escena en que la vecina llama, se ha quedado fuera de casa y quiere pasar la noche ahí. Ella se asusta por la criatura y él trata de hacerla callar. Antes de darnos cuenta, el ambiente se vuelve mágico y los dos hacen el amor en la cama, transformada en una bañera de leche, en la que la cabeza de la mujer desaparece sin que sobrenaden nada más que sus cabellos.
Oídos para ver
Ya antes hablé de la relación tan fuerte que tiene David Lynch con la música. Desde que inició en el cine decidió involucrarse siempre de la edición del sonido, en ocasiones colaborando y componiendo él mismo. Realizó dos álbums solistas increíbles que trasladan por completo su esencia a la música.
Con Eraserhead el cineasta fascina por el establecimiento de relaciones por completo sinestésicas, principalmente entre la imagen y el sonido, relacionando la luz con las notas para conectar con el espectador evocando una reacción impresionista basada más en la intuición y las emociones que en la lógica. Es decir, más fácil más resumido: la faceta de maestro de meditación trascendental es importantísima para entender su poética. El director hace del filme una sesión de psicología transpersonal que busca, desde luego, la disolución del dualismo entre el sujeto y el objeto, entre la mente y el cuerpo, lo lógico y lo irracional.
En Eraserhead la música nocturna e industrial pone fondo a todo. Hipnótica o estruendosa, cobra un papel indispensable, significante que va más allá de ser un accesorio armónico o estético para construir de cierta forma sus películas. Los efectos de sonido en sus filmes son siempre importantes, ya sean los obsesivos martilleos mecánicos, el tumulto de ruidos, los sonidos industriales, los sonidos eólicos, los zumbidos o los sonidos sencillos.
Lynch sabe la importancia que la música conlleva y el alcance que puede dar a una obra de arte. Cuando la música alcanza el órgano polivalente, el oído, otorga un cuerpo sin cuerpo, desmaterializado en el sentido de Deleuze, a las entidades psíquicas. No existe en su obra un espacio vacío, que escape a la influencia del sonido. Incluso cuando la escena no parece requerir sonido, late siempre un susurro abstracto que evoca la intimidad.
La incertidumbre se hospeda en casa
A medida que nos acercamos al final del filme, las lineas divisorias entre lo real y lo fantástico se diluyen por completo. Instalado el surrealismo con su asociación libre de ideas, todo en el cine de Lynch es sugerencia. Los indicios son funciones predominantes en sus filmes, apelando con frecuencia a la sensibilidad del espectador.
Todo lo antes dicho me lleva a la conclusión de que el arte se constituye por la sorpresa (temporal, finita) y el suspenso (atemporal, eterno), también que Lynch se inscribe en la lista de directores de cine de arte, precisamente por tener un manejo impresionante de estos dos elementos, los cuales son ejes importantes que definen su cine. La forma en que se manifiestan estos dos constituyentes del arte en el cine de Lynch, es a través de: creación de mundos ilógicos y la explotación de las infinitas posibilidades de mundo real en el caso de la sorpresa, y el silencio, la incertidumbre, el sonido y la oscuridad en el caso del suspenso.
Por último, estoy seguro de que no a todos les gusta su cine, de que seguirán siendo muchas las personas que se maravillarán ante él, que serán quizá más las que lo aborrezcan y sientan repugnancia ante sus creaciones artísticas, pero también tengo la seguridad de que su cine permanecerá, seguirá impactando y causando sensaciones a nuevas generaciones, porque el arte jamás muere.