Pop Aye: road movie sobre nuestro vínculo con la naturaleza
Primera película de Singapur en ser seleccionada para participar en el Festival de Cine de Sundance, donde ganó el Premio Especial del Jurado en la sección de Competencia de Cine Mundial Dramático. Pop Aye (2017) es una coproducción singapurense-tailandesa y opera prima de Kirsten Tan quien, pese a su corta trayectoria, posee más de 15 nominaciones y 8 premios internacionales, entre los que se cuentan los de Berlinale Talents, TorinoFilmLab y Cannes Atelier, gracias a los cuales se produjo esta road movie atípica. Pop Aye fue seleccionada, sin éxito, por Singapur para competir por el Premio Óscar a Mejor Película de Lengua Extranjera.
Pop Aye cuenta la historia de Thana, un arquitecto de mediana edad que no disfruta ni su trabajo ni la vida con su esposa Bo. Un día, mientras recorre la ciudad de Bangkok, Thana se encuentra con un elefante que resulta ser su compañero de infancia, Pop Aye. Tras el encuentro, Bo decide llevar al elefante de vuelta a la aldea rural donde crecieron, embarcándose en un viaje a través de la Tailandia rural y del tiempo.
Impulsando el cine de Asia
Una de las claves para entender el logro de esta película, que se presentó en más de 30 festivales internacionales de cine como Rotterdam, Los Angeles Asian Pacific, Palm Spings, Sydney, Munich, Taipei, Guanajuato, Zurich, Busan y Torino, es contextualizarla. Pop Aye es parte de un impulso cinematográfico regional promovido por gigantes del cine asiático como Anthony Chen, productor ejecutivo de la película.
Chen comenzó su carrera como cineasta e impactó al mundo con su opera prima Ilo Ilo (2013), con la que arrasó casi todos los festivales de cine en Asia; así como importantes eventos de la industria en otros continentes como conseguir la Cámara de Oro en Cannes o triunfar en los festivales de cine de Londres, Palms Springs o Philadelphia. Anthony aprovechó la popularidad que significó ser incluido entre los 10 Directores para ver en 2014, según Variety, aunada a los contactos obtenidos en Cannes, Berlín, Busan, Rotterdam, Londres, Dubai, Mumbai, Estocolmo y Melbourne, para fundar la productora Giraffe Pictures, con la que busca propulsar las nuevas voces del cine asiático a lo largo del mundo.
La enfermedad del tiempo
Nadie entiende mejor de desarraigo que quienes hemos tenido que desplazarnos miles de kilómetros por estudios o un trabajo. Algunos nos convertimos en errantes, en vagabundos que no están seguros de dónde encajar o de dónde está el hogar. Quizá por ello Pop Aye me tocó, porque trata esencialmente sobre dos outsideros, dos inadaptados: un hombre en decadencia que se siente desconectado del mundo y un elefante desplazado de su espacio natural.
La nostalgia es una arista muy marcada del filme. Nostalgia por el cambio de generaciones, por la transición entre valores tradicionales arraigados a la naturaleza, hacia pautas ambiguas modernas que nos distancian de la tierra. El ejemplo es la relación cambiante entre las personas en Tailandia y los elefantes, con quienes han convivido de cerca siempre: los niños jugando con ellos son el claro ejemplo de un enlace simultáneamente místico y banal que resulta cada vez más raro.
El paso de la vida se convierte en una dimensión importante porque el padecimiento de nuestros personajes: la melancolía, es una enfermedad del tiempo. El efecto del tiempo, representando el arco de la vida de Thana, encuentra su símil en el camino transitado por hombre y paquidermo; un sencillo testimonio del calmo pero brutal paso del tiempo.
La road movie y el viaje
A veces peligroso, otras hermoso y casi siempre absurdo, el camino seguido en Pop Aye está colmado de contratiempos. Esto otorga cierto carácter de espontaneidad que nos conduce por lugares singulares donde esperan personajes llamativos: desde un vagabundo adivino a un cantante de karaoke, pasando por dos policías corruptos y milagrosas soluciones.
Estos dos inadaptados, pertenecientes a otro tiempo y otro lugar, naufragan en pos del significado y la pertenencia, con el propósito de encontrar la satisfacción de la que carecen. La búsqueda de la felicidad conduce por las huellas del tiempo al pasado, remotamente la infancia, cuando las cosas eran diferentes o al menos lo era nuestra percepción del mundo.
Por ser el modelo perfecto para la exploración cinematográfica del viaje, la road movie es perfecta para las historias de aprendizaje. La frase que dice que la importancia está en el camino y no en el destino encuentra aquí su máxima aplicación. Ello sirve también para expresarse sobre el tiempo y su paso por nosotros (¿o viceversa?).
El mágico vínculo entre el humano y la naturaleza
Resulta difícil resolver si el personaje elefante en Pop Aye es una metáfora, aunque no sería descabellado. Si bien la intención de Tan es realista, no puede escapar del peso simbólico del animal. Lo que si, ni ponerlo a duda, es la relación de doppelgangers de Thana y Pop Aye. Similar a lo sucedido en Mr. Pig, ni “dueño” ni “mascota” encuentran lugar donde quiera que vayan. El juego especular de los personajes hace que, como la vida misma, el filme sea al tiempo trágico y cómico. La obra se funde en oximorones como una intimidad distante o una calidez fresca, una frivolidad solemne.
Resumiría la experiencia de ver Pop Aye como una caminata que no sabes a dónde te llevará. Un filme entrañable con un impecable trabajo de edición y fotografía; con una musicalización tan sencilla como elegante y dos protagonistas carismáticos que atraen con facilidad al espectador. Pop Aye puede ser un poco lenta, ritmo atribuible al peso de nuestro gigante estelar, pero transmite con belleza el vínculo restaurativo entre el ser humano y la naturaleza.